La gran aventura: el hombre en asociación con Dios

 

Reflexiones de William Sadler Jr. sobre lo que El libro de Urantia significa para él

Al ser esto algo como una reunión abierta de la Sociedad Urantia, reflexioné en detalle sobre lo que podría hablarles que fuera más interesante y útil para todos ustedes. Podemos hablar sobre los hechos de El libro de Urantia, y creo que podría cubrirlos en unos seis meses de conversaciones intensivas. Podemos hablar sobre los significados que pueden derivarse de esos hechos, y supongo que podría cubrirlos en unos dos años. Pero pensé que compartiría con ustedes mis sentimientos hacia este libro (ni hechos, ni significados), qué valor tiene este libro en mi vida como ser humano aquí en la Tierra. Así que tomé como título para esta conversación “La gran aventura: el hombre en asociación con Dios”.

Este libro me atrae porque presenta la historia de la evolución en contraste con la creación por decreto. Dios puede trabajar fuera del tiempo, y de hecho lo hace, pero cuando trabaja fuera del tiempo, ninguna criatura puede participar en ese desarrollo. Cuando Dios trabaja en el tiempo, ralentiza el proceso creativo en algo que llamamos crecimiento evolutivo, y esto permite que una criatura, incluso un ser humano, perciba lo que está pasando y que, si así lo decide, continúe en asociación con Dios, se convierta en socio de Dios en este proceso de crecimiento.

Me gusta la idea de compartir la aventura creativa con la Deidad, y cuando hablo de asociación con Dios no quiero ser irrespetuoso; sé que soy el socio menor y Dios es el socio mayor, pero hay una diferencia cuando eres un socio. Incluso si somos un socio menor, tenemos algo que decir sobre las políticas. No cambio la mente de Dios, pero es mi decisión que él pueda o no cambiar mi mente.

¿Cómo equipa Dios a sus socios menores, a los seres humanos? Bien, es bastante obvio que tenemos cuerpo y mente, pero que no vienen de Dios. ¿Qué equipamiento nos da Dios para que esté dispuesto a entrar en cualquier tipo de asociación limitada con nosotros? Nos da dos piezas de equipamiento de valor incalculable. Primero, nos da un sentido absoluto de la orientación. Recluye una parte de su amor dentro de nosotros. Vive en nosotros, incluso como dice la Biblia: “La verdadera luz que ilumina a todo hombre que llega al mundo”. Esta parte de Dios que vive en nosotros es el amor de Dios hecho realidad para cada uno de nosotros, y esta parte de Dios que vive en nosotros conoce el camino hacia Dios. Señala a Dios de manera tan infalible como la aguja de la brújula señala el norte. Vino de Dios, así que conoce el camino de vuelta a Dios. Es nuestro piloto infalible.

Y Dios nos da una segunda dotación de valor incalculable; nos dota de libre albedrío relativo, de libertad de elección. El piloto no es el capitán. Nosotros somos el capitán. El piloto solo puede conducir a medida que elegimos. Pienso en todos los regalos de valor incalculable que Dios me podría haber hecho, y ninguno superaría la dotación de libertad de elección. En cualquier otro caso, yo sería una máquina. Con libertad de elección, soy una persona. Puedo ser un hijo de Dios. ¿Qué significa libertad de elección? Significa que no tengo por qué responder servilmente a lo que me sucede. Tengo algo que decir respecto a lo que me estoy convirtiendo. Incluso físicamente tengo algo que decir. No puedo evitar tener arrugas, pero puedo elegir qué tipo de arrugas se grabarán en mi rostro. Puedo fruncir el ceño o puedo sonreír.

En el sentido de que tengo libre albedrío relativo, estoy hecho a imagen de Dios. He sido liberado de avanzar siguiendo la causación antecedente. Este libro me enseña que, cuanto más hacia fuera avanzo hacia el nivel material, menos elecciones puedo hacer. No puedo elegir ser más viejo o más joven. Cuanto más hacia el interior me muevo respecto al nivel material, hacia el interior y hacia el espíritu, mayor es mi liberación de elección, hasta cuando llegue a la elección suprema, a favor o en contra respecto a Dios; aquí mi elección no tiene restricciones (en cuanto a si elegir ser Su hijo, hacer Su voluntad), depende en todo de mí. Aquí mi elección es absoluta. Dios nos ha dado este equipamiento perfectamente espléndido: libertad de elección y un sentido absoluto de la orientación. No podemos perderlo si dejamos que el piloto haga un buen trabajo conduciendo.

