Aplicación del pensamiento científico a la cosmología de El libro de Urantia

Ken Glasziou era un científico y estudiante de El libro de Urantia que se esforzaba por hacer que su razonamiento fuera comprensible para los lectores en general. Como uno de esos lectores en general, solía interesarme lo que él decía. Hace poco me llamó la atención algo que escribió en un artículo de 2002 titulado «Las matemáticas y la ciencia se ponen al día con El libro de Urantia», donde señalaba la importancia de las matemáticas y también algunas de sus limitaciones.

La ciencia se desarrolla tan rápido que no sé realmente si sus comentarios siguen siendo relevantes, pero me llevó a pensar en la aplicación del pensamiento científico a la cosmología tal como se explica en El libro de Urantia.

Los científicos han intentado desarrollar una teoría que dé cuenta de todo lo que hay en el cosmos, tanto a gran como a pequeña escala, desde los mayores cúmulos de galaxias hasta las partículas más pequeñas que hay dentro de los átomos. Algunos de los físicos y matemáticos más consumados se han entregado a esta tarea, hasta ahora sin éxito, ya que se limitan a considerar solo una parte del conjunto que constituye el cosmos.

Aunque han desarrollado algunos de los métodos más asombrosos para medir tanto las partículas subatómicas por un lado como los enormes agregados de materia por otro, no han sido capaces de combinarlos en una teoría unificada que dé cuenta de todas las mediciones. Siempre parece haber algo que no encaja.

Como la ciencia y las matemáticas están tan entrelazadas, los científicos han intentado tratar la cosmología como si fuera un aspecto de la ciencia material. Piensan que, con suficientes mediciones e ingenio matemático, se puede derivar una teoría del origen, la función y la evolución del cosmos material que dé cuenta del pasado, presente y futuro (y de todas las variaciones inesperadas de los fenómenos) dentro de un sistema matemático contenido en sí mismo que es a la vez evidente y se explica por sí mismo.

Esperan ser capaces de entender y generar la vida, y consideran que el propósito y el destino son artefactos de los caprichos de las criaturas porque rechazan las nociones teleológicas del desarrollo por ser engañosas.

Los estudiantes de El libro de Urantia verán inmediatamente que hay problemas con este punto de vista. En lo que respecta a la vida, el libro afirma sin rodeos que la ciencia nunca será capaz de crearla, por mucho que los científicos crean que se acercan a ella. Como dice un Mensajero Poderoso:

Después de que se realicen progresos aún más grandes y descubrimientos adicionales, después de que Urantia haya avanzado inconmensurablemente en comparación con el conocimiento actual, aunque consigáis controlar las rotaciones energéticas de las unidades eléctricas de la materia hasta el punto de modificar sus manifestaciones físicas — incluso después de todos estos posibles progresos, los científicos serán siempre incapaces de crear un solo átomo de materia, o de producir un destello de energía, o de añadir nunca a la materia aquello que llamamos vida. [Documento 42:1.4, página 468.1]

En cuanto al propósito y el destino, el libro tiene bastante que decir. Como dice un Consejero Divino:

Incluso en el estudio de la evolución biológica del hombre en Urantia, el enfoque exclusivamente histórico de su situación actual y de sus problemas corrientes presenta graves objeciones. La verdadera perspectiva de cualquier problema sobre la realidad — humano o divino, terrestre o cósmico — sólo se puede obtener mediante el estudio y la correlación completos e imparciales de tres fases de la realidad universal: el origen, la historia y el destino. [Documento 19:1.6, página 215.3]

La correcta comprensión de estas tres realidades experienciales proporciona la base para una sabia estimación de la situación actual.

Pero antes de entrar en materia, es importante recordar a los lectores que el libro da de lo suyo a los científicos. En el estudio de los fenómenos puramente materiales, la ciencia ha hecho maravillas por nosotros los mortales. No solo ha sido responsable de las comodidades y oportunidades de la civilización occidental, sino que de paso ha destruido gran parte de la ignorancia supersticiosa que impedía el desarrollo cultural y era responsable de tanta miseria humana en las épocas precientíficas.

