Urantia Association
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Journal – mayo 2023

En este número

Editorial del Journal – mayo 2023

Mark Blackham (Canadá)

Mark Blackham Bienvenidos a la edición de mayo de 2023 del Journal de la Asociación Urantia, una publicación dedicada a los pensamientos, observaciones y experiencias de estudiantes de El libro de Urantia de todo el mundo. Nuestros colaboradores exploran una amplia gama de temas relacionados con la quinta revelación de época, y demuestran tanto una extraordinaria diversidad de pensamiento como una enérgica unidad de propósito. 

Nuestro primer artículo tiene que ver con la fascinante interfaz entre ciencia y religión. «Llegar a conocernos mejor: las bases neurofisiológicas del autocontrol», de Helena Bañas, doctora en medicina, explora la naturaleza del cerebro y la consciencia en relación con las fuerzas espirituales que operan dentro de la mente. En particular, subraya cómo el poder de la personalidad, en conjunción con el espíritu interior, puede realmente cambiar la estructura física del cerebro, un proceso conocido como neuroplasticidad.

Helena explica que creamos conscientemente cambios físicos en nosotros mismos, para bien o para mal, mediante procesos habituales, como tomar decisiones repetitivas y prestar nuestra atención concentrada a un concepto concreto. Pero el verdadero secreto del autocontrol positivo y, por tanto, del cambio beneficioso de la estructura cerebral, se consigue aprovechando el poder del espíritu interior mediante actos de amor y adoración.

El siguiente es un artículo de Zshonette Reed titulado «La lucha ideológica», en el cual aborda la necesidad de contrarrestar proactivamente las ideas erróneas fomentadas por la rebelión de Lucifer. Zshonette argumenta que el quid de la actual lucha ideológica en Urantia tiene mucho que ver con la confusión reinante sobre la verdadera y la falsa libertad. La pregunta que plantea es: ¿qué podemos hacer al respecto? Y su solución, en parte, es examinar y juzgar las teorías e ideas individuales más que a los individuos..

Zshonette explica que gran parte de la confusión se debe a la naturaleza insidiosa de la filosofía luciferina y al grado en que ha impregnado todos los aspectos de la sociedad y el gobierno. Sostiene que no podemos ser complacientes con estas ideas erróneas y medias verdades sino que, por el contrario, debemos adoptar una postura activa y decidida para desafiarlas de forma razonable y lógica.

El tercer artículo, «Nacer del espíritu y la madurez espiritual», de Mamadou Diagne, es un breve debate sobre lo que significa ser maduro espiritualmente. Mamadou subraya el importante papel de la religión para mantener la idea de nacer del espíritu y acercarse a Dios. Pero también señala el defecto de las religiones cuando dan más importancia a los aspectos materiales y culturales que a los espirituales y fraternales, un defecto que conduce a la inmadurez espiritual. Este problema conceptual, dice, puede superarse fomentando en nosotros el deseo de conocer y realizar la verdadera naturaleza de Dios como Fuente primordial de toda realidad, y dándonos cuenta de que podemos vivir en asociación con esta misma Fuente.

En última instancia, como Mamadou afirma, somos dueños de nuestro destino. «Mientras que el nacimiento biológico humano se hace sin nuestra voluntad, el nacimiento del espíritu se hace siempre con nuestra voluntad, con nuestro consentimiento.»

En el siguiente artículo, es útil recordar que un hábito que favorece el crecimiento religioso es el de compartir nuestra vida espiritual con otros semejantes (100:1.8). Justo eso es lo que hace Christopher Ross en su artículo «¡Señor mío y Dios mío!», en el que describe un encuentro espiritual significativo que experimentó antes de encontrarse con El libro de Urantia. En su búsqueda de comprensión, Christopher hace una evaluación crítica de su experiencia a la luz del conocimiento bíblico y, más tarde, de El libro de Urantia. En resumen, acepta su experiencia como una revelación genuina del Espíritu aunque, como todas las experiencias espirituales, nunca podamos demostrárselas a nadie más. Sin embargo, nos consuela saber que «los que conocen a Dios han experimentado el hecho de su presencia. Esos mortales conocedores de Dios guardan en su experiencia personal la única prueba fehaciente de la existencia del Dios vivo» (1:2.8).

