Enseñar con eficacia la religión de Jesús

¿Cómo podemos enseñar con eficacia la religión de Jesús hoy día?

  1. ¿En qué se diferencia el mundo de hoy del de la época de Jesús? ¿En qué se parece el mundo de hoy al de la época de Jesús? He aquí algunas posibilidades:
  • Hoy día hay más gente
  • La gente lleva vidas más complejas y ajetreadas
  • La gente es más reservada, más cuidadosa, más difícil de involucrar
  • La gente está menos interesada en el diálogo espiritual
  1. ¿Cómo deberían afectar las respuestas a las dos preguntas anteriores a la forma en que enseñamos la religión de Jesús hoy día? ¿Debemos tratar de imitar lo que hicieron los apóstoles de Jesús en el siglo I?

Entonces, ¿imitamos a los apóstoles vagando físicamente por el campo como predicadores «mendicantes» (es decir, dependiendo de la caridad para sobrevivir), sacando así lo mejor de la gente? Los practicantes de este método de enseñanza se oponen a la utilización de la palabra mendicidad como sinónimo, afirmando que siguen unas directrices estrictas que garantizan que no son molestas, en contraposición a las prácticas de un mendigo callejero.

De órdenes mendicantes a órdenes religiosas que han adoptado un estilo de vida de pobreza, que viajan y viven en zonas urbanas para predicar y servir, en especial a los pobres. Estas órdenes rechazan el modelo monástico establecido de vivir en una comunidad estable y aislada en la que los miembros trabajaban en un oficio y poseían propiedades en común, incluyendo tierras, edificios y otras riquezas. En cambio, los mendicantes evitaban tener propiedades, no trabajaban en un oficio y adoptaban un estilo de vida pobre y a menudo itinerante. Su supervivencia dependía de la buena voluntad de la gente a la que predicaban. Jesús y sus discípulos vivieron ese estilo de vida mendicante.

A veces los cristianos afirman que las instrucciones extremas de Jesús estaban dirigidas a sus discípulos y no a la población en general, pero hay quienes se toman en serio sus instrucciones (individuos y, de hecho, órdenes enteras); desarrollaremos ese tema más adelante en esta presentación.

  1. ¿Cuáles son algunas de las cualidades personales que podemos desarrollar y que nos permitirán ser maestros más eficaces de la religión de Jesús?

Algunas de las más obvias son el deseo de ser como Jesús, hacer el trabajo de Jesús y amar a nuestros semejantes: un buen corazón.

Pero, ¿necesitamos una personalidad extrovertida, que grite desde lo alto de las tribunas en las esquinas más concurridas? ¿Intentar convencer a 5 000, quizás? Esos intentos no funcionan muy bien, ni siquiera para Jesús.

Quizás una respuesta sencilla sea simplemente hacer lo que se nos da bien (quizás nada especial) y ser nosotros mismos mientras lo hacemos. O aun más sencillo: pasar por la vida en el momento presente, algo fácil de hacer, no extenuante ni desalentador, como las actividades que nos llevan al límite de nuestras capacidades físicas y mentales y nos llevan al borde de la locura, como ocurre a veces con el simple hecho de llevar una vida cotidiana normal en la sociedad moderna.

Entonces, ¿cuáles son las diferencias entre nuestra época y la de Jesús, hace unos 2 000 años? En primer lugar, la cantidad de gente que vive en el planeta. Hoy día, la gente va más ocupada que nunca, se lamenta del pasado y se preocupa por el futuro, apaga fuegos por doquier en su vida cotidiana, paga facturas… en muchos casos, sin siquiera dedicar tiempo a detenerse en el momento presente para hablar o escuchar. ¿Podría Jesús haber detenido a una multitud de 4 000 personas en su camino en esta época? No lo creo, aunque tal vez con la oferta de panecillos de arenque gratis para todos los que vinieran, o, como se dice en fraseología moderna, una «barbacoa popular», entonces tal vez se detendrían unos minutos para llenar sus estómagos.