Con la aplicación de la inteligencia racional a la teología, a partir de pensadores como Tomás de Aquino volvió a estudiarse la lógica de Aristóteles en los primeros siglos después de la crucifixión. La dificultad estaba en que todo lo que era un poco diferente o poco ortodoxo tendía a ser clasificado como herejía y se intentaba eliminar de inmediato por casi cualquier medio, lo que le costó la vida a bastantes «herejes». El único enfoque aceptable para el cristianismo y la Iglesia era la revelación. Pero después de un tiempo se aceptó que había un pensamiento racional aceptable sobre el cristianismo y la iglesia. Así fue como nació la ciencia dentro del cristianismo.

La subsiguiente «Ilustración», que mucho más tarde se convirtió en rechazo a la influencia de Dios sobre el cosmos y finalmente en negación de la existencia misma de Dios, constituyó una revolución en el pensamiento científico, que El libro de Urantia considera que otorgó algunos beneficios que no deberíamos descartar demasiado rápido. Sin embargo, ha privado a la ciencia de la visión que habría impedido que se restringiera al ámbito de la materia/energía.

La ciencia material ha tenido sus éxitos en la representación de la materia/energía. Este es el ámbito en el que el pensamiento racional y las matemáticas son supremos. La teología, la superstición o el secularismo no son formas de acercarse al cosmos material. Como señala la Comisión de los Intermedios:

El laicismo nunca podrá traer la paz a la humanidad. Nada puede sustituir a Dios en la sociedad humana. ¡Pero poned mucha atención! No os apresuréis a abandonar las ventajas beneficiosas de la sublevación laica que os ha liberado del totalitarismo eclesiástico. La civilización occidental disfruta hoy de muchas libertades y satisfacciones debido a la sublevación laica. El gran error del laicismo fue el siguiente: Al sublevarse contra el control casi total de la vida por parte de la autoridad religiosa, y después de conseguir liberarse de esta tiranía eclesiástica, los laicos continuaron adelante iniciando una sublevación contra el mismo Dios, a veces tácitamente y a veces de manera manifiesta. [Documento 195:8.6, página 2081.6]

Sin embargo, dicho esto, la ambición de desarrollar una teoría unificada para explicar el cosmos mediante el estudio de sus aspectos materiales sigue siendo un sueño imposible. Como explica El libro de Urantia, la realidad que asume la ciencia es en realidad solo una parte del todo, e incluso esa parte tiene su origen en una realidad supramaterial. Los reveladores explican que en la situación original no hubo nada más que pre-Dios, una infinidad que constituye el potencial de Dios. Los reveladores señalan que esa infinidad, a la que llaman el YO SOY, es todo lo que existe. No hay vacío, ni espacio ni nada en absoluto, excepto el YO SOY, y el YO SOY se autometamorfosea en todo lo que puede concebirse como real.

En consecuencia, no hay nada que no esté compuesto de YO SOY en alguna forma. Toda la materia, la mente, el espíritu y la personalidad consisten en la esencia del YO SOY. Nada puede ser excluido porque no hay nada más. Todo está compuesto de alguna metamorfosis de YO SOY, incluyendo el cosmos material que supone la ciencia material. Por supuesto, también incluye mucho más que el cosmos material, que la ciencia asume que es todo lo que hay: el espíritu, la mente y las realidades personales que la ciencia ignora.

Sin embargo, al afirmar esto debemos tener cuidado de no caer en el error del panteísmo. La metamorfosis del YO SOY implica una separación de la parte que contiene el potencial de la Deidad de todo el resto. El potencial de la Deidad se conoce como el Absoluto de la Deidad, mientras que todo lo no deificado permanece como el Absoluto No Cualificado, y es dentro de este Absoluto No Cualificado donde está contenido el potencial del cosmos material. El cosmos materialista, por tanto, no está deificado, y hay que rechazar la noción errónea del panteísmo de que es parte de la Deidad. La realidad material, aunque se deriva del YO SOY, no forma parte de la Deidad. Es una consecuencia de la acción de la Deidad, pero por sí misma no está deificada.