Al mismo tiempo, Dios nos ha enfrentado a un gran desafío. Todas las religiones enseñan este desafío. Está expresado de varias maneras. El desafío que presentó el cristianismo medieval no era tanto la esperanza del cielo como el miedo al demonio en el infierno. Creo que esto todavía es cierto; muchas personas operan según una base negativa. Recuerdo un amigo mío que devolvió una pieza robada (un reloj de pulsera), y lo devolvió porque tuvo un sueño, y en este sueño se vio sentado en una roca incandescente del trópico eterno, mirando un reloj de pulsera que estaba calibrado en ciclos de eternidad.

Este libro me enseña que tengo un desafío, pero no es el desafío del miedo: es el desafío de una situación. Este libro me dice que me enfrento a este tipo de desafío, y cito el libro: “En el cosmos evolutivo, la energía-materia es la que domina, excepto en la personalidad, donde el espíritu se esfuerza por conseguir la supremacía por mediación de la mente”. Es una frase bastante larga; vamos a trocearla. La energía-materia está aquí primero. Consideremos nuestro planeta. Pasó por su evolución astrofísica antes de que la vida apareciera, y ha estado por aquí durante unos mil millones de años. La vida ha estado aquí solo durante unos dos tercios de ese tiempo.

La vida humana ha estado por aquí solo durante un millón de años aproximadamente, menos de una décima parte del uno por ciento de la historia planetaria física, y cuando el hombre apareció en la Tierra se enfrentó a un entorno material bastante hostil. Tuvo que ajustarse a él, esforzarse por dominarlo, con el fin de sobrevivir.

La mente puede derrotar a la materia porque la mente puede ser ingeniosa, puede manipular la materia. Pero ese no es el reto. El reto es: ¿puede el espíritu dominar la materia, usando la mente como herramienta? Y este reto se mantiene como verdadero solo en la personalidad. ¿Cómo es eso? Solo en la personalidad, que posee la dotación incalculable del libre albedrío, puede la mente elegir atacar la materia por fuera, mientras que al mismo tiempo se subordina a la dirección del espíritu por dentro.

Este libro me da una filosofía madura de la religión, me da una teología que es espiritualmente satisfactoria y al mismo tiempo intelectualmente estimulante. Este libro me permite evitar los dos grandes errores que recortan el pensamiento humano en todo el mundo. Error número uno: “Luchamos solo con el espíritu, con el espíritu sin la mente”. Si realmente creen en esto, sustituirán la oración por el trabajo. Este es el error fundamental del hinduismo y del budismo del sur. Es un error que disfrutan nuestros amigos cristianos de la ciencia. La ciencia cristiana es budismo americano u occidental.

Cuando atacamos los problemas del vivir solo con el espíritu, estamos obligados a negar la realidad de la materia y acabamos con una teología que está llena de espejismos. Los hindúes tienen un nombre para los espejismos de la materia: lo llaman “maya”, no está aquí de verdad. Confían en que todo sea espíritu y dicen simplemente que “el mundo no está aquí”. El budismo hace lo mismo. Me encanta la historia que cuentan sobre tres monjes budistas que están en varias etapas de iluminación. Cada monje se sienta junto al camino con un plato para limosnas y, por supuesto, lo que los monjes con su túnica azafrán piden es comida, no dinero. El primer monje mira su plato de limosnas y ve tres cabellos, una vista muy, pero que muy repugnante. “No me gusta que haya pelo en el plato donde como”. Le molesta. Estos tres cabellos simbolizan la realidad ilusoria del mundo material. El segundo monje está más avanzado en el proceso de iluminación; ve los cabellos, pero no le molestan porque sabe que no son reales. El tercer monje no ve los cabellos.

Ahora bien, hay una alternativa a esto, y demasiadas personas, especialmente occidentales, caen víctimas de la segunda alternativa: esto es, atacar los problemas físicos del mundo solo con la mente, sin el espíritu. Esto está en la raíz del secularismo. Consideremos el punto de vista cristiano medieval. Tomemos Florencia, la Florencia prerrenacimiento. Estamos más o menos en el año 900. Una plaga azota la ciudad, y los devotos florentinos cristianos inclinan la cabeza mientras entierran a sus seres queridos y dicen: “El Señor lo da, el Señor lo quita, bendito el nombre del Señor”.

Llega el Renacimiento y los hombres comienzan a rebelarse contra esta aceptación pasiva de los accidentes materiales, y en su rebelión, se fueron justo al otro extremo. Se convirtieron en seculares: el hombre es la medida de todas las cosas. Hay una respuesta a la peste negra. No desprecio los frutos del secularismo: ha dado como resultado la ciencia moderna, el gobierno representativo, la educación relativamente universal, el estándar de vida más alto que hemos tenido jamás… pero algo no va bien. Con todo este progreso material sin precedentes, ¿han tenido alguna vez los hombres tanto miedo como hoy?

