Reflexiones para los instructores y creyentes de la quinta revelación

The Teacher-handsLa cuarta revelación de época, la que trajo nuestro Hijo Creador a este mundo bajo la identidad humana de Jesús de Nazaret, tiene una relación muy estrecha con la inmediatamente posterior, la quinta revelación, contenida en El libro de Urantia. Quizá por eso, cuando leemos la cuarta parte del libro no podemos evitar sentir que los intermedios encargados de revelar la vida y las enseñanzas de Jesús no se están limitando simplemente a describir los hechos del séptimo otorgamiento de Miguel de Nebadon, sino que también están transmitiendo enseñanzas muy valiosas para el éxito de la diseminación de la quinta revelación de época.

Más concretamente, hay una sección del Documento 159 (La gira por la Decápolis), de título «Las instrucciones para los educadores y los creyentes», que merece mucho la pena estudiar detenidamente. Estas instrucciones fueron parte de una charla que Jesús dio con el fin de expresar “los principios que deberían guiar a los que predican la verdad» e «impulsar a todos los que enseñan el evangelio del reino” [Documento 159:3.1, página 1765:3]

Por lo tanto, os invito a que reflexionéis conmigo sobre cada uno de los párrafos de estas profundas enseñanzas. Probablemente a vosotros se os ocurrirán muchos otros matices, otras ideas, que me encantaría que compartierais después de esta presentación. Lo verdaderamente importante es que captemos la verdad, la belleza y la bondad de estas enseñanzas y que las transmitamos en nuestro vivir diario.

Empecemos pues con estas enseñanzas de Jesús, resumidas y expuestas en lenguaje moderno:

Respetad siempre la personalidad del hombre. Una causa justa nunca se debe promover por la fuerza; las victorias espirituales solo se pueden ganar por medio del poder espiritual… [Documento 159:3.2, página 1765:4]

José Luis Aranguren, filósofo español ya fallecido, decía en su ensayo Ética: «No se debe nunca luchar injustamente, ni siquiera contra la injusticia«. Y es totalmente cierto. No podemos usar métodos ilícitos para transmitir lo que es lícito para nosotros. Y la fuerza, desde luego, es un método ilícito que no respeta en absoluto la personalidad única en todo el universo de cada uno de nuestros semejantes.

Por mucho que pensemos que las enseñanzas del libro son muy superiores a cualquier otra doctrina, religión o corriente de pensamiento, jamás debemos imponérselas a nadie porque entonces no estamos respetando su personalidad, su camino, su libre albedrío.

… No se deben emplear los argumentos abrumadores ni la superioridad mental para coaccionar a los hombres y a las mujeres para que entren en el reino… [Documento 159:3.2, página 1765:4]

Seamos sinceros. ¿Cuántas veces hemos sentido la tentación de sentirnos superiores por conocer una revelación que hoy día todavía es muy poco conocida en el mundo? ¿Y cuántas veces hemos sentido el impulso de emplear el sarcasmo y los comentarios hirientes ante personas que no creen o piensan lo mismo que nosotros?

… Aunque la emoción, como factor en las decisiones humanas, no se puede eliminar por completo, los que quieran hacer progresar la causa del reino no deberían recurrir directamente a la emoción en sus enseñanzas… [Documento 159:3.2, página 1765:4]

Esta reflexión me parece valiosísima. Me hace recordar inmediatamente el recurso de muchas iglesias cristianas a la emoción para reforzar los vínculos dentro de la comunidad de creyentes y sobre todo con los instructores religiosos. Creo que en esto hemos de estar muy alerta y vigilantes y seguir las indicaciones que nos dejó el Maestro.

… Apelad directamente al espíritu divino que reside en la mente de los hombres. No recurráis al miedo, a la lástima o al simple sentimiento… [Documento 159:3.2, página 1765:4]

Estos recursos que se mencionan aquí son justamente los más utilizados por las religiones institucionalizadas, en la que el cristianismo (la religión sobre Jesús) no ha sido una excepción. ¡Cuántas veces se nos ha amenazado con el castigo eterno del infierno si «pecábamos»! ¡Cuántas veces se ha recurrido a la lástima a la hora de intentar inculcarnos las bondades de la penitencia, mostrándonos por ejemplo el suplicio que sufrieron los mártires del cristianismo temprano!

Como encargados de transmitir la buena nueva, debemos tener siempre presente que nuestros semejantes también tienen en su interior una chispa divina, su Ajustador del Pensamiento. Solo por eso ya merecen nuestro respeto y nuestra consideración. Pensemos en ellos como peregrinos del tiempo y del espacio, que es lo que son. Ellos y nosotros.

… Cuando apeléis a los hombres, sed justos; ejerced el autocontrol y manifestad la debida compostura (…) Recordad que he dicho: «Mirad, me detengo en la puerta y llamo, y si alguien quiere abrir, entraré».  [Documento 159:3.2, página 1765:4]

Esa es la actitud: no debemos cruzar la puerta de una casa si el dueño no nos ha invitado a cruzarla. Las personas valoran muchísimo que se respete su libertad de pensamiento y acción. Esa es la línea roja que nunca debemos cruzar cuando demos a conocer la revelación, pues de lo contrario no seríamos coherentes con las enseñanzas de verdadera libertad que ofrece la quinta revelación.