El último artículo es mío. «La otra vida» es un breve resumen de lo que podemos esperar encontrarnos una vez resucitamos en mansonia número uno y, a juzgar por las palabras de los narradores de El libro de Urantia, no será una transición fácil. La vida en Urantia dista mucho de la vida en un mundo «más normal» y tendremos que hacer muchos ajustes posteriores. No obstante, nos dicen tanto explícita como implícitamente las lecciones que debemos aprender en los mundos mansión. La buena noticia es que podemos empezar estos cambios en nuestra propia vida aquí mismo, en Urantia.

Llegar a conocernos mejor

Helena Bañas (España)

Las bases neurofisiológicas del autocontrol

Helena Bañas Este documento trata del autodominio, esa habilidad que nos permite gestionar adecuadamente nuestras emociones e instintos, a «responder» a ellos en lugar de «reaccionar», clave en la inteligencia emocional, un término que popularizó Daniel Goleman en la década de los 90.

Dice una cita de El libro de Urantia que «la madurez emocional es esencial para el autocontrol» (52:6.6), y otra que «el autocontrol es la manifestación de la grandeza» (28:6.20). De modo que la grandeza sería sinónimo de madurez emocional. Un buen comienzo para conseguir este objetivo es conocernos mejor. Entender el funcionamiento de nuestro sistema nervioso (SN) puede ayudarnos a adecuar nuestra conducta.

El libro de Urantia contiene entre sus páginas las verdaderas «claves» para lograr este autodominio y aportaría a la ciencia aquello que no puede descubrir por sí misma, aquello que le es invisible y enigmático. Nos revela lo que somos realmente.

Me explico: la ciencia atribuye la capacidad de autorregulación o autocontrol a nuestro cerebro, y establece que es el asiento de nuestras emociones, nuestra conducta y nuestros pensamientos, pero siempre acaba topando con el clásico «problema» mente-cerebro o el difícil problema de la consciencia, para el que neurocientíficos y filósofos no acaban de encontrar una verdadera explicación y lo acaban tachando de «misterio».

Pero ¿son nuestros pensamientos y emociones una cuestión de bioquímica cerebral?

Muchos así lo creen. Esta época neurocentrista comenzó hace más de tres décadas con Thomas Willis, pionero de las neurociencias, y sigue hasta nuestros días, pero ya otros como Nikola Tesla intuyeron que «el cerebro es solo un receptor» y que «en el universo hay un núcleo de donde obtenemos el conocimiento, la fuerza y la inspiración».

Para abordar esta cuestión, comenzaremos por plantearnos qué es la vida:

La vida es realmente un proceso que se produce entre el organismo (la yoidad) y su entorno. (112:1.13, 1227.3)

Inicialmente, los organismos más primitivos son totalmente dependientes del entorno (65:6.7) pero, a medida que evolucionamos, desarrollamos un tabernáculo físico (cerebro) capaz de alojar la mente y de reaccionar de forma inteligente a los estímulos del medio y después a los estímulos originados dentro de nosotros mismos (65:0.1). Con la evolución, esta mente se va haciendo cada vez más dominante y puede manipular el entorno mismo (65:6.9).

Esta relación dinámica con el entorno es importantísima porque va a «moldearnos» y puede incluso cambiar la estructura de nuestro cerebro e incluso de nuestros genes.

Así pues, ¿quiénes somos realmente? ¿Cuáles son las energías que nos componen?

El libro de Urantia nos dice que el espacio no está vacío, sino que está bañado por tres energías cósmicas que proceden de las Deidades del Paraíso, sometidas a metamorfosis increíbles: energía física, energía mental y energía espiritual. Las tres están íntimamente correlacionadas y son diferentes ámbitos de la misma realidad cósmica (65:7.8) que Dios ha puesto en circuito por todo el espacio (3:2.4).

En nuestra experiencia, estas tres energías se manifiestan en: 1) el cuerpo físico, cuya parte más importante es el cerebro, 2) la mente y 3) el espíritu que nos habita. Así es que somos la suma de estas partes y constituyen nuestro yo (la individualidad). Nuestra personalidad unifica todos estos factores para poder relacionarnos con otras realidades cósmicas (112:1.18).

