Todo comenzó hace justo un año. Una prisión de la región contactó con la escuela en la que enseño inglés y gestión del estrés para que extendiera su oferta de formación a reclusos que desearan expandir su conocimiento y prácticas en campos diversificados y aumentar así sus oportunidades de reinserción social y profesional para cuando salieran.
Acepté el reto por lo que era en un principio, convencida de que Dios me estaba ofreciendo una oportunidad de servir aun más. La noticia había llegado unas semanas antes de comenzar mis actividades de enseñanza y recé mucho: «Que los participantes de los cursos sean almas sedientas de Dios», «Que yo sea un instrumento de su paz y un canal de amor por el que Dios se manifiesta y será manifestado».
Los días antes de comenzar esta actividad me sentía abrumada por múltiples emociones, entre ellas el miedo al encierro y las dudas de mi capacidad para ver a los prisioneros como hijos de Dios. Me fue de gran ayudar ser consciente de que las personas no son su comportamiento y de que todos están morados en el interior por un fragmento divino que es la individualización del amor del Padre por sus criaturas.
El 6 de marzo de 2017 comenzó la experiencia. Entré en ese lugar desprovisto de calor humano, armonía, comodidad, dulzura, alegría, tolerancia y amor. Ese lugar es una consecuencia obvia del fracaso de toda una sociedad, que descuida los valores principales de la familia y la educación.
Me di cuenta inmediatamente de que la voluntad de Dios estaba conmigo y trabajaba a través de mí y dentro de mí para servir humildemente a mis semejantes. El miedo se disolvió instantáneamente y abrió camino a la recepción sin barreras de estos hombres de entre 20 y 45 años dispuestos a evolucionar.
El curso de cuarenta horas de control del estrés se convirtió enseguida en el terreno de aprendizaje para el autoconocimiento y la autoconciencia a nivel humano, que favoreció y aumentó los valores morales esenciales para adquirir y desarrollar el nacimiento del hombre moroncial. Suelo repetirles que «las paredes de la prisión están cerradas, pero puedes abrir las puertas de tu consciencia y observar los efectos».
Les digo que rezo por ellos y que hay otros que rezan también; concretamente los miembros del grupo de Dakar, los miembros del círculo de la consciencia que llevo dirigiendo durante quince años y Guy desde Canadá. Todos aceptan estas oraciones con gran entusiasmo, sorprendidos por toda esta dedicación hacia ellos, ¡pues no se sienten dignos de ninguna consideración!
En menos de tres sesiones el curso de control del estrés dio un giro que no esperaba: Dios está realmente en el centro de lo que compartimos. Musulmanes, protestantes y católicos están de acuerdo: Dios vive en ellos y ellos quieren conocerlo.
El 14 de junio se dio otro paso más. Las personas que participaban y trabajaban en el círculo de consciencia y confianza, apoyadas en las enseñanzas incomparables de El libro de Urantia, me acompañaron a la prisión. Esta reunión causó un desplazamiento real en todos. Los actores externos (estos extraños) experimentan la disolución inmediata de los prejuicios relacionados con los prisioneros y se dan cuenta de cuánto hay de esos prejuicios en su mente y su corazón. Se dan cuenta de que, en Dios y por Dios, todos somos verdaderamente hermanos y hermanas en espíritu. La sesión de dos horas y media se celebró en un ambiente de alegría, paz, armonía, respeto mutuo y cordialidad, hasta el punto que todos olvidamos que estábamos en ese lugar llamado prisión.
Desde entonces el director de la prisión me ha dado permiso para mantener el círculo de consciencia y confianza las mañanas del domingo como trabajo voluntario y para estar acompañada por todos los que deseen participar. Guy, de Canadá, ha estado con nosotros hasta finales de octubre, y su presencia ensalza a través de su experiencia la calidad de los intercambios. Nuestros hermanos senegaleses compartieron oraciones escritas que conmovieron profundamente a nuestros hermanos de la prisión y llegaron hasta lo más profundo de su alma hermosa que se expande en bondad.
Se ha creado una fraternidad que está evolucionado. Gracias, Dios, por vivir dentro de cada uno y por hacer posible esta hermandad moroncial mediante tu divina presencia.
Agnès Lazare
Bélgica
lazaragnescarla at gmail-dot-com