¿Os habéis dado cuenta de todas las buenas, bellas y verdaderas enseñanzas que había en este párrafo? ¡Y solo hemos desmenuzado uno de los muchos que hay en esta sección!

Cuando atraigáis a los hombres hacia el reino, no disminuyáis ni destruyáis su autoestima. Una autoestima excesiva puede destruir la humildad adecuada y terminar en orgullo, presunción y arrogancia, pero la pérdida de la autoestima acaba a menudo en la parálisis de la voluntad. Este evangelio tiene la finalidad de restablecer la autoestima en aquellos que la han perdido, y en refrenarla en los que la tienen… [Documento 159:3.2, página 1765:5]

Aunque suene a lugar común, es imprescindible quererse uno mismo para poder amar y servir a los demás. Como me gusta recordar, “El amor es el deseo de hacer el bien a los demás”, y hacer el bien a los demás pasa por ayudarles a que progresen, a que sean más de lo que son, y para ello mantener la autoestima de nuestros semejantes en su justa medida es fundamental. Tengamos en cuenta que esas personas pueden a su vez amar y servir a los demás y propagar así el virus benigno del amor. De eso trata el evangelio de Jesús.

…No cometáis el error de limitaros a condenar las equivocaciones que veáis en la vida de vuestros alumnos; recordad también que debéis reconocer generosamente las cosas más dignas de elogio que veáis en sus vidas. No olvidéis que no me detendré ante nada para restablecer la autoestima en aquellos que la han perdido, y que realmente desean recuperarla. [Documento 159:3.3, página 1765:5]

El Maestro aplicó esta regla de conducta, y nosotros debemos también aplicarla. ¡Cuántas veces reprochamos o criticamos a otros lo que consideramos censurable en sus vidas! Somos demasiado generosos con las críticas y demasiado avaros con los elogios. No se trata de elogiar cualquier nimiedad, pero todo el mundo tiene puntos buenos que debemos reconocer y hacer que nuestros semejantes sepan que los valoramos positivamente. ¿Quién puede resistirse a un elogio sincero? Inmediatamente hace que tengan una actitud más receptiva.

Cuidad de no herir la autoestima de las almas tímidas y temerosas. No os permitáis ser sarcásticos a expensas de mis hermanos ingenuos. No seáis cínicos con mis hijos atormentados por el miedo.   [Documento 159:3.4, página 1765:6]

Sé muy bien que a las personas tímidas les cuesta mucho expresar sus ideas y pensamientos ante los demás. Si encima se les arrolla emocional e intelectualmente echando mano del sarcasmo, no solo se herirá su autoestima sino que les costará todavía más abrir su corazón incluso ante otras personas, por miedo a que vuelvan a herirlas. Por eso es importante escuchar y tener una actitud amorosa que les dé confianza. El sarcasmo y la ironía son recursos muy atrayentes porque ponen inmediatamente a quien los utiliza en una posición de superioridad intelectual, pero no se trata de sentirnos superiores a los demás, sino de ayudarles a que vean por ellos mismos las riquezas del templo.

El desempleo destruye la autoestima; por lo tanto, recomendad a vuestros hermanos que se mantengan siempre ocupados en las tareas que han elegido, y que hagan todo tipo de esfuerzos por conseguirle un trabajo a aquellos que se encuentran sin empleo. [Documento 159:3.4, página 1765:6]

Aunque inicialmente se pueda pensar que es mejor vivir sin trabajar, el trabajo realmente dignifica a las personas, y no hay nada más destructivo para la autoestima que encontrarse sin empleo. Por eso una manera de ayudar a los demás es ayudarles a que encuentren la forma de mantenerse ocupados y de que busquen un trabajo que les haga felices y que les haga sentirse útiles para su familia y para la sociedad.

Dar a conocer las enseñanzas está bien, pero no nos olvidemos de que se trata de ayudar a los demás en lo que estos necesiten. No por ser necesidades mundanas debemos ignorarlas pues estas también es necesario cubrirlas.

No seáis nunca culpables de utilizar tácticas indignas como la de intentar asustar a los hombres y a las mujeres para que entren en el reino. Un padre amoroso no asusta a sus hijos para hacer que obedezcan sus justas exigencias.   [Documento 159:3.5, página 1766:1]

Una vez más, no debemos usar tácticas ilícitas aunque los fines sean lícitos, pues eso invalida automáticamente nuestras buenas intenciones. El miedo en ningún caso es una táctica lícita y, si el Padre no la utiliza con nosotros como padre amoroso que es, nosotros tampoco debemos emplearla con nuestros hermanos. No se puede obligar a nadie a entrar en el reino, por muy bueno que sea para ellos entrar en él. El libre albedrío de nuestros semejantes, igual que el nuestro propio, es sagrado. Como decía el Maestro unos párrafos más atrás, hay que mostrar la puerta e invitarles a cruzar, pero jamás tomarlos del brazo y llevarlos a rastras. Respetar el libre albedrío de los demás es un acto de amor hacia ellos.