Ahora en serio, aparte de las multitudes y las presiones de la vida moderna, diría que realmente han cambiado muy pocas cosas. La gente sigue llevando esa chispa interior de Dios que acabará impulsando incluso a los más recalcitrantes a la búsqueda de la comprensión espiritual. Para los que ya hemos alcanzado algún tipo de despertar de lo que nos depara el futuro tal y como lo predijo Jesús, esa misma chispa interior nos impulsará a compartir su mensaje con nuestros semejantes.

La cuestión que se plantea aquí es: ¿cómo podemos, cada uno como individuos, compartir mejor las enseñanzas de Jesús con nuestros semejantes?

¿Necesitamos la personalidad encantadora y avanzada de Jesús para ser maestros de la religión de Jesús? ¿Y si no somos así? ¿Debemos sentirnos deprimidos porque no todos podemos ser santos y mártires heroicos? ¿O podemos ser nosotros mismos en nuestra humilde vida cotidiana?

¿Qué tipo de características de personalidad pensamos que necesitamos para ser maestros o ejemplos vivos de la religión de Jesús mientras nos escondemos en el fondo y miramos con envidia a esos predicadores de las afueras que están parados en una pequeña tribuna en una esquina de la ciudad llena de gente, gritando citas del evangelio (las palabras de Jesús) a las multitudes que pasan, que se detienen, tal vez, para tirarles una moneda de 10 centavos. ¿Somos una de esas brillantes personalidades carismáticas dispuestas a someterse a los rigores de ser maestros de la religión de Jesús, día tras día?

¿Tenemos la personalidad necesaria incluso para enfrentarnos a personas atrapadas en autos, edificios, ascensores, salas de aeropuertos? Algunos disfrutan haciéndolo, y tienen esa personalidad bulliciosa y despreocupada capaz de tender la mano. Pero no todos tenemos ese tipo de personalidad, ya que la personalidad varía, en una escala móvil, desde la extrovertida hasta la extremadamente tímida y reservada. ¿Estamos los tímidos y reservados en desventaja para ser maestros de la religión de Jesús?

Cada uno tenemos los dones que Dios nos ha dado, sean los que sean: inteligencia, capacidad artística, habilidades matemáticas o de ingeniería, benevolencia y bondad. Si los perseguimos (no importa el rumbo que tomemos en la vida) siempre habrá vías para enseñar la religión de Jesús.

Consideremos ahora el extremo opuesto al predicador de la tribuna.

La investigación sobre el Alzheimer, el cáncer, la leucemia, lo que sea… hay un puesto de pasteles que recauda fondos para ello, porque hay muchas personas que consideran que otras personas son importantes, más incluso que los gobiernos, cuyo principal cometido es cuidar de su pueblo, pero que en cambio pagan miles de millones a los militares para que se unan a guerras en el extranjero, financien la producción de armamento o las pruebas de misiles. Así que podemos donar a muchas de estas causas diferentes, puesto a puesto, 10 a 10 dólares, eligiendo cuidadosamente entre las miles de organizaciones benéficas que luchan en este planeta, al tiempo que guardamos cuidadosamente lo suficiente para vivir.

Algunos no han elegido, lo han donado todo y se han quedado sin nada por elección, como la señora del templo que da sus dos últimos óbolos; se han convertido en mendicantes, no mendigos, sino mendicantes (hay una diferencia). Muchas órdenes religiosas, como la de los frailes, se basan en el principio de la mendicidad: regalar todas las posesiones materiales, incluso la ropa en el caso de la «gente del cielo» de la India. ¿Podemos afirmar que entendemos esta filosofía? Pues bien, veamos la historia de un mendicante inglés, alguien con quien podemos identificarnos, y tal vez mejor para poder exponer su historia de forma que podamos entenderla y aprender de ella. He aquí un breve extracto de la historia de Ajahn Sucutto titulada «Reflexiones» (31 May 2009), del libro Buddhism’s relation to Christianity (La relación del budismo con el cristianismo) de Michael Lockwood.

«El principio de la recogida de limosnas es que estar en un lugar público, aunque no se forme parte de él, conlleva la fe de que la «perturbación» de la propia presencia generará algunas ondas positivas.

