Las repercusiones del Aleluya

En años recientes, los sitios web han mostrado vídeos virales donde aparecían los llamados «flash mobs». A menudo se veía a los miembros de un coro o una orquesta que se infiltraban subrepticiamente en el vestíbulo central de un gran establecimiento o centro comercial, y a continuación (para sorpresa y disfrute de los compradores allí reunidos, que simplemente se habían desplazado a su tienda favorita para comprar aparatos, chismes o cualquier otra cosa que les llamara la atención) de repente comenzaban a tocar al unísono. Varios de estos vídeos muestran la letra fragorosa y los acordes del coro del Aleluya del famoso oratorio El Mesías de George Frideric Handel, compuesto en 1741 pero interpretado por primera vez en 1742. Aunque las encuestas de opinión raramente consideran estos asuntos, es muy posible que el coro del Aleluya sea la obra coral más querida surgida del reino de la música clásica y que tenga un gran renombre popular, al menos en los lugares donde se habla inglés. Esta es la letra:

¡Aleluya! Dios era omnipotente y ya reina, Y el mundo en gloria
viene a hacer
el reino del Señor,
ya reina aqui
Cristo el Señor; Y reinara por siempre y siempre, Eterno rey; y al Señor, eterno rey.

En el documento 21 de El libro de Urantia, de título «Los Hijos Creadores Paradisíacos”, un Perfeccionador de la Sabiduría duplica la expresión  ‘Rey de Reyes y Señor de Señores’. Por otro lado, parece significativamente más probable que sea una referencia implícita al verso correspondiente de las escrituras cristianas (Apocalipsis 19:16) que una cita al coro del Aleluya. No obstante, deberíamos tener en cuenta que los matices implícitamente políticos de la expresión «el reino de Dios» dieron muchos problemas a los primeros cristianos, tal como señala la Comisión de Intermedios en el documento 170:

Cuando el apóstol Juan empezó a escribir la historia de la vida y las enseñanzas de Jesús, los primeros cristianos habían tenido tantos problemas con la idea del reino de Dios como generadora de persecuciones, que prácticamente habían abandonado la utilización de este término. Juan habla mucho sobre la «vida eterna». Jesús habló a menudo de esta idea como el «reino de la vida». También aludió con frecuencia al «reino de Dios dentro de vosotros». Una vez calificó esta experiencia de «comunión familiar con Dios Padre». Jesús intentó sustituir la palabra «reino» por otros muchos términos, pero siempre sin éxito. Utilizó entre otros: la familia de Dios, la voluntad del Padre, los amigos de Dios, la comunidad de los creyentes, la fraternidad de los hombres, el redil del Padre, los hijos de Dios, la comunidad de los fieles, el servicio del Padre, y los hijos liberados de Dios. [Documento 170:2.24, página 1861:6]

Cuando Handel compuso su oratorio, la palabra rey no estaba desprovista de ningún modo de significado político, y la palabra señor, aunque era considerablemente menos autoritaria de lo que había sido unos siglos antes, todavía retenía matices sustanciales asociados a la jerarquía social y a la clase dominante. Quizá sea más fácil de comprender si ilustramos la cuestión citando el título de una obra literaria que fue extensamente leída durante la segunda mitad del siglo XX y que, cuando se convirtió en fantasía cinematográfica, adquirió una popularidad extraordinaria durante los primeros años del siglo XXI: El señor de los anillos. Dicho lo cual, es razonable estipular que el coro del Aleluya del oratorio de Hendel sigue conmoviendo y emocionando, al menos a personas de formación cultural predominantemente cristiana. En última instancia, esta majestuosa obra coral de mediados del siglo XVIII se ha ganado su popularidad y su renombre claramente entre las personas de habla inglesa. Ahora bien, nos vemos obligados a dar una despedida reticente a los diferentes centros comerciales en los que los coros y las orquestas se ponen a interpretar su tema favorito, para poder trasladarnos a una sala de conciertos donde tener la oportunidad de escuchar «yo sé que mi redentor vive». Esta es la parte siguiente del oratorio de Hendel, que interpreta una soprano en espléndido aislamiento, preferiblemente una soprano coloratura que pueda realizar una serie de explosiones vocales de diferentes tipos que demuestren un talento extraordinario y un gran virtuosismo. En este debate, sin embargo, no tenemos esas ventajas; no podemos confiar en el ritmo, la melodía o la expresión lírica. Al contrario: debemos limitarnos a examinar las palabras que canta la soprano:

Yo sé que mi redentor vive, y que se alzará sobre el polvo: Aunque los gusanos destruyan mi cuerpo, mi alma verá a Dios. Porque ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primer fruto de los que aún duermen.

