Mi relación con Dios: mi madre y mi padre

Mi comprensión de Dios y mi relación con él han cambiado enormemente desde que descubrí El libro de Urantia hace cincuenta años. Me crie en una religión en la que las descripciones masculinas y antropomórficas de la Deidad dominaban el pensamiento religioso del mundo, lo que no es sorprendente, dado que casi todos los aspectos de la sociedad han estado dominados por hombres excepto en el hogar, donde las mujeres han desempeñado a menudo un papel igual o dominante en la vida familiar. Las teologías judeocristiana e islámica, que son los sistemas religiosos predominantes de nuestro tiempo, son producto de y están arraigadas en conceptos de Dios que ponen poco énfasis en Dios como Madre y como Padre. Incluso los Documentos Urantia están escritos de una manera que utiliza mucho más el término Padre y los pronombres masculinos para describir a Dios. Esta preponderancia en el uso me ha llevado a mí y a muchos de los que han estudiado el libro a pasar por alto su innovadora revelación de que Dios es igualmente maternal y posee todos los rasgos y valores que asociamos con lo femenino. 

A medida que profundizaba en el estudio de El libro de Urantia, descubrí que revela en la Trinidad no solo al Padre Universal, sino también a su Hijo Madre Eterno como igual. Juntos dan lugar al Espíritu Infinito, la deidad de la mente y la acción. Nuestro propio Hijo Creador, Miguel de Nebadon y Jesús de Nazaret, está en una asociación perfecta con nuestro Espíritu Madre Creativo en su colaboración cooperativa para crear, mantener y perfeccionar su universo evolutivo mientras representan a sus padres de la Trinidad en su universo. Cada uno tiene diferentes habilidades, cualidades del ser y naturalezas divinas perfectamente diseñadas para complementar y completar al otro. Juntos son nuestros Padres divinos, que proporcionan las vidas y los hogares en los que nacemos y crecemos mientras comenzamos el ascenso al Paraíso y al servicio del universo. Su relación no es de dominio y sumisión, sino de cooperación y coordinación en perfecta armonía. Aprendí que mi relación con cada uno es diferente según las naturalezas divinas, pero en mi experiencia trabajan juntos como uno solo. 

Aunque a menudo no puedo distinguir entre el ministerio de los aspectos Padre y Madre de Dios, he llegado a creer que es importante y útil intentar comprender las diferencias en su relación funcional con nosotros. Hacerlo no solo nos ayudará a desarrollar una comprensión más completa y precisa de la Deidad, sino también a observar el modelo de cómo lo masculino y lo femenino pueden trabajar juntos y complementarse mutuamente, un ideal crucial en un mundo en el que las diferencias de sexo y género son un reto para casi todas las personas a la hora de comprender y adaptarse personal y socialmente.

Diseño Conger

Veo la religión como el intento de conectar con mi Ajustador/Controlador divino interior, de buscar conocer a Dios y la voluntad del Padre para mí, de esforzarme por llegar a ser perfecto como Dios y de servir a la familia divina con amor. Esto es fundamentalmente, pero no exclusivamente, una búsqueda individual descrita en El libro de Urantia como la religión de la experiencia personal (Religion Of Personal Experience), que he llegado a llamar por su acrónimo, el ROPE (cuerda en inglés). Mi experiencia con el Espíritu en la vida diaria me proporciona la oportunidad de tomar decisiones y realizar acciones que el Ajustador utiliza para crear mi alma. Cada valor positivo que adopto, cada decisión moral y acción amorosa en la que participo construye otra pieza de mi alma, otra hebra en mi ROPE que crece y me conecta con Dios. Utilizo esta analogía de la cuerda para describir las diferencias en mi relación con Dios como Padre y como Madre.

He descubierto que tener una relación con Dios como mi Padre es algo que debo desear sinceramente, y que depende de mí alcanzar al Padre a través de mis decisiones y acciones. Al igual que no se puede empujar nada con una cuerda, Dios como Padre nunca me impone ninguna obligación ni me empuja a conectar con él: solo me invita a descubrirle como una realidad de mi vida espiritual interior que puede guiarme y sostenerme. La elección de tener una relación es mi regalo al Padre y permite que sus dones lleguen a mí, y a través de mí a los demás. Mi cuerda es como un cable a través del cual puedo comunicarme con el Padre y recibir poder espiritual. Es como si Dios estuviera en un acantilado alto, imposible de alcanzar por mí mismo, y por eso me ofrece su guía y su fuerza para subir hasta él creando para nosotros una conexión que puede utilizar para tirar de mí hacia él, si tomo la decisión y actúo para agarrarla y mantenerla. Así es como finalmente alcanzo la asociación eterna con Dios y progreso hacia arriba a través de todas las etapas de crecimiento desde aquí hasta el Paraíso.

Mi relación con el Espíritu Madre es algo diferente. ¿Qué es lo que me da nuestra Madre divina? Ella proporciona este universo, la realidad material, mi cuerpo físico y un mundo en el que crecer. Ella es la fuente de mis mentes, tanto la mente adjutora inferior como la mente cósmica superior que se desarrolla funcionalmente con el alma en evolución. Ella es el vehículo en este mundo para el otorgamiento universal del Espíritu de la Verdad, el Espíritu combinado del Padre y de Jesús, su socio Creador. Ella proporciona ayudantes, sus hijas angélicas, para guardarme y guiarme, trabajar conmigo en el cumplimiento de la voluntad del Padre y ser mis compañeras en el largo viaje al Paraíso. 