»Finalmente, encuentro una calle con algunas tiendas y un lugar cerca de una tienda de alimentos, un supermercado o una panadería. Según el entrenamiento, uno no debe entrometerse en el flujo humano de la calle; no debe solicitar limosna con ningún gesto o discurso o contacto visual y debe sostener el cuenco de la limosna «bien tapado». En otras palabras: no se debe mendigar, sino simplemente estar disponible para los que se sientan lo bastante inspirados como para ofrecer comida, algo muy apropiado en un país en el que la gente sabe lo que significa una persona con la cabeza afeitada y vestida de marrón que lleva un cuenco. En Inglaterra, el primer pensamiento que me viene regularmente a la mente, mientras me alejo del flujo principal de la calle y saco mi cuenco de la mochila, es que no hay manera de que esto funcione. Nadie sabe quién soy, nadie sabe lo que estoy haciendo, y aunque lo supieran, ¿por qué deberían estos trabajadores de la ciudad detenerse en el ajetreo de la calle y hacer sus compras para ofrecerme algo? Sin embargo aquí estoy, sin otra forma de pasar las próximas 23 horas y los próximos doce kilómetros de caminata. Me conformo con estar de pie. Caminar de arriba a abajo parece sospechoso, y estar de pie presenta lo que soy de forma clara y sencilla.

»Después de unos 40 minutos llega el gerente.

»—¿Se da cuenta de que va contra la ley pedir dinero en esta zona?

»—No estoy pidiendo dinero. Estoy aquí para pedir comida.

»—¿Se da cuenta de que va contra la ley pedir dinero en esta zona?

»—No, si fuera así no estaría haciéndolo. No deseo en absoluto transgredir las leyes del lugar o causar problemas de ningún tipo.

»—Bueno, algunos de los clientes han comentado que estaba de pie aquí, al parecer recibiendo algo, así que me temo que tendré que pedirle que se vaya.

»—Me parece bien, no quiero causar molestias.

»Sintiéndome de repente como un vagabundo o un borracho mendigando monedas, meto el cuenco en la mochila… pero mientras el encargado se aleja, una mujer mayor se detiene frente a mí.

»—¡Usted es un monje! ¿Le puedo dar comida? Soy cristiana, ¿qué le puedo conseguir para comer?

»Menciono que tal vez algo pequeño estará bien, pero ella interviene:

»—No, no, aquí hacen comida caliente; me gustaría comprarle una comida en condiciones.

»Así que, mi mochila al hombro de su su hija adolescente, entramos en la zona de cafetería del supermercado del que me acaban de echar. El efecto dominó es palpable: un ser grande y calvo con túnica avanza a grandes zancadas por el pasillo siguiendo a dos mujeres, una de las cuales lleva una voluminosa mochila. Los camareros detrás del mostrador me miran con recelo, pero no hacen ningún comentario mientras pido un desayuno y tomo asiento.

»Durante un rato se entabla una conversación interesante, y de repente se marchan. Entonces la hija reaparece momentáneamente con bolsas de frutos secos, los ofrece con una sonrisa y se aleja a toda prisa.

»No necesito esta comida extra, no puedo almacenarla. ¿Qué hago? Mientras tanto me pregunto si he sido una molestia en la tienda, y sintiéndome infeliz por el contacto que tuve con el gerente, decido buscarlo y explicarle las cosas. Me parece lo más adecuado. Así que me dirijo al mostrador de atención al cliente.

»—Me gustaría hablar con el gerente, por favor.

»Le llaman por teléfono.

»—Ahora está ocupado, ¿puede esperar diez minutos?

»—Claro.

Al cabo de un rato, el gerente se acerca con paso firme.

»—Hola. La última vez que nos vimos estaba fuera de su tienda y me gustaría disculparme si he causado alguna molestia a sus clientes. Esa no era mi intención. La razón por la que estoy aquí es porque poco después de que usted me dejara, una mujer vino y me invitó a comer. Casualmente, su hija también me ofreció algo de comida, que no necesito y no puedo conservar, así que me gustaría ofrecérsela como gesto de disculpa.

»No parpadeó, pero pareció recuperar el aliento.

»—Verá, soy un monje y vivo de la limosna, no se me permite pedir nada directamente, ni siquiera hacer una señal. Se supone que debo estar de pie de manera que no interrumpa lo que está sucediendo… pero aun así algunas personas, una de cada doscientas, me ven y se sienten inspiradas para ofrecerme comida.