Los hijos del reino comprenderán alguna vez que las fuertes sensaciones emotivas no equivalen a las directrices del espíritu divino. Cuando una impresión fuerte y extraña os impulsa a hacer algo o a ir a cierto lugar, eso no significa necesariamente que tales impulsos sean las directrices del espíritu interior. [Documento 159:3.6, página 1766:2]

Esto a menudo es difícil de distinguir. Muchas veces sentimos impulsos en nuestro interior que atribuimos a una manifestación de la guía divina, pero ¿hasta qué punto lo es? Es muy fácil confundir los impulsos irreflexivos que nos empujan a actuar con la orientación del Ajustador. ¿Cómo distinguir realmente la guía del espíritu divino? En estos casos hemos de echar mano de nuestra perspicacia y, si creemos que no es suficiente, pedir al Padre que nos ayude a discernir la guía del Ajustador de nuestras propias impresiones.

Advertid a todos los creyentes acerca de la zona de conflicto que tendrán que atravesar todos aquellos que pasan de la vida que se vive en la carne a la vida superior que se vive en el espíritu. Para los que viven plenamente en uno de los dos reinos, existe poco conflicto o confusión, pero todos están destinados a experimentar un mayor o menor grado de incertidumbre durante el periodo de transición entre los dos niveles de vida. [Documento 159:3.7, página 1766:3]

Os invito ahora a reflexionar sobre cuál ha sido y es vuestra experiencia respecto al conflicto entre la vida material y la vida espiritual. Entiendo que todos los que nos hemos comprometido a difundir la quinta revelación deseamos darle mayor importancia a la vida espiritual y nos esforzamos por vivir en su reino y en alejarnos cada vez más de la vida material, pero esta lucha no es fácil. Vivimos en un mundo material con unas exigencias que, sean reales o ficticias, nos empujan rápidamente hacia él. La vida es un continuo tira y afloja agotador, que solo a base de desearlo y de entrar en comunión con el Padre hace que la lucha sea cada vez menos intensa y finalmente vaya ganando el lado espiritual de la vida.

Todos hemos de pasar por ello porque forma parte de nuestra condición de criaturas mortales del espacio y del tiempo, y no debemos desanimarnos si a veces lo material parece ganar la partida en algún momento de nuestra vida. Lo importante es ser conscientes de que hay que seguir esforzándose y de que no estamos solos, pues la guía divina está en nuestra mente precisamente para espiritualizarnos. ¡Tampoco seamos unos jueces demasiado duros con nosotros mismos!

… Cuando entráis en el reino, no podéis eludir sus responsabilidades ni evitar sus obligaciones, pero recordad que el yugo del evangelio es cómodo y que el peso de la verdad es ligero. [Documento 159:3.7, página 1766:3]

Como personas comprometidas con la difusión de la quinta revelación, que queremos formar parte del reino al que alude el Maestro, somos conscientes de que ya no podemos alegar desconocimiento. Sabemos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, que el hecho doble de la paternidad de Dios y de la hermandad de los hombres nos obliga a ser consecuentes con este hecho en nuestras vidas. El Maestro no nos pide consentimiento intelectual ante esta doble verdad sino que pide que la vivamos a cada momento de nuestra vida. No es fácil, pero tampoco es imposible, si lo hacemos tan nuestro que actuar según este principio es tan automático como cuando usamos, por ejemplo, nuestra lengua materna para comunicarnos. Es cierto que de pequeños tuvimos que aprenderla, pero lo hicimos de manera natural y ahora la manejamos de manera más que satisfactoria para expresar nuestras ideas y nuestros sentimientos. Nuestra espiritualización progresiva funciona de manera parecida a aprender nuestra lengua materna. Hay que practicar diariamente, utilizar el refuerzo de la conexión periódica con nuestro Ajustador mediante la oración o la meditación, y llegará un momento que nuestras reacciones serán automáticas, no seremos ni siquiera conscientes de pensar «tengo que hacer esto porque es lo que tengo que hacer». Además, no tendremos la sensación de estar sacrificándonos o de estar reprimiendo alguna parte de nosotros. El Maestro no nos pide abnegación ni sacrificio, sino interiorizar el reino de los cielos y ponerlo en práctica con alegría.

El mundo está lleno de almas hambrientas que se mueren de hambre delante mismo del pan de la vida; los hombres se mueren buscando al mismo Dios que vive dentro de ellos. Los hombres buscan los tesoros del reino con un corazón anhelante y unos pasos cansados, cuando todos se encuentran al alcance inmediato de la fe viviente… [Documento 159:5.8, página 1766:4]

Esta parte me recuerda al episodio en el que Jesús y Ganid ayudaron a un niño perdido a encontrar a su madre. Vamos a recordar aquí las palabras del Maestro:

«Sabes, Ganid, la mayoría de los seres humanos son como este niño perdido. Pasan mucho tiempo llorando de temor y sufriendo de aflicción, cuando en verdad se encuentran muy cerca del amparo y de la seguridad, de la misma manera que este niño no estaba lejos de su casa. Todos aquellos que conocen el camino de la verdad y gozan de la seguridad de conocer a Dios, deberían considerar como un privilegio, y no como un deber, ofrecer su orientación a sus semejantes en sus esfuerzos por encontrar las satisfacciones de la vida. ¿No hemos disfrutado de manera suprema con este servicio de devolver el niño a su madre? De la misma forma, los que conducen los hombres a Dios experimentan la satisfacción suprema del servicio humano.» [Documento 132:6.1, página 1465:5]

¿Por qué los seres humanos tenemos tanto empeño en buscar fuera de nosotros lo que ya tenemos dentro? Quizá sea porque la búsqueda interior es la más difícil, aunque pueda resultar paradójico. Pero añado la otra idea que aparece en este párrafo del documento 132: para los que conocen a Dios, debe ser un privilegio y un deber ayudar a sus semejantes a que conozcan a Dios. De eso justamente trata el servicio.

… La fe es para la religión lo que las velas para un barco; es un aumento de poder, no una carga adicional de la vida. Sólo hay una lucha que tienen que sostener los que entran en el reino, y es el buen combate de la fe. El creyente sólo tiene que librar una batalla, y es contra la duda —contra la incredulidad. [Documento 159:5.8, página 1766:4]

La fe nos proporciona la convicción de que existen realidades más elevadas, y la esperanza que nos proporciona nos da energía para afrontar las vicisitudes de la vida. Por supuesto, siempre hay momentos en los que la fe puede flaquear. Vivimos en un mundo en el que hay demasiadas injusticias, la vida en ocasiones resulta muy dura, y es muy fácil desanimarse y caer en el pesimismo y cuestionarse si lo que creemos es real o simplemente un bonito cuento para sobrellevar nuestra existencia. Pero, si nuestra fe resiste la duda y la incredulidad, no habrá nada que pueda con nosotros: seremos capaces de elevarnos por encima de todo el barro de la existencia mundana y las desgracias, si es que nos llegan, apenas nos afectarán porque la fe nos hace fuertes. ¡La fe es nuestro sello de identidad como agondonteros!

Cuando prediquéis el evangelio del reino, estaréis enseñando simplemente la amistad con Dios. Y esta comunión atraerá por igual a los hombres y a las mujeres, en el sentido de que ambos encontrarán en ella lo que satisface de manera más efectiva sus anhelos e ideales característicos… [Documento 159:5.8, página 1766:5]

Quiero destacar aquí lo novedoso de las palabras de Jesús respecto a la idea de Dios que se tenía en aquel tiempo. Los judíos, que eran por aquel entonces el pueblo con la religión evolutiva más progresiva, pensaban en Yahvé, su Dios, como un ser todopoderoso al que había que temer si no se quería ser víctima de su ira. Aquí, el Maestro está diciendo que predicar el evangelio es ni más ni menos que “enseñar la amistad con Dios”. El Padre es, por tanto, no solo nuestro Creador sino nuestro amigo, alguien que nos conoce mejor incluso que nosotros mismos y en quien podemos confiar plenamente pues nos quiere y quiere lo mejor para nosotros. Jesús nos acercó a Dios como ningún otro lo ha hecho. ¿Quién puede estar más cerca de nosotros que un Padre-amigo? Pensar en Dios de esa forma nos da la fuerza de pensar que no importa si el resto de la humanidad nos abandona: hay Alguien que nunca lo hará y que además nos llevará a ser más de lo que somos.

… Decid a mis hijos que no solamente soy sensible a sus sentimientos y paciente con sus debilidades, sino que también soy despiadado con el pecado e intolerante con la iniquidad. En verdad, soy manso y humilde en presencia de mi Padre, pero también soy implacablemente inexorable cuando hay una acción malvada deliberada y una rebelión pecaminosa contra la voluntad de mi Padre que está en los cielos. [Documento 159:5.8, página 1766:5]

Una cosa es la actitud ante las personas que tienen los seres divinos, y otra distinta la actitud ante las transgresiones deliberadas a la voluntad del Padre. Como dice un Consejero Divino en el documento 2:

Dios ama al pecador y detesta el pecado: esta afirmación es filosóficamente cierta, pero Dios es una personalidad trascendente, y las personas sólo pueden amar y odiar a otras personas. El pecado no es una persona. (…) El amor de Dios salva al pecador; la ley de Dios destruye el pecado… [Documento 2:6.8, página 41:6]

Rodán de Alejandría dijo del Maestro:

“Ama ardientemente la bondad y detesta el pecado con la misma intensidad” [Documento 161:2.6, página 1786:1]

Por eso, la reacción de los seres divinos es siempre firme contra el pecado, aunque también es cierto que mantienen una actitud misericordiosa y de amor hacia las criaturas, se hayan descarriado o no.

