Centrarse en la Madre

Hace dos mil años, en una montaña de Oriente Próximo, se produjo un acontecimiento que nunca antes había ocurrido ni volverá a ocurrir en este universo. Fue una ocasión trascendental conocida por nosotros como el monte de la transfiguración, pero este término es solo semiexacto. Las actividades sí tuvieron lugar en el monte Hermón, y tres humanos presenciaron a su Maestro, Jesús de Nazaret, en una forma nunca vista; se despertaron para ver a su amigo humano «transfigurado» en un ser resplandeciente de luz celestial. Sin embargo, Jesús no se transfiguró realmente. En el sentido cósmico, permitió que sus apóstoles lo vieran en forma sobrehumana, aunque no en toda su gloria como Hijo Creador, pues esa energía divina probablemente consumiría a sus amigos y probablemente también a las rocas de la montaña. «Nadie puede ver a Dios y vivir».

El aspecto más singular de la reunión, que no puede repetirse, fue la participación de tres humanos, junto con un humano divino, una Hija Creativa divina y dos de sus hijos espirituales de más alto rango. La conferencia era necesaria por varias razones: para que Jesús/Miguel recibiera de Gabriel y del Padre Melquisedec una sesión informativa sobre los asuntos del universo, incluido el éxito de su otorgamiento, y para planificar el capítulo humano final de la misión de Jesús; para revelar dramáticamente su divinidad (a través de los controladores físicos a «petición de Jesús») a sus asociados humanos más cercanos; y también para permitir que Miguel y su pareja intercambiaran palabras de amor y apoyo (no reveladas, pero es lo que digo).    

Significado de la transfiguración

Lo que vieron Pedro, Santiago y Juan en el monte de la transfiguración fue un momento fugaz del espectáculo celestial que tuvo lugar aquel memorable día en el monte Hermón. La transfiguración puso de manifiesto lo siguiente:

                  1. La aprobación por parte del Hijo-Madre Eterno del Paraíso de la plenitud del otorgamiento de la vida encarnada de Miguel en Urantia. Jesús recibió entonces la garantía de haber cumplido los requisitos del Hijo Eterno, y Gabriel trajo a Jesús esa garantía.

            2. El testimonio de la satisfacción del Espíritu Infinito en cuanto a la plenitud del otorgamiento en Urantia a semejanza de carne mortal. La representante del Espíritu Infinito en el universo, compañera directa y colaboradora permanente de Miguel en Salvington, habló en esta ocasión a través del Padre Melquisedec. 158:3.3 (1755.3)

La inclusión de la Ministra Divina en esta reunión familiar suele pasar desapercibida. Sin embargo, una lectura atenta no deja lugar a dudas de que la consorte de Miguel se hizo presente. Por qué los seres intermedios redactaron el pasaje de este modo, aludiendo al Espíritu Madre de Nebadon, es una cuestión interesante. También puede estar relacionado con el contenido no divulgado de su charla celestial (pista: fue una conversación muy personal). Por supuesto, tomamos nota del hecho de que nuestra Madre Divina siempre está estacionada en Salvington, sosteniendo las corrientes vitales y los circuitos mentales de nuestro universo, y habló a través de un intermediario. Rara vez hablamos del amor de nuestros dos Padres Creadores universales entre sí. Quizá porque es un afecto tan elevado y sagrado que la mente mortal no puede concebirlo. Sin embargo, es el patrón que se instala en nosotros, compartido cuando reunimos el valor para amar a los demás al límite de nuestra capacidad, sea cual sea. Es lo que estamos llamados a hacer: explorar el límite de amar sin tener en cuenta el valor percibido de quien amamos, como hacen nuestro Padre y nuestra Madre Creadores.  

Todos los que estaban en la montaña aquella noche sabían que Jesús estaba destinado a ser martirizado, aunque sus amigos humanos lo negaran. Era demasiado para ellos. Puede que fuera demasiado para nuestra Ministra Divina. Su compañero había estado fuera en una peligrosa misión, ya había sufrido graves penas humanas, y lo que se avecinaba pondría a prueba a Jesús en el «drama de la pasión» más injusto y bárbaro de la historia. Si yo escribiera la historia de su separación final en la encarnación, obedeciendo al plan de educación creadora del Padre, esto es lo que la persona más bella de Nebadon diría a su más bella compañera: «Oh, cariño, lo has hecho muy bien. Ahora sé fuerte; pronto volveremos a estar juntos. Te amo con el corazón de nuestro universo».