Y algo muy importante en relación a nuestra individualidad, y que nos comentan en el documento 112, es la relación o jerarquía que mantienen entre sí estas realidades porque nos indica quién nos dirige realmente. Nuestro cuerpo material (cerebro) está subordinado a la mente (que es coordinadora) y a la fuerza espiritual interior, que es verdaderamente la que «supercontrola», la que dirige en potencia (112:2.1). O lo que es lo mismo: nuestro cuerpo es «la repercusión física de la acción creativa de la mente-espíritu» (42: 12.14). Por lo tanto, un cerebro reacciona pero no puede dirigir nuestra vida.

De ahí que los reveladores nos consideren como un espíritu en potencia que tiene un cuerpo, y no al revés (42:12.12). Y esto es así porque nuestra meta es espiritual, ya que Dios es espíritu y nosotros somos su progenitura, sus hijos.

Pero antes de hablar del cerebro, tenemos que hablar de qué es la mente, la consciencia. Y ya sabemos que es un tipo de energía que no es ni física ni espiritual, no visible. He aquí una cita totalmente esclarecedora:

Mente. El mecanismo del organismo humano que piensa, percibe y siente. La experiencia total consciente e inconsciente. La inteligencia asociada a la vida emocional que se eleva hasta el nivel del espíritu a través de la adoración y de la sabiduría. (0:5.8, 8.8, negrita añadida).

Sería por tanto en la mente (no el cerebro) donde se generan ideas, sentimientos y tenemos percepción a través de los sentidos. Es la sede de la inteligencia racional y emocional. Y el SN es indispensable para captar y procesar los estímulos externos e internos, llevarlos a la mente y luego hacer posible expresar la respuesta de nuestra mente-personalidad.

La mente cósmica procede del Espíritu Infinito y se nos dona a través de la Ministra Divina del universo local como una porción impersonal en forma de circuito individualizado, separado de los circuitos mentales indiferenciados de este Espíritu (9:5.4).

Gerd Altmann
Algo muy importante es que la mente no solo es un sistema energético, sino que también conlleva la presencia y actividad de un ministerio viviente (42:10.7), el ministerio del Espíritu Madre que lo ejerce a través de sus «hijos», los siete espíritus-mente adjutores (42:10.7). Estos espíritus son también circuitos que se superponen a la parte de la mente maquinal o no enseñable. Utilizan las regiones de nuestro cerebro necesarias para ejercer su función de «mediadores». De ellos depende nuestra evolución (65:6.10).

Y las ángeles son una prueba de que el cerebro no es necesario para tener emociones, pues ellas no tiene un cuerpo material y sin embargo comparten todos nuestros sentimientos y emociones salvo las sensuales (38:2.1).

Y aquí tenéis algunas citas (no textuales) que definen lo que es la mente:

  • Es la mediadora entre las cosas materiales y las realidades espirituales (160:4.9)
  • Es un don mental que nos capacita para pensar y nos dota de consciencia, incluso en ausencia de personalidad (9:6.3).
  • Los estímulos físicos del entorno (externos) llegan hasta la mente a través del sistema nervioso de nuestro cuerpo (108:6.4).
  • La mente proporciona la capacidad de responder al entorno, aprender y recordar. Estos son atributos de la mente, no del cerebro, porque:

Las leyes de la física no responden al aprendizaje; son inmutables e inalterables. Las reacciones de la química no las modifica la educación; son uniformes y fiables. Aparte de la presencia del Absoluto No Cualificado, las reacciones eléctricas y químicas son previsibles. Pero la mente puede sacar provecho de la experiencia, puede aprender de los hábitos de comportamiento reactivos en respuesta a la repetición de los estímulos. (65:6.8, 738.1).

Esto abre una gran puerta de oportunidades en la educación y la psicología. Los reveladores nos dicen que la mente puede reconocer de manera innata, gracias a la personalidad y al ministerio espiritual, y responder a las tres realidades básicas del cosmos (16:6.5): 1) la realidad relacionada con los sentidos físicos, la causalidad, el ámbito científico, 2) el deber, el ámbito de la moral y 3) la adoración, el ámbito espiritual de la realidad, la visión interior más elevada.