Aquí tenemos inmediatamente un problema, pues Cristo Miguel de Nebadon, encarnado bajo la forma humana de Jesús de Nazaret, definitivamente no era un «redentor». Además, llamarlo «mi redentor» crea un matiz de exclusividad y posesión que no es atractivo ni placentero, como poco. Cuando continuamos examinando el texto, nos damos cuenta de que la palabra «vive» es o sumamente confusa o simplemente falsa, pues la expresión «Jesús de Nazaret» identifica ahora una parte integral e inseparable de la identidad espiritual completa de nuestro Hijo Creador soberano, Cristo Miguel de Nebadon, no un individuo separado que está actualmente activo y vivo en el reino espiritual. A pesar de la promesa de Miguel de regresar a Urantia, no es preciso afirmar que «se alzará sobre el polvo» (en referencia a los acontecimientos que los cristianos llaman el «Juicio Final»). La expresión «en mi alma veré a Dios» implica también un serio malentendido, que parece surgir de un error fundamental al interpretar una realidad espiritual: la resurrección de Jesús:

La creencia cristiana en la resurrección de Jesús se ha basado en el hecho de la «tumba vacía». En verdad es un hecho que la tumba estaba vacía, pero ésta no es la verdad de la resurrección. La tumba estaba realmente vacía cuando llegaron los primeros creyentes, y este hecho, unido al de la resurrección indudable del Maestro, les llevó a formular una creencia que no era cierta: la enseñanza de que el cuerpo material y mortal de Jesús había resucitado de la tumba. Puesto que la verdad está relacionada con las realidades espirituales y los valores eternos, no siempre se puede construir sobre una combinación de hechos aparentes. Aunque unos hechos individuales pueden ser materialmente ciertos, eso no significa que la asociación de un grupo de hechos deba conducir necesariamente a unas conclusiones espirituales verídicas. La tumba de José estaba vacía, no porque el cuerpo de Jesús había sido rehabilitado o resucitado, sino porque las huestes celestiales habían recibido el permiso solicitado para aplicarle una disolución especial y excepcional, una vuelta del «polvo al polvo», sin la intervención del paso del tiempo y sin el funcionamiento de los procesos ordinarios y visibles de la descomposición mortal y la corrupción material. Los restos mortales de Jesús sufrieron el mismo proceso natural de desintegración elemental que caracteriza a todos los cuerpos humanos en la Tierra, excepto que, en lo que se refiere al tiempo, este modo natural de disolución fue enormemente acelerado, apresurado hasta tal punto que se volvió casi instantáneo. Las verdaderas pruebas de la resurrección de Miguel son de naturaleza espiritual, aunque esta enseñanza esté corroborada por el testimonio de numerosos mortales del reino que se encontraron con el Maestro morontial resucitado, lo reconocieron y conversaron con él. Jesús formó parte de la experiencia personal de casi mil seres humanos, antes de despedirse finalmente de Urantia. [Documento 189:2.6-9, páginas 2023:5-6, 2024:1-2]

Volvamos a la primera línea de la soprano, «yo sé que mi redentor vive». Ya hemos demostrado que «mi redentor» y «vive» no se pueden justificar, lo que deja solo las tres primeras palabras, «yo sé que». Para el caso, las palabras «sé que» deben borrarse también, pues es imposible saber algo que es falso. Por lo tanto, debemos anotar la afirmación como sigue: Yo sé que mi redentor vive. En efecto, esta anotación interpreta también las siete líneas de la soprano, pues hemos encontrado un punto de vista que parece totalmente egoísta. Estas siete líneas se centran de manera abrumadora en proclamar y celebrar el estatus supuestamente privilegiado de un creyente; no ofrecen ni rastro del deseo de servir a otros seres humanos o de participar en esfuerzos conjuntos dirigidos a ayudar a mejorar y actualizar la sociedad. Por lo tanto, bajo mi punto de vista, nos enfrentamos implícitamente a un egoísmo que es intrínseco e intenso. Además, este egoísmo resulta ser una repercusión del Aleluya. Lamento que sea así, y lamento también estar obligado a traer a su atención esta desagradable realidad. Por otro lado, no debemos descuidar otras implicaciones cruciales de estas siete líneas cantadas por una soprano virtuosa. El propósito de esta parte de nuestro discurso no es solo entregarnos a observaciones bastante ácidas, llenas de un artefacto cultural intrigante que hemos heredado del siglo XVIII, sino también, implícitamente, centrarnos en las intensas ansiedades sobre la salvación (supervivencia) que el cristianismo institucional estimula y fomenta casi invariablemente. Estos miedos son endémicos y están por todas partes, pues podemos seguir su rastro de Pablo a Agustín, de Agustín a Lutero y Calvino, y desde su era, hace casi cinco siglos, directamente a la nuestra. La verdad subyacente es que muchos creyentes tradicionales que viven en el nuevo milenio siguen preocupados, enredados y quizá incluso intensamente temerosos debido a las enseñanzas características del cristianismo acerca del infierno y la condenación. En efecto, estos miedos equivalen a las desafortunadas debilidades psicológicas que inspiraron a Charles Jennens, el escriba de Handel, a identificar y compilar estos versos, que llevaron a George Frideric Handel a componer la partitura que permite a una soprano cantarlas y que han evocado el virtuosismo de este solo en cada generación desde entonces. Sin lugar a dudas, es totalmente apropiado que empaticemos con todo ser humano mencionado en el párrafo anterior, ya sea directa o indirectamente, pero la cuestión mucho más importante es que los reveladores nos han legado un relato mucho más estimulante de la transición que lleva a la vida ascendente:

La supervivencia eterna de la personalidad depende enteramente de la elección de la mente mortal, cuyas decisiones determinan el potencial de supervivencia del alma inmortal. Cuando la mente cree en Dios y el alma conoce a Dios, cuando con el Ajustador que estimula todos desean a Dios, entonces la supervivencia está asegurada. Las limitaciones del intelecto, las restricciones de la educación, la privación de cultura, el empobrecimiento de la posición social e incluso unos criterios morales humanos inferiores ocasionados por la falta desafortunada de ventajas educativas, culturales y sociales, no pueden invalidar la presencia del espíritu divino en esos individuos desafortunados y humanamente perjudicados, pero creyentes. La presencia interior del Monitor de Misterio constituye el comienzo, y asegura la posibilidad, del potencial de crecimiento y de supervivencia del alma inmortal. [Documento 5:5.13, página 69:8] El Ajustador del Pensamiento sólo os recordará y enumerará aquellos recuerdos y experiencias que forman parte de, y son esenciales para, vuestra carrera universal. Si el Ajustador ha participado como asociado en la evolución de alguna cosa en la mente humana, estas experiencias valiosas sobrevivirán en la conciencia eterna del Ajustador. Pero una gran parte de vuestra vida pasada y de sus recuerdos, que no tienen un significado espiritual ni un valor morontial, perecerán con el cerebro material; muchas experiencias materiales desaparecerán como antiguos andamiajes que os sirvieron de puente para pasar al nivel morontial, pero que ya no tienen utilidad en el universo. Pero la personalidad y las relaciones entre personalidades nunca son andamiajes; la memoria mortal de las relaciones entre personalidades tiene un valor cósmico y sobrevivirá. En los mundos de las mansiones conoceréis y seréis conocidos, y aún más, recordaréis a, y seréis recordados por, vuestros antiguos asociados en la corta pero misteriosa vida en Urantia. [Documento 112:5.22, página 1235:4]

Antes que centrarse en las enseñanzas positivas e inspiradoras que se parecen a las que los reveladores han compartido con nosotros, los primeros cristianos parecen haber mantenido y desarrollado ideas sobre castigos potenciales en el más allá, que heredaron de la tradición judía. La comisión de intermedios nos dice que, cuando Pedro narró una historia de la hermandad nazarena que Juan Bautista había repetido cuando predicaba en público (una parábola relacionada con un hombre rico llamado Epulón y un mendigo llamado Lázaro), Pedro iniciaba esta narración declarando: “esta antigua parábola no está de acuerdo al evangelio que predicamos”. La aclaración de Pedro, sin embargo, no aparece en el Nuevo Testamento (Lucas 16:19-31). Al contrario, los versos inmediatamente anteriores del capítulo 16 del Evangelio según Lucas consisten en afirmaciones hechas por Jesús. Por lo tanto, el contexto implica que Jesús contó la historia de Epulón y Lázaro y que estaba de acuerdo con las ideas que contenía, incluyendo la afirmación de que Epulón sufrió tormento en el infierno. Como resultado, esta referencia a un castigo potencial en el más allá se adscribió a Jesús y se convirtió en parte integral de las enseñanzas cristianas.  Como contraste, están los comentarios de la comisión de intermedios que aparecen en el documento 188, «El periodo en la tumba»:

Todo este concepto de la expiación y de la salvación a través del sacrificio está arraigado y apoyado en el egoísmo. Jesús enseñó que el servicio al prójimo es el concepto más elevado de la fraternidad de los creyentes en el espíritu. La salvación deben darla por sentada aquellos que creen en la paternidad de Dios. La preocupación principal del creyente no debería ser el deseo egoísta de la salvación personal, sino más bien el impulso desinteresado de amar a los semejantes, y por tanto de servirlos tal como Jesús amó y sirvió a los hombres mortales. Los creyentes auténticos tampoco se inquietan mucho por el castigo futuro de los pecados. El verdadero creyente sólo se preocupa por su separación actual de Dios. Es verdad que los padres sabios pueden castigar a sus hijos, pero hacen todo esto con amor y con un propósito correctivo. No disciplinan llenos de indignación, ni tampoco castigan como represalia.. [Documento 188:4.9-10, página 2017:4-5]

Por implicación, el pasaje citado anteriormente confirma y refuerza nuestro análisis previo del solo de soprano, «Yo sé que mi redentor vive».  Regresemos, no obstante, a la parábola de Epulón y Lázaro, la historia que Pedro narró cuando citaba a Juan Bautista. Puesto que la comisión de intermedios afirma que se pedía frecuentemente a Jesús que comentara esta parábola pero se negaba a hacerlo, es natural que nos preguntemos por qué se negaba. Quizá comprendamos mejor los motivos de Jesús para permanecer callado si revisamos su respuesta a una pregunta que le hizo el apóstol Simón bajo circunstancias totalmente diferentes, cuando Jesús y los apóstoles acababan de comenzar su obra pública y estaban predicando en Amatus. Al parecer, Simón estaba intentando interesar a un persa llamado Tejerma, pero había hecho pocos progresos.

Cuando Simón Celotes y Jesús se quedaron solos, Simón le preguntó al Maestro: «¿Por qué no he podido persuadirlo? ¿Por qué se ha resistido tanto conmigo y te ha escuchado tan rápidamente?» Jesús respondió: «Simón, Simón, ¿cuántas veces te he enseñado que dejes de esforzarte por extraer algo del corazón de los que buscan la salvación? ¿Cuántas veces te he dicho que trabajes solamente para introducir algo dentro de esas almas hambrientas? Conduce a los hombres hasta el reino, y las grandes verdades vivientes del reino pronto expulsarán todo error grave.” [Documento 141:6.2, página 1592:4] (negrita añadida)

En efecto, el espíritu de esta respuesta a Simón se parece mucho a los métodos a los que Jesús había recurrido durante sus conversaciones con los instructores religiosos que conoció en Roma, muchos años antes de lanzarse a su ministerio público en Palestina:

Durante su estancia en Roma, Jesús aprendió muchas cosas sobre los hombres, pero la más valiosa de todas las múltiples experiencias de sus seis meses de permanencia en esta ciudad fue su contacto con los dirigentes religiosos de la capital del imperio… He aquí el método que utilizó para instruirlos: ni una sola vez atacó sus errores ni tampoco mencionó nunca los defectos de sus enseñanzas. En cada caso seleccionaba la verdad que había en lo que enseñaban, y luego procedía a embellecer e iluminar esta verdad en sus mentes de tal manera que en muy poco tiempo este realzamiento de la verdad desplazaba eficazmente el error que la acompañaba; así es como estos hombres y mujeres enseñados por Jesús fueron preparados para reconocer posteriormente verdades adicionales y similares en las enseñanzas de los primeros misioneros cristianos. Esta pronta aceptación de las enseñanzas de los predicadores del evangelio fue lo que dio un impulso tan poderoso a la rápida difusión del cristianismo en Roma, y desde allí, a todo el imperio.. [Documento 132:0.4, página 1455:4] (negrita añadida)

Ahora que los reveladores han realzado enormemente la verdad disponible para la humanidad en lo que respecta al plan de repersonalización de los mortales que los gobiernos de Orvonton y Nebadon patrocinan e implementan, podemos esperar que esta verdad desplace la aprensión y el miedo acumulados que el cristianismo ha estimulado y fomentado durante casi dos mil años. El terror personal resultante fue intensificado y exacerbado por hitos culturales tales como el Infierno de Dante  (un poema épico que consta de unos cinco mil versos, una tercera parte del ciclo sumamente complejo de La divina comedia, que Dante terminó en 1321) y el fresco de la intensamente aterradora era del Renacimiento en el que Miguel Ángel pasó más de seis años pintando en la Capilla Sixtina de Roma (1534-1541). El fresco describe, con la mayor de sus habilidades, su imaginación y su comprensión, los aspectos esenciales de las atractivas enseñanzas del cristianismo respecto al Juicio Final.

Neal Waldrop