Nuestro Padre paradisíaco establece el escenario para nuestra creación particular (el reino de la Supremacía de la Deidad) como realidad finita; está condicionada por el tiempo y el espacio, tiene un comienzo y un destino predeterminado. Esta creación es experiencial: los acontecimientos suceden en secuencias condicionadas por el tiempo, y están restringidos a límites espaciales. El Padre Universal no está restringido ni condicionado por las limitaciones que él ha impuesto en sus creaciones del espacio-tiempo. Está por encima del espacio y el tiempo; no está obstaculizado ni limitado por su creación. Su realidad, tal como existe en su morada eterna del Paraíso, es la realidad absoluta: es existencia en la eternidad, es existencial. La realidad finita que caracteriza a su creación suprema puede imaginarse proyectada en el espacio y actualizada en el tiempo, y se pretende que esta realidad sea experienciable. Los acontecimientos experienciales del tiempo fluyen siempre hacia adelante como la imagen en movimiento de la eternidad que está dentro del espacio finito que representa la sombra fugaz de las realidades del Paraíso.
La realidad finita está experimentando una movilización y perfeccionamiento de la unificación, y la energía que impulsa la realidad de este cosmos finito se origina dentro de los propósitos eternos del Padre Universal.
El gran universo es en el momento presente la única creación organizada y habitada de los tres niveles experienciales proyectados de expresión de la Deidad. Los siete superuniversos en evolución del gran universo son las creaciones del tiempo, y están destinadas a lograr las etapas asentadas de luz y vida. Este estatus de compleción experiencial se logrará como resultado del crecimiento evolutivo condicionado por el espacio y el tiempo. Habrá una integración cósmica total del control del espíritu mediado por la mente sobre las fases materiales del gran universo. Esta síntesis final del espíritu y la materia a través de la mente está dirigida por todas las personalidades participantes, criaturas y divinas, dentro de las creaciones habitadas. Este esfuerzo soberano unificará los siete superuniversos en evolución del espacio y el tiempo que culminan en la Deidad hecha realidad del Ser Supremo.
La creación del gran universo, de los siete superuniversos, se convertirá en un reflejo perfeccionado del modelo perfecto de Havona. La influencia de espíritu de Dios Supremo, que previamente se encontraba solo en Havona, afectará ahora al dominio de la perfección del Supremo a lo largo de todos los superuniversos del gran universo. Como Dios Supremo es de naturaleza experiencial, todos podremos compartir nuestra propia experiencia de Dios Supremo. El surgimiento del Ser Supremo será una personificación unificada de la deidad evolucionada a escala del gran universo.
Dios Supremo
- El Dios del tiempo y del espacio en proceso de actualización o evolución. [Prólogo 0:II:15, page 4:9]
- El primer nivel donde se manifiesta la Deidad unificadora.
- La Deidad personal que hace realidad de manera asociativa el logro experiencial en el espacio-tiempo de la identidad Creador-criatura.
- El logro de la unidad de la Deidad como Dios en evolución y experiencial de las criaturas evolutivas del tiempo y el espacio.
En la edad presente del gran universo del Ser Supremo en evolución, los siete superuniversos del tiempo y el espacio se mantienen aislados entre sí con el fin de maximizar sus diversos potenciales de crecimiento. Cada superuniverso refleja un retrato diferente de varias combinaciones de las tres Deidades personales de la Trinidad paradisíaca, tal como están influidos por la supervisión directa de uno de los siete Espíritus Maestros. Tras el asentamiento de los siete superuniversos en las etapas logradas de luz y vida, los límites impuestos que dividen a los siete superuniversos se levantarán y seguirá una explosión sin precedentes de coordinación suprema de todos los niveles de espíritu, mente y materia. El Ser Supremo en evolución y experiencial experimentará y al mismo tiempo acelerará la factualización de la soberanía de la personalidad.