La personalidad, ese don divino sin el que nuestra mente no se concibe, sería esa cualidad en la que reside la autoconsciencia y la capacidad de elección, nuestro libre albedrío. Es una pieza clave en nuestro autocontrol.

Es nuestra personalidad la que decide someterse al «supercontrol» del espíritu o seguir los impulsos hereditarios «animales» del cerebro. Esta es nuestra paradoja humana (111:6.2). Y la mente sería el terreno de esa elección, casi lo único sometido a la voluntad de nuestra personalidad (111:1.5). Ha sido puesta en nuestras manos, sometida a nuestras propias decisiones, y es a través de ella como vivimos o morimos.

Es este mundo interior creativo el que realmente podemos cambiar y elegir si será espontáneo o estará controlado (111:4.9), ya que el entorno no lo podemos cambiar (111:4.8). El hecho de que tengamos personalidad implica que podemos elegir no ser esclavos de nuestras pasiones, sino arquitectos de nuestro propio destino eterno (103:5.10).

Y es la presencia de estos dones divinos en nosotros la explicación de que la consciencia sea un enigma para los científicos y qué no esté al alcance de su método de análisis. En cambio, en las últimas décadas la ciencia ha profundizado mucho en el conocimiento del cerebro debido, sobre todo, a los novedosos métodos de neuroimagen, como la resonancia nuclear magnética funcional.

El cerebro procede de la evolución física animal y está sometido por tanto a la herencia genéticae. Es producto de la creatividad de los seres espirituales responsables de nuestra evolución biológica. En el documento 42:12.11 se nos dice que «el enlace entre la mente cósmica y el ministerio de los espíritus-mente adjutores desarrolla un tabernáculo físico adecuado para el ser humano en evolución».

La energía mental está completamente enraizada en nuestro cerebro (9:5.5) que, con su SN asociado, tendría una capacidad innata para responder al ministerio mental, de la misma forma que la mente tiene cierta capacidad de dejarse guiar por el espíritu (65:6.10). Es así como nuestra mente hace de perfecta mediadora entre estos dos opuestos universales (12:8.13).

Helena Bañas
Y es la presencia de estos dones divinos en nosotros y su integración perfecta con nuestro cerebro electroquímico la responsable de la incapacidad que tienen los científicos para discernir lo que es la mente, observando tan solo una reacción aparentemente biológica y natural (65:7.2).

Y como el cerebro es el último eslabón sobre el que actúan estos dones (mente, espíritu y personalidad) (16:8), todos van a estar limitados de alguna manera por esta capacidad cerebral heredada (que repercute tanto en nuestra capacidad intelectual como en nuestro progreso espiritual) (58:6.7 y 65:8.4).

Y para cumplir su función, nuestro cerebro es tremendamente complejo. Se dice que es la máquina más perfecta que existe, teniendo la neurociencia aún mucho que descubrir. Puede estudiarse de muchas maneras, tanto basándose en sus regiones anatómicas como desde el punto de vista funcional.

El cerebelo y el tallo forman parte del cerebro más primitivo, también llamado cerebro «reptiliano», que se encarga de gestionar nuestros instintos. Su función es de pura supervivencia.

A continuación aparece el sistema límbico, también conocido como «cerebro emocional» o «cerebro químico», el encargado de procesar nuestras emociones, que es también vital en la homeostasis de nuestro organismo y en la memoria. Es el lugar de la impulsividad.

Por último, la corteza cerebral o neocórtex, la parte más reciente en la evolución, se activa para realizar las funciones superiores de las que somos conscientes. Es nuestro cerebro «pensante». El libro de Urantia nos revela que somos criaturas de dos cerebros en base a esta corteza dual: «del tipo urantiano de corteza cerebral de dos hemisferios» (49:5.14).

Esta corteza se divide en diferentes lóbulos desde el punto de vista anatómico, cada uno con funciones específicas. El más importante en nuestro control emocional es el lóbulo frontal. Es el responsable de procesos cognitivos complejos, las llamadas funciones ejecutivas; es decir, posibilita que podamos elegir, planificar y tomar decisiones voluntarias y conscientes.