»El director encontró algo de aliento y suspiró:

»—Me siento realmente desolado, debería haber preguntado más a fondo qué hacía usted y darle una oportunidad en lugar de sacar conclusiones precipitadas.

»Le digo que simpatizo con su situación y que tiene que preocuparse por el buen funcionamiento de su tienda («bonita tienda tiene usted aquí, por cierto») y que algunos de sus clientes pueden encontrar a personas como yo un poco molestas. Agradece que pueda ver su punto de vista… y nos ponemos a hablar…

»—Le agradezco mucho que se haya tomado la molestia de venir a explicarme esto —dice—. Yo nunca podría hacer lo que tú haces (ya nos tuteamos), pero la próxima vez que tú o alguno de tus compañeros paséis por aquí, llámame por teléfono y lo arreglaré para que puedas recoger comida.

»Nos estrechamos la mano y nos separamos.

»¡Humanos! A veces, toda esta práctica consiste en hacer que la gente se salga de sus roles y programas por un momento y confíen en ser humanos; es un proceso incómodo y angustioso, pero ser limosnero pretende instigar precisamente eso. Ahora que lo pienso, se supone que soy una perturbación.»

Entonces, ¿cuáles son algunas de las posibilidades que hay entre los dos extremos?

¿Tenemos que hacerlo de una manera u otra, o podemos simplemente vivir? ¿Me limito a ir a mi trabajo, que me reporta ingresos de forma regular buscando y explorando minerales? A veces es muy divertido, pero la mayor parte del tiempo es extremadamente aburrido generar informes interminables para el Departamento de Minas del gobierno (incontables tareas administrativas y burocráticas, ya que ahora estoy sentado al menos 8 horas al día detrás de una pantalla de ordenador la mayor parte del tiempo), luchar por ejercitar mi cuerpo lo suficiente (mi cuerpo evolutivo que requiere una cierta cantidad de movimiento cada día para seguir funcionando de forma óptima), luchar por pagar las facturas que me llegan, los gastos de la vida. Tal vez mi trabajo mundano frente a la pantalla de un ordenador durante 8 horas al día para conseguir dinero que mantenga a la familia… tal vez eso sea hacer el trabajo del Señor. Tal vez esa lucha por sí sola esté haciendo el trabajo de Jesús en la sociedad moderna de hoy.

¿Deberíamos intentar hacer el trabajo del espíritu que hizo Jesús (utilizar esas tentadoras fuerzas espirituales que sabemos que nos rodean) aprovechando ese poder que sabemos que está ahí fuera?

Recordando seis años atrás, en este mismo lugar, vimos lo mucho que Bernie trató de aprovechar esas fuerzas, junto con todos los que estaban aquí. Si recuerdan, Bernie organizó aquella masiva sesión de oración en grupo por mi mujer, Francis Carleonet, en la que la mayoría de ustedes se implicaron intensamente e invocaron el poder de Dios (su energía espiritual) para salvar a mi mujer, que estaba librando una batalla perdida contra el cáncer. Junto con familia y amigos, el ministro y los feligreses de nuestra iglesia local se esforzaron igualmente a lo largo de los meses (calculo que fueron muchos cientos de horas de oración en total), todo dirigido a un único y humilde ser humano, una de las personas más encantadoras del planeta. Francis Carleonet, de solo 41 años en ese momento, intentaba aferrarse a la vida desesperadamente; su único deseo era estar con sus dos hijos pequeños de 12 y 10 años, y cuidarlos. Y como sabemos, Jesús estaba presente escuchándolo todo, porque «donde dos o tres se reúnen, allí estoy yo también» (Mateo 18:20; LU [Documento 131:4.3, página 1448.2]

La cantidad de energía espiritual y de oración que se generó en esa sesión fue asombrosa: suficiente para alimentar una pequeña ciudad si se pudiera aprovechar como la electricidad. ¿Es así como deberíamos enseñar, o blandir la religión de Jesús?