Cuando la mente aborda el problema sin el espíritu progresa, pero este progreso está frustrado y puesto en peligro por el egoísmo, el miedo y la falta de ética, moralidad y amor. No podemos dirigir con éxito una sociedad libre sin Dios, más de lo que podríamos dirigir el sistema solar sin la gravedad.

Lo siento por mis amigos hindúes y budistas que dicen “el mundo es un espejismo, lo haré todo con la oración”. Tiemblo por el futuro de nuestra sociedad secular que intenta solucionar todos estos problemas SOLO CON LA MENTE. Vaya una cosecha de miedo que vamos a obtener. ¿Saben? En toda mi vida, en las principales guerras, hemos matado científicamente a más seres humanos de los que se han matado en toda la historia documentada de la guerra. Algo no va bien con la sociedad secular, ¿verdad? Pero la alternativa no es la sociedad “espiritística”. Este libro me dice que, cuando combinamos mente y espíritu, podemos tener paz en la tierra, sobrevivir a la muerte y tener la gran aventura en el cosmos.

Esta es la filosofía más cuerda que he encontrado jamás. No presenta un camino fácil para la paz en la tierra ni para la salvación en el futuro: ofrece un montón de trabajo duro.

La materia presenta un reto para todos nosotros. La mente desarrolla la técnica para resolver este reto de la realidad de la energía y la masa física. ¿Qué estamos haciendo con este planeta para civilizarlo? ¿Qué es una tubería, sino una arteria? ¿Qué es un cable telegráfico, sino un nervio? Estamos haciendo con este planeta lo que un contratista hace con una subdivisión cuando toma colinas redondeadas y valles y los hace habitables trayendo servicios públicos, aseos, etc. La materia nos desafía; la mente desarrolla la técnica; el espíritu proporciona la motivación. Sin la dirección del espíritu, la mente que resuelve problemas acaba finalmente en un callejón sin salida de odio, miedo, celos y quizá muerte.

Nací en Chicago; me encanta mi ciudad. Tiene la magnificencia de la civilización incipiente. Carl Sandburg la llamó con acierto el “matadero del mundo”. Es una hermosa ciudad, también. Trabajo entre fachadas de rascacielos a lo largo de las orillas del lago. Ha llevado a los americanos casi 150 años construir esta ciudad. Puede ser arrasada en 150 minutos con las técnicas que hemos desarrollado hoy día. Pienso en ello y conozco el miedo. Sin la motivación del espíritu, la mente puede ser una fuerza destructiva de la naturaleza, un monstruo de Frankenstein, porque conoce el poder, puede conocer el poder sin restricciones.

Es la personalidad (el equipamiento que Dios nos ha dado) la que puede elegir subordinar su mente inquisidora, aventurera, que resuelve problemas, a la dirección del espíritu. Podemos abordar este reto como mortales sin cometer suicidio humano. No creo que haya nada mágico o místico en la civilización occidental. He estudiado Historia. Roma cayó, Babilonia cayó, Asiria cayó. China ha caído media docena de veces. Egipto se rompió, Grecia vino y se fue. No creo que tengamos garantías del futuro. En la lucha en la que estamos inmersos ahora, no creo que las técnicas materiales sean suficientes. Lo más ausente en la ideología americana es Dios. Nunca vamos a derrotar a nuestros competidores debatiendo sobre nuestra manera de vivir, que incluye más mostaza y pepinillos picantes en nuestros perritos calientes y más enchapado cromado en nuestros automóviles.

Estos documentos me dicen que una de las mayores cosas que está teniendo lugar aquí fuera en estos universos evolutivos es la unificación del poder y la personalidad. Esto es lo que hemos estado tratando. Cuando la mente domina la materia, eso es poder. Y esa mente que domina la materia es la mente de una personalidad que elige. Pero si esta persona poderosa ha de continuar, debe estar motivada por el espíritu. La fuerza por sí sola no sobrevive nunca. No importa cuánta fuerza movilicemos; al final, si nuestro poder engendra miedo, surge una coalición más fuerte que nosotros que nos abate en la derrota.

¿Cuál es el efecto del espíritu en el poder, entendiendo por poder lo que queremos decir con esa palabra, una persona poderosa? Si una persona poderosa está motivada por el espíritu (y puede elegir serlo), es una persona ética, es una persona moral; usa el poder con restricciones. El poder que posee hace que sea un objeto de admiración, no de miedo. Es un individuo motivado por el amor. Y este libro define el amor de una manera maravillosa: “El amor es el deseo de hacer el bien a los demás”. Un individuo así vive según una de las citas realmente grandes de este libro: “Tener poder y negarse a usarlo para fines puramente egoístas, esta es la marca de los hombres civilizados”.