La gran diferencia entre mi conexión con el Padre y la Madre es que, mientras que debo buscar activamente la conexión con nuestro Padre, el ministerio de nuestra Madre Divina viene a mí y a todos los hijos de Dios sin que tengamos que pedirlo. Es un ministerio concedido universal y gratuitamente a todos. Es como si todos estuviéramos en su vientre, conectados a un cordón umbilical invisible, recibiendo todo el alimento y la nutrición que necesitamos para crecer y convertirnos en hijos de la fe, para finalmente nacer como espíritus de primera etapa cuando dejemos el universo local. Esta es nuestra conexión del cordón con la Madre. Su Espíritu Santo es la primera influencia espiritual que llegó a la humanidad mucho antes que los Ajustadores o el Espíritu de la Verdad. El Espíritu Santo fue el guía exclusivo que ayudó a los pueblos primitivos a descubrir a Dios y los preparó para recibir a los Ajustadores antes de que el Espíritu de la Verdad de Miguel hiciera posible el otorgamiento universal de los Ajustadores del Pensamiento a todos los que pueden tomar decisiones morales.

Finalmente, algo maravilloso sucede cuando elegimos hacer una conexión con Dios como Padre. Completa un circuito de asociación complementaria con nuestro Padre y Madre divinos. Cuando me conecto con el Padre, me permite recibir más del ministerio amoroso de la Madre divina y sus hijos espirituales. La conexión con el Padre nos permite conocer y hacer su voluntad, mientras que nuestra Madre trabaja con nosotros para que eso se convierta en una realidad. Nuestra tarea es trabajar con nuestros Padres del universo y construir una relación personal y funcional con ellos, el máximo de Deidad que podemos comprender en nuestras carreras preespirituales, lo que nos lleva a ti y a mí a su Familia e inicia la conexión eterna con nuestros Padres de la Trinidad que es nuestro destino.  

Nato Pereira

Comprender todo esto me ha llevado a un nuevo camino de crecimiento en mi vida. Recientemente he tenido algunos cambios en mi vida que me han llevado a vivir solo por primera vez, y luego la pandemia de COVID ha reducido mucho los contactos que tengo con otras personas, lo que me llevó poco a poco al lugar dentro de mí donde reconocí que mi relación principal en la vida era con Dios dentro de mí. He trabajado para desarrollar una relación más profunda con Dios desarrollando prácticas espirituales diarias que están empezando a tener efectos profundos. Ahora reconozco que mi relación con Dios es muy complementaria, y que soy yo quien debe elegir iniciar y mejorar la comunicación. Puedo quedarme aislado y solo, o tengo la oportunidad real de hacer de Dios mi eterno amante divino, que me conoce íntimamente y comparte conmigo todo lo que puede revelar. No hay nada que no pueda compartir con mi Amado. Mi contribución en este amor mutuo es llegar a conocer a mi amante, tratar de saber lo que Dios quiere que haga, tomar la decisión de que mi voluntad sea la de mi Padre Divino y trabajar con todos los espíritus de Dios, aceptando su ayuda para servir a la familia divina.

Lo último que quiero tocar aquí está inspirado en este relevante párrafo que es fácil de pasar por alto en el documento 117, Dios Supremo:

Tras terminar la sexta etapa de existencia y entrar en la séptima y última etapa del estatus de espíritu, seguirán probablemente las edades progresivas de experiencia enriquecedora, maduración de la sabiduría y realización de la divinidad. En la naturaleza del finalitario esto equivaldrá probablemente al triunfo final en la lucha de la mente por autorrealizarse como espíritu, a la coordinación completa de la naturaleza de hombre ascendente con la naturaleza de Ajustador divino dentro de los límites de las posibilidades finitas. Este magnífico yo del universo se convertirá así en el hijo finalitario eterno del Padre del Paraíso y a la vez en el hijo eterno del Supremo Madre en el universo, un yo del universo facultado para representar tanto al Padre como a la Madre de los universos y de las personalidades en cualquier actividad o empresa relacionada con la administración finita de las cosas y de los seres creados, creadores o en evolución. [Documento 117:6.7, página 1288.6]

No tengo ninguna duda de que, a medida que avancemos en nuestras carreras universales, empezaremos a incorporar todos los atributos de la personalidad de Dios que podamos descubrir en nuestra experiencia futura. Nuestro crecimiento completo como personalidad debe abarcar todos los aspectos de nuestra personalidad. La vida de Jesús en Urantia reveló una mezcla completa y equilibrada de todas las mejores características de cada género. Dado que representaremos a Dios como Padre y Madre, debemos abrazar todo lo posible que pueda considerarse masculino o femenino tal y como consideramos ahora estos atributos de género en este mundo. Los atributos que nuestra sociedad considera ahora como masculinos y femeninos, y como otros que ni siquiera podemos imaginar ahora, se mezclarán perfectamente en todo nuestro ser.

Así que abracemos todos los atributos femeninos y masculinos que podamos. Aceptar y expresar lo que se puede considerar como cualidades femeninas o masculinas no nos hace menos mujeres u hombres, pero sí nos hace seres humanos más completos, almas en crecimiento en un universo lleno de diversidad e infinitas posibilidades.