No describáis a vuestro maestro como un hombre de tristezas. Las generaciones futuras deberán conocer también el esplendor de nuestra alegría, el optimismo de nuestra buena voluntad, y la inspiración de nuestro buen humor. Proclamamos un mensaje de buenas noticias, cuyo poder transformador es contagioso. Nuestra religión palpita con una nueva vida y unos nuevos significados. Los que aceptan esta enseñanza se llenan de alegría, y su corazón les obliga a regocijarse para siempre jamás. Todos los que están seguros acerca de Dios experimentan siempre una felicidad creciente. [Documento 159:3.10, página 1766:6]

¡Qué alejada está la alegría tantas veces de la religión que afirma ser la portadora del mensaje de Jesús! ¡Cuánto hincapié ha hecho en el sufrimiento de la crucifixión, en el valor de la penitencia, el sacrificio y la abnegación para ganarse la salvación, y qué de puntillas se pasa por la alegría de la resurrección! Que, insisto, no es exclusiva de Jesús, sino que todos hemos de pasar por ella tarde o temprano. En esta charla, el Maestro menciona muchas veces la alegría, el regocijo, como actitud vital ante las vicisitudes de la vida. ¡Y esa ha de ser nuestra actitud! Si sabemos como sabemos que la muerte no es el final, que las injusticias y el mal del mundo son pequeñas manchas negras sobre un lienzo blanco, ¿cómo podemos no estar alegres? Si vemos los puntos negros demasiado grandes, es señal de que debemos aumentar la perspectiva e intentar ver lo más posible del lienzo blanco. Veremos entonces que el vivir no solo se hace más llevadero, sino que la existencia material deja de parecernos una dura carga. Es importante insistir en que lo importante es la actitud, “el cristal con que se mira”, según dice el conocido refrán.

Enseñad a todos los creyentes que eviten apoyarse en los soportes inseguros de la falsa compasión. No podéis desarrollar un carácter fuerte si tenéis inclinación por la autocompasión; esforzaos honradamente por evitar la influencia engañosa de la simple comunión en la desdicha. Conceded vuestra simpatía a los valientes y a los intrépidos, sin ofrecer un exceso de compasión a aquellas almas cobardes que se limitan a levantarse sin entusiasmo ante las pruebas de la vida. No ofrezcáis vuestro consuelo a los que se tumban ante las dificultades, sin luchar. No simpaticéis con vuestros semejantes con la única finalidad de recibir a cambio su simpatía. [Documento 159:3.11, página 1766:7]

En este párrafo, Jesús habla de evitar tanto la falsa compasión como la compasión hacia uno mismo. Creo que merece la pena extenderse un poco en lo que me sugiere este párrafo.

¿Qué significa “compasión”? Según el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), se define como “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”. En el caso de la falsa compasión, podríamos decir que esa conmiseración y lástima son fingidas, se exhiben simplemente de cara a la galería sin sentirlas verdaderamente. Pero este párrafo alude también a la compasión mal entendida, cuando sentimos lástima hacia quien no es digno de ella.

Pero, ¿quién es digno de compasión? Podríamos decir que son aquellas personas que pasan por situaciones difíciles y hacen algo por remediarlas. Las personas que esperan que los demás resuelvan sus problemas, que no hacen más que quejarse de lo que les pasa y que le echan la culpa a todo y a todos de sus desdichas, no son precisamente dignas de compasión.

En cuanto a la autocompasión, ¿qué es lo que pretendemos realmente con autocompadecernos? ¿Conseguir que los demás nos tengan lástima? ¿Justificar nuestras limitaciones o echar la culpa de nuestros fracasos a los demás? ¿De qué nos sirve que los demás nos tengan lástima? ¿Nos hace mejores, hace que nos quieran más? ¿O es simplemente conseguir la excusa perfecta para no avanzar, para no crecer?

Un verdadero creyente en el reino, un seguidor de la religión DE Jesús, jamás caerá en la autocompasión. ¿Cómo podría hacerlo, si vive la vida con alegría, si hace todo lo posible para ser fuerte ante las adversidades?

Una vez que mis hijos se hagan conscientes de la certeza de la presencia divina, esa fe abrirá su mente, ennoblecerá su alma, fortalecerá su personalidad, aumentará su felicidad, intensificará su percepción espiritual y realzará su poder para amar y ser amados. [Documento 159:3.12, página 1766:8]

Todos los creyentes en la religión de Jesús (y, por extensión, de la quinta revelación) deben tener muy presentes estos beneficios de tener en nuestro interior un fragmento divino, un trocito del Padre Universal alojado en nuestra mente:

a) La fe abre nuestra mente. Ojo, porque no estamos hablando de la fe ciega, el asentimiento irreflexivo hacia las afirmaciones de otras personas o escritos sagrados. La fe viva, la fe razonada, nos hace siempre más abiertos, pues la Verdad (con mayúsculas) puede estar en cualquier parte. El que tiene fe en realidades que trascienden la existencia humana es por definición un buscador.

b) La fe ennoblece nuestra alma. Somos hijos de Dios por la fe, y por tanto vemos a los demás también como hijos de Dios y por tanto nuestros hermanos.

c) La fe fortalece nuestra personalidad. La fe nos hace afrontar mejor las adversidades de la vida, pues sabemos que lo que vivimos no es lo único que existe, que aquí no acaba todo, que podemos esperar algo mejor.

