Mensaje del presidente – septiembre 2021

La lectura de El libro de Urantia siempre me sorprende. No importa cuántas veces lea el mismo párrafo, a menudo encuentro un nuevo significado, una nueva revelación, y luego me pregunto cómo no había visto esos significados y valores en mis lecturas anteriores.

Eso me confirma que una revelación solo puede percibirse cuando estamos preparados para verla o sentirla. Tal vez no estemos preparados para entender o percibir ciertas cosas hasta que hayamos tenido ciertas experiencias que nos permitan comprender un mensaje con el valor que se pretende, sin importar cuántas veces el mensaje haya cruzado previamente nuestros ojos, oídos y cerebro. La construcción «evolutiva» del libro también es evidente en nuestro día a día, con los diferentes temas que tratamos a diario y lo que vamos comprendiendo a cada momento.

En efecto, una revelación implica que aprendemos sobre un tema porque alguien nos lo ha revelado; es algo que no podríamos averiguar por nosotros mismos simplemente porque es un asunto que no podemos calcular, probar o descubrir a través de nuestros sentidos normales, pues incluye una realidad que está más allá de lo que percibimos. Sin embargo, el simple hecho de que alguien nos lo cuente no significa necesariamente que lo captemos, ya que puede que aún no estemos preparados para comprenderlo en ese momento; todavía no se dan las condiciones adecuadas para que captemos su verdadero significado. Pero una vez que se dan las condiciones adecuadas podemos sentirlo, es lógico, tiene sentido. Por eso, solo nos impactará si percibimos al instante un valor o significado en él.

A veces me sorprendo pensando en cómo explicaría, por ejemplo a un soldado romano, las características de un teléfono móvil inteligente. ¿Cuánta credibilidad me daría ese soldado y cuánto interés le inspiraría para que percibiera el valor de esa fantástica revelación?

También se me ocurre que tal vez esto explique por qué el servicio es tan importante para difundir las enseñanzas de El libro de Urantia. Es verdaderamente difícil iniciar una conversación de difusión sobre el Ser Supremo, por ejemplo. Podría tener el mismo impacto en la audiencia que el que tendría mi teléfono móvil para un soldado romano. Sin embargo, supongo que cualquiera puede entender y puede ser receptivo a mi voluntad de servir, de cooperar. Si se hace bien puede aportar comodidad, confianza y seguridad, sentimientos que pueden darnos la oportunidad de acercarnos a las enseñanzas desde un punto de interés receptivo y crecer a partir de ahí.

Espero que esta reflexión sea inspiradora e identifique oportunidades para llevar a cabo nuestra misión de difundir las enseñanzas de El libro de Urantia en todo el mundo mediante nuestro servicio entregado.