La corteza orbitofrontal, que forma parte de la corteza prefrontal, está implicada en el procesamiento y control socioemocional a través de sus conexiones con la amígdala. Constituye una especie de modulador de las respuestas proporcionadas por la amígdala. Este sería el núcleo fisiológico de la inteligencia emocional según Goleman, o centro de gestión entre pensamientos y sentimientos.

Estas estructuras cerebrales van a ser las que reaccionarán al ministerio mental, según las circunstancias de nuestra vida y motivará una respuesta o conducta. Y esto lo facilitará la unidad funcional del cerebro, la neurona, que es la célula encargada de transmitir y procesar la información a lo largo de todo el SN. Se caracteriza porque puede ser excitada eléctrica y químicamente. Está formada por un cuerpo, un axón y las dendritas que sirven para transmitir la información de unas a otras a través de un mecanismo llamado sinapsis, liberando neurotransmisores que van a «bañar» nuestro cerebro de todo tipo de sensaciones.

La neurona tiene una forma peculiar, un diseño adecuado para recibir el impulso de la energía mental y ser activada así eléctricamente para transmitir la información a toda velocidad a aquellas regiones del cuerpo que deben reaccionar a ese impulso.

Helena Bañas
Existen más de 100.000 millones, cada una con capacidad para miles de conexiones, que forman caminos, circuitos o redes neuronales. Cada vez que aprendemos algo se forman nuevas conexiones, nuevas redes. Su complejidad explicaría la gran diversidad de caracteres y comportamientos. Cuanto más transitemos por nuevos caminos (repeticiones), más hábitos adquirimos y más rápido se transmite la información.

Los investigadores creían que las neuronas muertas no se podían regenerar, pero Ramón y Cajal, neurocientífico español de principios del siglo XX, intuyó que en el futuro esto podría cambiar. Y realmente ha sido así. Experimentos recientes han demostrado nichos neurogénicos en determinadas zonas del cerebro, como el hipocampo. Esta capacidad regenerativa se llama neurogénesis y es clave en la plasticidad neuronal o neuroplasticidad, la asombrosa capacidad del SN de adaptarse y reaccionar al entorno, siempre cambiante, modificando su estructura y funcionalidad a través de la modificación de la fuerza sináptica, la creación de nuevas conexiones y la formación de nuevas redes neuronales.

Pero para crear nuevas redes neuronales hay experimentos del neurocientífico americano Michael Merzenich que demuestran que no es suficiente con las repeticiones; son necesarias altas dosis de atención concentrada. Así pues, la experiencia (nuestras elecciones y pensamientos) más la atención provocan los cambios en el cerebro. El cerebro, por tanto, puede modificarse asimismo a partir del entrenamiento, y esto es muy esperanzador para la medicina.

El sistema límbico

El sistema límbico es la parte de nuestro cerebro que regula y expresa nuestras emociones. Los científicos no se ponen de acuerdo en cuántas estructuras forman parte de este sistema. Las más importantes son: la amígdala, el hipocampo, el tálamo, el hipotálamo, la hipófisis y la corteza cingulada.

Particularmente importante en la expresión de las emociones es la amígdala, con forma de almendra. Son dos y se ubican en lo profundo de los lóbulos temporales. Son muy complejas y mantienen múltiples conexiones con otras áreas, en especial con el tálamo y la corteza prefrontal.

Y aquí hay que destacar la importancia del neurocientífico Joseph LeDoux, que descubrió gran parte de los circuitos nerviosos del sistema límbico, entre ellos la base neural de las reacciones emocionales humanas, que explicaba con la ramificación neuronal existente entre el tálamo y la amígdala.

El funcionamiento del cerebro emocional comienza con un estímulo sensorial externo o interno relevante que llega hasta el tálamo, donde es reconvertido en estímulo cerebral que ya es entendido por las células neuronales. Después del tálamo, la mayor parte del estímulo pasa a la zona del neocórtex especializada en la evaluación de la información (córtex visual en el caso de un estímulo proveniente del ojo) y en diseñar y emitir una respuesta, mandando las órdenes necesarias a los órganos necesarios.