El potencial no deificado del cosmos material se activa mediante una nueva metamorfosis en la que la Deidad hace que los aspectos personales de sí misma aparezcan como el Hijo Eterno, estableciendo así al Padre como personal, mientras actualiza el Paraíso como controlador del cosmos material. Así, podemos ver el cosmos material como un mecanismo, y a primera vista eso sugeriría que es razonable la ambición de la ciencia de formular una teoría unificada contenida en sí misma. Pero la ciencia no es consciente del hecho de que el controlador mecanicista, el Paraíso, es en sí mismo causado por la Deidad, y en última instancia responde a la Deidad. El Padre Universal, actuando a través de la Trinidad, podría ejercer un control directo de las funciones del Paraíso, pero no lo necesita porque el Paraíso ha sido diseñado de forma tan experta que no necesita supervisión.

Hay aspectos de la Deidad que no son personales. Esas otras realidades son las propiedades de aquellas metamorfosis del YO SOY que dan lugar a la Deidad, y como explican los reveladores, la Deidad contiene la personalidad que se manifiesta como Dios, el Padre Universal. La Deidad propaga el espíritu a través del Hijo Eterno, que está personalizado por Dios, y también la mente a través del Espíritu Infinito, igualmente personalizado por Dios, permitiendo así que el espíritu y la materia interactúen. El hecho de que estas personalizaciones de la Deidad estén unificadas en la Trinidad no disminuye en absoluto el control de Dios. Él podría realizar las funciones del espíritu y la mente si así lo decidiera, pero no lo necesita porque las otras personas de la Deidad lo hacen tan bien que no hay necesidad de que él interfiera. Como señala un Censor Universal:

El Padre Universal, el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito son personas únicas; ninguno de ellos es una copia; cada cual es original; todos están unidos. [Documento 10:2.6, página 110.4]

Dios es la personalidad de la Deidad, pero aún queda mucho de la Deidad que no es personal. Hay cosas como los circuitos de presencia del Hijo Eterno y del Espíritu Infinito, la gravedad del espíritu y la mente, los circuitos de los Espíritus Reflectantes, la mente cósmica de los Espíritus Maestros, y sin duda mucho más. Estos fenómenos son Deidad pero no son personales, y por lo tanto no son Dios Padre.

El destino es permitir que el espíritu domine la materia a través de la mente, según la dirección de la personalidad, y de ello pueden derivarse algunos aspectos del propósito de Dios. Pero para la ciencia material el destino y el propósito son productos de la mente mortal. La ciencia reconoce la mente, pero la considera simplemente el resultado del cerebro mortal. Ciertamente, el cerebro mortal exhibe algunos resultados medibles, pero eso es solo una fracción de su función, que la ciencia confunde con el todo. Como consecuencia, la ciencia considera las cuestiones de destino y propósito como expresiones puramente subjetivas de las mentes mortales y las descarta como delirios teleológicos.

Queda claro, pues, sin necesidad de insistir, que la realidad es un fenómeno mucho más complicado de lo que supone la ciencia material. Siendo así, no es de extrañar que la ciencia sea incapaz de formular una descripción de la realidad que abarque todas sus medidas, sea autoconsistente y no contenga supuestos teleológicos. Parece probable que la ciencia luche con esto hasta que esté preparada para aceptar que el cosmos material tiene antecedentes y consecuencias supramateriales que solo se pueden abordar mediante técnicas reveladoras.

Tuvieron que pasar muchos siglos para que ocurriera lo contrario, es decir, para que las técnicas reveladoras estuvieran preparadas para aceptar la razón como una aproximación legítima a la realidad. ¿Tendrá que pasar el mismo tiempo para que la razón acepte las técnicas reveladoras como un enfoque legítimo a la realidad científica?