d) La fe aumenta nuestra felicidad. La esperanza que nos da la fe nos hace más felices incluso en situaciones objetivamente duras. No es la felicidad que da el dinero o los bienes materiales, sino una felicidad mucho más profunda y duradera, pues no depende de algo tan volátil y fugaz como el bienestar material.

e) La fe intensifica nuestra percepción espiritual. Conocer por la fe que tenemos un fragmento del Padre en nuestro interior hace que estemos más atentos a su guía divina, que nos esforcemos en mantenernos en sintonía con ella. Eso nos hace más receptivos a los valores espirituales.

f) La fe realza nuestro poder de amar y ser amados. ¿Cómo no amar a alguien que sabemos que tiene una chispa divina morando en su interior? Todos los humanos de mente normal están dotados de ese don divino del Padre celestial. Podemos ser distintos física e intelectualmente, pero tenemos la misma dotación espiritual, el mismo potencial para alcanzar el Paraíso y llegar hasta la misma presencia de Dios.

Vayamos al último párrafo de la enseñanza de Jesús que aparece en esta sección:

Enseñad a todos los creyentes que el hecho de entrar en el reino no los inmuniza contra los accidentes del tiempo ni las catástrofes ordinarias de la naturaleza… [Documento 159:5.13, página 1767:1]

Muchas veces tendemos a creer que haber tenido el privilegio de conocer las maravillosas enseñanzas de El libro de Urantia nos convierte automáticamente en elegidos para una misión especial, y que eso nos lleva a una especie de inmunidad ante las penurias de la existencia, ya sean estas naturales o provocadas por los hombres. Y es verdad… pero a medias.

En mi opinión, no es casualidad que nosotros justamente y no otros hayan descubierto este libro. En estos primeros años de la diseminación de las enseñanzas de la quinta revelación, tengo la sensación de que alguien “allá arriba” ha fomentado que un grupo de buscadores de la verdad (inicialmente reducido) se encuentren con estas enseñanzas. En todos los años que llevo en contacto con lectores, he leído y escuchado muchísimos testimonios de lectores que encontraron el libro en circunstancias como poco pintorescas, incluso sobrenaturales. En otras ocasiones, ha sido después de una fuerte crisis, o de pedir ayuda mentalmente, o después de años de búsqueda por aquí y por allá. Algunos supieron del libro pero lo dejaron apartado en un rincón durante años. Porque otra cosa es cierta: el libro nos “llega” en el momento justo; ni antes, ni después.

Así que creo que es cierto que sí que somos elegidos, pero eso no implica pertenecer a una elite privilegiada en el sentido de que las penalidades de la vida ya no nos van a visitar. Recuerdo por ejemplo a la Dra. Lena Sadler, esposa del Dr. Sadler y creyente desde el principio en la veracidad de la revelación de Urantia. Murió de cáncer e incluso sufrió la amputación de un brazo años antes debido a un error médico. También sufrió la pérdida de una hija, que es la experiencia más dolorosa que se puede tener como progenitor. No calificaría su vida personal precisamente como fácil, por mucho éxito que tuviera en su vida familiar y profesional.

Creo sinceramente que si se nos ha elegido es porque tenemos la capacidad de impulsar la buena nueva de la revelación, de que nuestra mente es terreno fértil para que las enseñanzas germinen y den fruto. Así que nos han elegido, sí, pero para trabajar duro, no para conseguir fama y reconocimiento públicos.

Me atrevería, eso sí, a hacer una matización a estas afirmaciones: no somos inmunes a las desgracias, pero nuestra actitud ante ellas y el hecho de verlas como lo que son, contratiempos fugaces que nos visitan en el tiempo y el espacio, hace que a la larga estos contratiempos nos visiten cada vez menos. De alguna manera, es como si esa lección ya la hubiéramos aprendido. ¿Y qué necesidad hay de repetir una lección que ya sabemos?

… La creencia en el evangelio no impedirá que tengáis dificultades, pero sí asegurará que no tendréis miedo cuando se presenten las dificultades. Si os atrevéis a creer en mí y empezáis a seguirme de todo corazón, al hacerlo os meteréis con toda seguridad en el camino preciso que lleva a las dificultades. No os prometo liberaros de las aguas de la adversidad, pero lo que sí os prometo es atravesarlas todas con vosotros. [Documento 159:5.13, página 1767:1]

Aquí, el Maestro hace una observación que conviene no pasar por alto: el camino que lleva a entrar en el reino no es un lecho de rosas, y no siempre por las dificultades que entraña el reino en sí, sino también porque corremos el riesgo de resultar incómodos para otros seres humanos, de estar en el punto de mira de aquellos que quieren someter a los demás mediante el miedo y el asentimiento irreflexivo hacia sus verdades. Jesús de Nazaret vivió en sus propias carnes el resultado de predicar la verdad del evangelio y, aunque hoy día no se crucifica a nadie ni se le quema en la hoguera, hay muchas maneras de dañar a las personas: la burla, el descrédito, el aislamiento social, etc.