En el caso de que la información requiera una respuesta emocional, el neocórtex enviará la señal a la amígdala, que dará las órdenes necesarias para dar la respuesta emocional oportuna. En esa respuesta intervendrán el hipotálamo, los nervios, el sistema motriz y el sistema hormonal,  provocando reacciones en diferentes partes del cuerpo, como puede ser la secreción de hormonas o el movimiento de una mano.

Pero no toda la información va al neocórtex; una pequeña porción va directamente a la amígdala por una vía más corta. Esto permite una respuesta más rápida si fuera necesario, tiempo imprescindible si atendemos a la necesidad de supervivencia de una especie evolutiva. Así, hay momentos en los que la emoción se antepone a la razón.

En el caso de la ira o de emociones intensas, la amígdala «roba» la activación de otras áreas como el córtex, dominando la conducta del sujeto y apagando el área que nos hace más racionales, más humanos, llevando al fenómeno conocido como secuestro amigdalar. «La ira consume la salud, envilece la mente y obstaculiza al maestro de espíritu que hay en el alma del hombre» (149:4.2).

En una situación de estrés normal, la activación amigdalar conlleva la activación del eje HPA (hipotálamo-hipófisis-suprarrenal). El resultado es la secreción por la glándula adrenal de adrenalina y corticoides, así como la activación del SN autónomo y de nuestras defensas, necesarios para dar una respuesta rápida ante una emergencia en nuestro entorno Una vez pasado el evento, nuestro cuerpo se encarga de volver a su equilibrio normal, también facilitado por el sistema límbico y sus conexiones.

En caso de que la reacción persista, se produce un proceso crónico de angustia emocional, como por ejemplo eventos adversos de la vida, soledad y abuso, con una excesiva utilización o manejo deficiente de hormonas, corticoides y catecolaminas por esta compleja red neuroendocrinoinmune, que produce un impacto negativo sobre el sistema nervioso, endocrino e inmune. El resultado final de la falta de autocontrol ante factores estresantes externos o internos es un estado físico proinflamatorio (hipercortisolismo).

Los glucocorticoides producen efectos en el cerebro y el cuerpo tanto genómicos como no genómicos a través de múltiples sitios y vías (NF-kbeta, TNFa), causando un amplio espectro de enfermedades (depresión, diabetes, trastornos inmunoalérgicos, cáncer), que son las principales causas de discapacidad y mortalidad en todo el mundo.

Este estado de pérdida de control es particularmente neurotóxico y causa atrofia del hipocampo y la corteza prefrontal, por un lado, y la hipertrofia de la amígdala por el otro; ambas debilitan la función cognitiva y aumentan la hiperactividad emocional. Esta desregulación conlleva una incidencia muy negativa en la neurogénesis y la neuroplasticidad, y puede modificar nuestro genoma a través de modificaciones epigenéticas.

La epigenética es otro dispositivo adaptativo molecular que responde a las necesidades ambientales mediante la regulación de la expresión génica. Es muy importante en la plasticidad neuronal. Se refiere a los cambios que se producen en nuestro ADN sin alterar su secuencia o «los mecanismos que permiten programar un genoma de muchas maneras». Un ejemplo son las células de nuestro cuerpo, cada una con su identidad y función.

Las tres modificaciones epigenéticas son tres: metilación de ADN, modificación de histonas y micro ARN. El resultado es que se pueden activar o desactivar genes (de forma reversible o irreversible).

En definitiva, nuestra manera de vivir determinará lo que seremos y estos cambios se pueden transmitiir a la descendencia. Esto se apunta en la cita:

... Cuando la ansiedad llega a volverse dolorosa inhibe la actividad y provoca indefectiblemente cambios evolutivos y adaptaciones biológicas. El dolor y el sufrimiento son esenciales para la evolución progresiva. (86:2.1, negrita añadida)

Esta adaptación es una relación dinámica en la que la neuroplasticidad, la epigenética y la neurogénesis están totalmente interrelacionadas y sujetas a la actitud de nuestra personalidad, a nuestras elecciones (tanto en sentido positivo como negativo). Aunque nuestra biología esté diseñada para adaptarse positivamente al entorno siempre cambiante, cuando la respuesta es desproporcionada y no está bajo nuestro control mental puede hacernos sufrir mucho, dificultar nuestras relaciones, derivar en una enfermedad y, en último término, hacernos fracasar en el arte de vivir.