Este reto es el que procede de un Dios amoroso, pero no de un Dios suave. El amor de Dios no es un amor suave: es un amor estimulante. Es como el amor de un padre sabio que nunca haría las tareas de su hijo por él hasta que el niño haya agotado sus propios esfuerzos. Este reto se describe bien en el libro cuando dice: “Los débiles se conforman con los propósitos, pero los fuertes actúan. La vida sólo es el trabajo de un día — hacedlo bien. El acto es nuestro; las consecuencias pertenecen a Dios”.

Jesús vivió esa vida. Jesús fue un hombre intensamente práctico. Entre otras cosas, dijo: “Dad al César lo que es del César”. Nosotros tendemos a olvidar esa mitad de la cita, ¿verdad? Dijo: “No arrojéis vuestras perlas a los cerdos”. Esas no son afirmaciones que nos podría hacer un soñador poco práctico y romántico. El Cristo al que pintamos como débil posiblemente hubiera atraído a la sociedad de ayuda a las mujeres de Cafarnaúm, pero no podría haber arrastrado a pescadores curtidos hacia él. Dijo a sus seguidores que fueran tan “prudentes como las serpientes”, así como tan “inofensivos como las palomas”. Cuando no tenían dinero en la tesorería, ¿decía “recemos”? Decía: “No, vamos a pescar y venderemos el pescado para financiarnos, y luego iremos a rezar”.

Era un buen carpintero en Nazaret y trabajaba por dinero, no rezaba para conseguirlo. Casualmente era tan buen carpintero que incluso cuando hubo una depresión, tenía un montón de trabajo que hacer. No solo «recorrió» Galilea y Judea con 12 compañeros: los organizó. Tenían trabajos que hacer. Era una organización sencilla pero eficaz. No se limitó a subir a estos 12 hombres a la montaña, poner las manos encima, imbuirlos de poder de lo alto y decir “Id a difundir el mensaje”. ¡NO! Dio a estos 12 hombres entre cuatro y cinco años de la capacitación en ventas más inteligentemente práctica que he conocido.

Cuando acabó con ellos, los puso a prueba y envió a nueve de ellos a difundir la buena nueva. Uno murió, y a dos los envió de nuevo a las redes de pesca. Reconocía las diferencias humanas; sabía que una oración no puede cambiar el cociente intelectual de un hombre. Dio a Pedro un conjunto de instrucciones. Dio a los gemelos Alfeo, que no eran muy brillantes pero sí muy adorables, otro conjunto de instrucciones. A Pedro le dijo: “Sé un buen pastor, alimenta a mis ovejas”. A los gemelos Alfeo, lentos de pensamiento pero maravillosos, les dijo: “Muchachos, volved a vuestras redes de pesca y recordad que, para un creyente en el reino que conoce a Dios, no hay trabajo vulgar. Todo trabajo es sagrado”. Veo que el mejor ejemplo de esta unión de mente y espíritu está en la vida inspiradora pero intensamente práctica de Josué Ben José, al que conocemos como Jesús de Nazaret.

Cuando la mente ataca la materia, conseguimos habilidad. Siento lástima por la gente que no tiene habilidades reales, que no son realmente profesionales en hacer algo. ¿Saben? Yo preferiría ser muy bueno en taladrar agujeros secos que en perforar agujeros mal hechos. Ese lenguaje, creo, es una buena semántica en Oklahoma, ¿no? Cuando se libera a la mente para atacar los problemas de la materia, conseguimos habilidad. Ahora bien, cuando subordinamos la mente al espíritu, obtenemos amor. Y cuando se combina el amor y la habilidad (cuando se combina la capacidad de solucionar problemas con el deseo de hacer el bien a los demás) se obtiene algo maravilloso: se obtiene sabiduría. Desde un punto de vista temporal, considerando todo lo que está por debajo del nivel del espíritu, creo que la sabiduría es la perla de gran valor. Si tenemos este tipo de sabiduría, podemos atacar la aventura estimulante de esta vida con valentía, con ternura, con adoración, con humor. Es una combinación inmejorable.

Y así, al destilar las enseñanzas de este libro (no los hechos, no los significados, sino el Valor), veo la sabiduría en esta vida, la filiación con Dios en la próxima vida y crecimiento espiritual por siempre jamás en el asunto de conocer a Dios, de descubrir cada vez más sobre él. Este libro me enseña muy bien que Dios es la primera verdad y el último hecho. Él es la primera realidad divina que puedo sentir, pero él es la última realidad divina que yo entenderé jamás, porque es infinito. Y tengo la sensación de que, si elegimos usar la valentía de la mente y el amor del espíritu sabiamente juntos para enfrentarnos al desafío de la materia, podemos entrar en una asociación interminable con Dios. Y esta asociación es de servicio aventurero, en la ejecución de la voluntad de Dios en los universos siempre en crecimiento, a través de todos los ciclos interminables de la eternidad.