En esta etapa de la diseminación de la revelación, los que creemos en la verdad de las enseñanzas de El libro de Urantia pasamos más o menos inadvertidos en la sociedad. Todavía somos muy pocos. Pero llegará un momento en que tendremos que ponernos bajo la lupa de los medios de comunicación y del público en general, y habrá que estar preparados para entonces.

Pero todos estos contratiempos presentes y futuros no deberían desanimarnos. Cuando aplicamos la perspectiva cósmica, las desgracias temporales empequeñecen, se relativizan. El progreso espiritual de la humanidad puede ser lento y tortuoso, pero sigue inexorablemente su camino. Podremos dar dos pasos hacia delante y uno hacia atrás, pero el saldo será positivo a la larga. Además, no estamos solos, tenemos muchos seres celestiales caminando junto a nosotros y otras ayudas espirituales: el Ajustador del Pensamiento, el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad, los espíritus ayudantes… Ni uno solo de los seres humanos de este planeta está total y absolutamente solo, aunque el resto de sus semejantes le haya abandonado.

Recapitulemos…

Llegados a este punto, y después de analizar las palabras del Maestro en esta sección en concreto, me gustaría hacer una síntesis de las ideas a mi juicio más importantes de lo que se Jesús dijo a los instructores y creyentes de su época, para aplicarla a la quinta revelación y a los instructores y creyentes de aquí y ahora.

  1. No basta con dar a conocer las enseñanzas: hemos de llevarlas dentro.

Si hay algo que automáticamente desacredita a quien se define como una persona religiosa es hacer lo contrario de lo que dice creer. Si nos comprometemos a dar a conocer las enseñanzas de El libro de Urantia, de poco servirá que demos charlas sesudas o escribamos largos textos sobre la paternidad de Dios y la fraternidad entre los seres humanos si no hacemos de este doble principio el pivote sobre el que gire nuestro vivir. Si hay algo que la gente detecta enseguida es la incoherencia entre nuestras palabras y nuestros actos, y aquellos que nos escuchen pensarán (con razón) que no merece la pena dedicar su atención a unas enseñanzas que no han transformado interiormente a su interlocutor.

Como creyentes en las enseñanzas de la quinta revelación, no podemos caer en el error de las religiones institucionalizadas. Si bien es cierto que es bueno y deseable profundizar en las enseñanzas del libro, no se trata de que nos convirtamos en eruditos o expertos del libro. El libro de Urantia tiene una profundidad y una densidad de conceptos tal que su estudio nos puede llevar toda la vida, pero no perdamos de vista nuestro objetivo final, que es el de progresar espiritualmente.

  1. El fin no justifica los medios, por muy noble que sea ese fin. Las personas nunca son medios sino fines.

Es preferible fracasar al diseminar la revelación que tener éxito mintiendo a otras personas, manipulando a otras personas o utilizándolas de alguna manera. Al ver a una persona como un medio le estamos negando la condición de hermana nuestra, no honramos la chispa divina que mora en su interior. Todos estamos dotados de libre albedrío y ese don es sagrado para todas las personalidades celestiales. Por lo tanto, también debe serlo para nosotros.

No tiene sentido forzar la diseminación de la revelación o intentar acelerarla artificialmente. Hemos de tener siempre presente que “los Altísimos gobiernan en los reinos de los hombres”; ellos tienen sabiduría suficiente para propagar una idea para la cual ha llegado su hora. Cuando sea la hora de la quinta revelación (en un futuro quizá no muy lejano, aunque tampoco lo sabemos), no habrá fuerza en el cielo ni en la Tierra capaz de detener su avance. Mientras tanto, hemos de trabajar y preparar el terreno para cuando llegue ese momento, sin hacernos demasiadas esperanzas en que podamos ver algún avance en nuestra corta estancia en Urantia. Recordemos por ejemplo que muchas generaciones de humanos trabajaron en la construcción del primer Jardín, y ni siquiera vieron llegar a Adán y Eva pues aparecieron en la Tierra miles de años después.

  1. Construir, nunca destruir.

Recordemos que Jesús jamás menospreciaba ni ridiculizaba las creencias de nadie, por muy ridículas que parecieran. Simplemente extraía lo mejor de ellas y las realzaba, ayudaba a sus interlocutores a obtener verdades más elevadas. ¿Qué podemos conseguir menospreciando o ridiculizando a alguien? Como hemos dicho anteriormente, que sus corazones se cierren ante nuestras palabras. Y es imposible transmitir buenas nuevas a corazones cerrados.

El materialismo, a pesar de que esté en retroceso (al menos los Reveladores nos dicen que lo peor de él ya ha pasado) hace que muchas personas se sientan recelosas ante todo lo que sea Dios y la religión. Mucho más si se les habla de una revelación que está fuera de la órbita de las religiones institucionalizadas. ¡Eso aún les desconcierta más! Así que hemos de tener mucho cuidado en cómo tratamos estos asuntos. Lo mejor es intentar buscar puntos en común, aquello en lo que podemos estar de acuerdo, aunque sean los principios éticos más básicos. Aunque nos digan que no creen en nada, todo el mundo cree en algo. Y también es verdad que hay mucha más gente buena que mala y que, para esas personas, la verdad prende en ellas de manera inmediata.