No funcionó, como ya saben, pero estoy seguro de que no fue un trabajo perdido, estoy seguro de que algo se logró en algún lugar a través de toda esa energía; tal vez algo para el futuro, tal vez la construcción de alguna parte insignificante de la propia composición genética del Ser Supremo en evolución. Sí, estoy seguro de que toda esa oración no fue una pérdida de tiempo, pero ¿funcionó a nuestra satisfacción? No, por supuesto que no funcionó. Y tampoco deberíamos esperar que funcione si, mientras tanto, alguna persona igualmente digna en el lado opuesto del globo puede morir de algo tan simple como la desnutrición o la disentería.

 Cuando oréis por los enfermos y afligidos, no esperéis que vuestras peticiones sustituyan los cuidados amorosos e inteligentes que necesitan esos afligidos. [Documento 146:2.11, página 1639.6]

Si nosotros, en este mundo material, deseamos curar el cáncer y otras enfermedades, tenemos que financiar esa área de investigación médica. Tenemos que seguir ese camino de estudio nosotros mismos, formar fundaciones, recaudar dinero, trabajar contra viento y marea para conseguirlo. ¿Es un camino fácil en los tiempos que corren? No, no lo es. Hacer yo mismo el curso de medicina me costaría al menos 60 000 dólares y me llevaría al menos 6 años de estudio, y no envidio el tiempo de estudio (yo mismo he estudiado bastante en otros campos), pero incluso entonces, después de todo ese estudio, encontrar un instituto de investigación en el que hacer la investigación y ganar lo suficiente para mantener a una familia no es fácil. Sin embargo, así es como se consiguen los grandes avances en este planeta.

Tal vez el mero hecho de vivir nuestras vidas (cuidar de nuestros hijos), si tenemos el privilegio de seguir vivos el tiempo suficiente para hacerlo (si se juntan un montón de factores que nos permiten estar en esa posición afortunada de poder hacerlo), tal vez eso sea hacer la obra del Señor.

¿Y si no tenemos hijos propios? ¿Podemos cuidar a otros? FreeSchools World Literacy es una organización benéfica que hace precisamente eso: educar a los niños pobres y desfavorecidos de este mundo. Quizás participar en la caridad sea hacer la voluntad del Señor. En los últimos 16 años de funcionamiento de FreeSchools, hemos recaudado 80 000 dólares y los hemos enviado a escuelas de la India, Tailandia y África, a lo que cada uno de ustedes ha contribuido a su manera, ya sea trabajando en el comité o con una pequeña donación de 5, 10 o 20 dólares cada vez (20 dólares es el coste de educar a una niña durante todo un año). Sin embargo, uno se pregunta: ¿es realmente suficiente, cuando otras organizaciones recaudan millones? El concierto de Trevor y Kathleen en el Humph Hall recaudó 1 000 dólares para FreeSchools. Fue una hazaña increíble aunque al mismo tiempo un gran esfuerzo de organización, pero como individuos avanzamos un paso a la vez, como renacuajos que aprenden a convertirse en ranas.

Así que no, no creo que se necesiten cualidades o características personales especiales para enseñar la religión de Jesús hoy en día, aparte de un deseo innato de hacer algo, por pequeño que sea: un deseo innato que puede descansar en nuestro subconsciente hasta que se presente una oportunidad personal que se adapte perfectamente a cada uno a medida que avanzamos en el viaje de la vida. Es decir, que cada uno puede contribuir a su manera (quizás incluso el simple hecho de existir sea una manera), incluso como el mendicante tiene un lugar (el mendicante), los que viven de las limosnas de los demás, renunciando a todos los bienes materiales y posesiones, incluso hasta el punto de vestirse como se ve en esos grupos llamados la «gente del cielo» en la India, que se han desprendido de todas las ataduras materiales. Tal vez no hacen nada más que existir y el trabajo está todo hecho (logrado) por los que simplemente los observan (la gente que les ofrece una limosna simbólica, comida para su existencia diaria, o tal vez alojamiento para la noche). El mendicante, no el mendigo, saca a relucir la bondad de otras personas, como se ilustra en la historia.

Así que incluso cuando no hacemos nada estamos haciendo algo, como este inglés con la mente como la nuestra que, de hecho, necesitó una personalidad extremadamente fuerte, inteligencia para simplemente estar allí y elegir no hacer nada (él estaba haciendo en realidad algo bastante increíble). La interacción entre él, el gerente, la señora y su hija son muy valiosas; como todos sabemos muy bien, la más simple de las interacciones entre los seres humanos es valiosa, ya que todas van hacia el desarrollo del Ser Supremo en evolución.

Por lo tanto, podemos estar seguros de que si interactuamos positivamente con otros seres humanos, estamos generando algo significativo para los registros. Luego, llevándolo a su conclusión lógica, todos los pobres del mundo, las personas más oprimidas que ni en sus sueños más salvajes pueden hacer nada más que luchar por la más mínima existencia en las calles, tal vez tratando desesperadamente de alimentar a su familia con el trozo de un sándwich tirado en la calle, una minúscula moneda que se les da. En la India esta escena es demasiado común; hay cientos de miles de ellos en la más baja de las castas, de las cuales FreeSchools World Literacy puede, tal vez, llegar a menos del 0,000001 de un por ciento, Estas personas en sí mismas, su mera existencia, podría ser vista como la extensión lógica del argumento del mendicante, para estar haciendo el trabajo de ser maestros de la religión de Jesús en este momento. Por el mero hecho de existir y de llegar a oídos de quienes están mucho mejor situados en la vida (nosotros y ellos, separados por nada más que la simple fortuna o desgracia de haber nacido en un determinado grupo socioeconómico), la posibilidad de que su espíritu aparezca en uno u otro país es como una lotería, un juego de azar. La mera presencia y el número de pobres y necesitados en este mundo sacan lo mejor de muchos de los que están mucho más capacitados para ayudar..

Cómo equiparnos para ser maestros de la religión de Jesús no es una pregunta fácil de responder, pues resulta que este trabajo es cualquier cosa y todo lo que puedas pensar. Sin embargo, al mismo tiempo, incluso los más pequeños pensamientos y actos benévolos son todos iguales en el escenario espiritual, y hasta el más mínimo destello de uno de estos actos es el primer paso en el camino hacia la supervivencia espiritual.

Echemos ahora un vistazo a uno de mis pasajes favoritos, «Al paso de Jesús», que ilustra cómo el propio Jesús se las arregló para hacer el bien, ilustrándonos cómo se ocupó de sus asuntos literalmente, mientras caminaba de un lugar a otro haciendo el bien. En su propio entorno limitado de pobreza con todas las tareas materiales del día a día para simplemente sobrevivir, llevando a cabo su trabajo como carpintero / constructor de barcos en sus primeros años, sus viajes, y luego en los últimos años de la vida de su misión: todo lo que le ha mantenido tan ocupado que simplemente no se podría pensar que tenía tiempo libre para servir a las personas. Pero vamos a leer cómo Jesús logró hacer esto en «Al paso de Jesús».

Jesús iba sembrando alegría a su paso. Estaba lleno de gracia y de verdad. Sus compañeros nunca dejaron de sentirse maravillados por la benevolencia de sus palabras. La amabilidad se puede cultivar, pero la benevolencia, que es el aroma de la amistad, emana de un alma saturada de amor. [Documento 171:7.1, página 1874.4]

La bondad impone siempre respeto, pero cuando está desprovista de gracia no suele inspirar afecto. La bondad solo es universalmente atractiva cuando es benévola. La bondad solo es eficaz cuando es atractiva. [Documento 171:7.2, página 1874.5]

Jesús comprendía realmente a los hombres; por eso podía manifestar auténtica simpatía y mostrar compasión sincera, aunque pocas veces cedía a la lástima. Su compasión era ilimitada, en cambio su simpatía era práctica, personal y constructiva. Su familiaridad con el sufrimiento nunca se convirtió en indiferencia, y sabía ayudar a las almas afligidas sin fomentar en ellas la autocompasión. [Documento 171:7.3, página 1874.6]

Jesús podía ayudar tanto a los hombres porque los amaba sinceramente. Amaba de verdad a cada hombre, a cada mujer y a cada niño. Podía ser un amigo tan auténtico debido a su singular visión interior; sabía enteramente lo que había en el corazón y en la mente del hombre. Era un observador agudo y lleno de interés. Era experto en comprender las necesidades humanas, hábil en detectar los anhelos humanos. [Documento 171.7.4, página 1874.7]