  1. Ser conscientes de que no nos espera la fama ni el reconocimiento público, sino un trabajo callado y anónimo.

El libro de Urantia se publicó en 1955 en inglés, y en español en 1993. A pesar de que se han producido avances en la diseminación de las enseñanzas, está claro que todavía hay pocas personas en el mundo que saben que hay un libro que se llama El libro de Urantia. A veces pienso que, si los lectores hubiéramos formado hermandades secretas, quizá El libro de Urantia habría sido más conocido, porque los seres humanos sentimos una atracción irresistible ante lo secreto y lo prohibido. Pero ese no es el objetivo que debemos perseguir.

No queremos atraer una popularidad súbita que sería perjudicial para la difusión de la revelación. No es sabio dar una publicidad indiscriminada. No estamos para satisfacer la curiosidad superficial de la gente. Lo que queremos es dar a conocer las enseñanzas para que estas transformen poco a poco a las personas y eso lleve poco a poco, generación tras generación, a que el mundo sea un lugar mejor. Primero en nuestro entorno más cercano, y después, si la ocasión se presente, en entornos más amplios.

Esa es la manera: la labor callada y constante. En esta sociedad, que busca lo inmediato y de rápido consumo, que se desecha igual de rápidamente, tenemos que buscar permanecer, crear algo duradero y bueno: en nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro país, nuestro querido planeta Urantia. Probablemente la historia que se escriba en el futuro olvidará nuestros nombres, pero los seres celestiales y el Padre que está en los cielos nos reconocen nuestros esfuerzos desde ahora mismo, y el día que podamos comunicarnos con ellos sin duda nos lo expresarán con palabras que podamos entender.

  1. Hagamos de la alegría nuestra seña de identidad.

Recordemos lo que nos dijeron los Reveladores respecto a Jesús: que era un hombre de alegrías, no de tristezas. No vayamos por la vida con el semblante serio, pensando que lo que hacemos es un sacrificio por los demás. ¡El servicio no trata de abnegación ni de sacrificio, sino de hacer el bien con una sonrisa sincera en los labios! No hemos de servir a los demás porque es nuestra obligación, sino porque queremos hacerlo y, además, estamos encantados de servir, pues el placer que se siente dando es mucho mejor que el que se siente recibiendo. El servicio debe ser nuestra reacción natural ante la vida, debe formar parte de nuestro carácter.

Si hay algo que nos dan las enseñanzas de El libro de Urantia es esperanza en un futuro luminoso, no solo para nosotros sino también para la humanidad. ¿Quién puede no sentirse alegre ante esa perspectiva?

  1. La fe es el mejor combustible para nuestra máquina interior.

La fe tal como se describe en El libro de Urantia, la fe-confianza, la fe razonada, la fe que no está reñida con la ciencia ni con la filosofía, es una generadora incansable de fuerza interior. Las circunstancias de la vida la ponen a prueba innumerables veces y, como seres humanos, a veces perdemos la esperanza o dudamos de que finalmente todo suceda en beneficio de un bien mayor. En esas ocasiones, no hay mejor recarga para la fe que la oración. Recordemos que el mismo Jesús se retiraba de vez en cuando a un lugar alejado para estar en comunión con el Padre. Igual que él, nosotros también necesitamos recargar nuestras baterías espirituales cada cierto tiempo, aunque sea unos minutos al día. De vez en cuando, es importante apartarse de la vorágine cotidiana y vivir el presente de manera consciente. De lo contrario, las exigencias de la vida cotidiana nos hacen perder el norte, nos hacen olvidar el propósito de nuestra vida y de por qué estamos aquí.

  1. Creer en la quinta revelación no nos convierte en elegidos libres de todo mal, sino en elegidos para trabajar duro. Pero será el trabajo más dulce y gratificante que podamos hacer nunca.

Como humanos que somos, es fácil caer en la tentación de sentirnos especiales por haber conocido una revelación como la que está contenida en El libro de Urantia. Pero no nos engañemos: en estos tiempos que nos han tocado vivir, vamos a encontrar rechazo o incluso algo peor: la indiferencia. Comparados con otros movimientos similares, los lectores de El libro de Urantia somos todavía una comunidad insignificante que muy pocos conocen. Eso tiene desventajas, por supuesto, pero también tiene una ventaja importante (en mi opinión), y es que este anonimato nos coloca en una posición muy eficaz a la hora de realizar cambios duraderos en la sociedad. Trabajar fuera del ojo público permite que nuestras energías se dediquen más a una labor efectiva de diseminación que a una labor defensiva. Eso sí, hay que prepararse para ese día (que llegará tarde o temprano) en que estemos expuestos a la opinión pública.

Mientras tanto, como creyentes en la quinta revelación, vivamos nuestra vida con alegría; seamos sabios como serpientes e inofensivos como palomas. Y sobre todo, propaguemos el virus benigno del amor, para que toda la humanidad acabe contagiándose de él. Eso es lo que nuestro Padre sin duda desea que hagamos. Y es nuestra voluntad que se haga Su voluntad.

Muchas gracias a todos por vuestra atención.