Jesús nunca tenía prisa. Tenía tiempo para consolar a sus semejantes «a su paso». Se las arreglaba siempre para que sus amigos se sintieran a gusto. Era un oyente encantador. Nunca se entrometió indiscretamente en las almas de sus compañeros. Cuando consolaba a las mentes hambrientas y atendía a las sedientas, los que recibían su misericordia no tenían la sensación de confesarse con él sino más bien de conversar con él. Su confianza en él era ilimitada porque veían la gran fe que él tenía en ellos. [Documento 171:7.5, página 1874.8]

Nunca parecía tener curiosidad por la gente y nunca manifestaba deseos de dirigir, manipular o investigar a los demás. Inspiraba una profunda confianza en sí mismos y una sólida valentía a cuantos disfrutaban de su compañía. Cuando sonreía a un hombre, ese mortal sentía crecer su capacidad de resolver sus múltiples problemas. [Documento 171:7.6, página 1875.1]

Jesús amaba tanto y tan sabiamente a los hombres que no dudaba nunca en ser severo con ellos cuando la ocasión lo exigía. Cuando iba a ayudar a una persona empezaba muchas veces por pedirle ayuda; de este modo suscitaba su interés y apelaba a lo mejor de la naturaleza humana. [Documento 171:7.7, página 1875.2]

El Maestro pudo percibir la fe salvadora en la burda superstición de la mujer que buscaba la curación tocándole el dobladillo del manto. Estaba siempre dispuesto a interrumpir un sermón o hacer esperar a una multitud mientras atendía a las necesidades de una sola persona o incluso de un niño pequeño. Ocurrieron grandes cosas no solo porque la gente tenía fe en Jesús sino también por la gran fe que Jesús tenía en ellos. [Documento 171:7.8, página 1875.3]

La mayoría de las cosas realmente importantes que dijo o hizo Jesús parecieron ocurrir «a su paso» por casualidad. Había muy poco de profesional, planificado o premeditado en el ministerio terrenal del Maestro. Dispensó salud y repartió felicidad con gracia y naturalidad mientras viajaba por la vida. Fue literalmente cierto que «anduvo haciendo el bien».” [Documento 171:7.9, página 1875.4]

Y corresponde a los seguidores del Maestro de todos los tiempos aprender a servir «a su paso», a hacer el bien desinteresadamente mientras atienden a sus obligaciones diarias. [Documento 171:7.10, página 1875.5]

Enseñar sobre Jesús o sobre las enseñanzas de Jesús

Así que, finalmente, ¿tratamos de enseñar sobre Jesús mismo, o sobre las enseñanzas de Jesús? Como estudiosos de Jesús, a todos nos gusta hablar de Jesús, el héroe que todos amamos. Pero si vamos a enseñar sobre Jesús, ¿cómo podemos hacerlo sin mencionar su nombre? En otras palabras, nos hemos restringido a compartir sobre Jesús solo con otros seguidores de Cristo, con aquellos que ya conocen a Cristo y quieren escuchar más sobre Cristo, como solemos hacer en todas nuestras reuniones.

Enseñar sobre las enseñanzas de Jesús nos permite ir mucho más allá. Significa que podemos llegar a omitir por completo cualquier referencia al propio Jesús o a cualquiera de los libros sagrados basados en sus enseñanzas. Ahora somos capaces de interactuar con, o «enseñar», cualquier color, credo o creencia religiosa sin ningún riesgo de molestarlos o alienarlos. En otras palabras: enseñamos como enseñó Jesús.

El último documento afirma:

«Seguir a Jesús» significa compartir personalmente su fe religiosa y entrar en el espíritu de la vida del Maestro consagrada al servicio desinteresado de los hombres. Una de las cosas más importantes del vivir humano es averiguar lo que Jesús creía, descubrir sus ideales y esforzarse por alcanzar el elevado objetivo de su vida. Lo más valioso de todo el saber humano es conocer la vida religiosa de Jesús y su manera de vivirla. [Documento 196:1.3, página 2090.4]

La interacción entre los ricos y los necesitados del mundo es la clave de nuestro trabajo en el mundo.