La otra cara de la moneda es que ¡podemos cambiar esas rutas neuronales y decidir «tocar una sinfonía»! Podemos decidir ser el director de orquesta que use la capacidad plástica de nuestro cuerpo con un resultado armonioso, como una melodía, de forma que nuestro cerebro libere neurotransmisores tales como las endorfinas, serotonina, oxitocina, dopamina, que los científicos denominan «el cuarteto de la felicidad». Pensemos en cuando estamos enamorados...

Jesús animaba a sus seguidores a reaccionar de forma dinámica y positiva en todas las situaciones de la vida. (159:5.9, 1770.1)

Pero... ¿cómo? ¿Podemos conseguir esta transformación únicamente con un acto de nuestra voluntad, deseando tan solo ser optimistas?

Muchos dirán que es imposible porque estamos determinados genéticamente, pero Jesús nos dijo que aunque nuestros impulsos heredados no se pueden modificar, nuestras reacciones emocionales a ellos sí; podemos mejorar nuestro carácter y nuestra naturaleza moral cuando nuestras emociones están integradas y coordinadas en una personalidad unificada (140:4.8, 118:8.2). Y esto debería ser la meta de la educación, colaborar al desarrollo de una personalidad equilibrada (195:10.17).

La clave para conseguirlo no es a través del antiguo camino de una vida de abnegación, «La teoría muerta, incluso de las doctrinas religiosas más elevadas, no tiene poder para transformar el carácter humano ni controlar el comportamiento de los mortales» (34:6.6), sino a través del nuevo camino que trajo Jesús en que lo primero es ser transformados por el espíritu. En este reino deberíamos de convertirnos en unas «criaturas nuevas» (143:2.3).

El secreto del autocontrol es el espíritu interno que nos habita, el Espíritu del Padre y el nuestro, que siempre actúa por amor y nos libera (143:2.7). Este espíritu no posee ningún mecanismo especial para expresarse sino a través de nuestra mente; y lo hará a través de los pensamientos más elevados, no de las emociones. «Sentir un impulso fuerte y extraño por hacer algo o ir a cierto lugar no significa necesariamente que esos impulsos sean directrices del espíritu que mora en el interior» (159:3.6). Esta cita nos viene a insinuar que el autocontrol trabaja en el córtex para hacer ese «duplicado espiritual», no en el cerebro emocional.

Y hoy, Jesús (su Espíritu) sigue transformándonos. “Él unifica la vida, ennoblece el carácter…» porque «entra en la mente humana para elevarla, transformarla y transfigurarla» (100:7.18, negrita añadida).

En la adoración, la mente se pone en contacto con el espíritu (160:3.1) y la energía espiritual fluye realizando esas transformaciones en nosotros. El adjutor de adoración es posible que «active» nuestras glándulas endocrinas cerebrales (hipófisis y pineal) para que liberen esos neurotransmisores y hormonas que van a influir en nuestra receptividad espiritual y nos produzcan esa paz y bienestar (49:5.19).

Ni la psicología ni el idealismo es comparable al efecto que ocasiona en nosotros esta energía espiritual. Y repetir esta práctica con atención es esencial para que nuestras reacciones se conviertan en hábitos y desarrollemos una especie de reflejo condicionado espiritual (100:1.8) que hace que nuestro carácter crezca «como un grano de mostaza» (140:8.27). Esto nos facilita también alcanzar progresivamente los círculos psíquicos de nuestra personalidad (110:6.6) y que cada día que vivimos encontremos más fácil hacer lo que es justo (156:5.13).

Eko Pramano
Cada vez será más fácil tener autocontrol, porque se van «labrando» caminos (redes neuronales) que transforman nuestro cerebro plástico. Eso lo muestra hoy la neurociencia: la meditación puede cambiar determinadas áreas de nuestro cerebro e incluso la expresión de genes inflamatorios y epigenéticos-moduladores, favoreciendo nuestra resiliencia, salud y longevidad.

Estas maravillosas transformaciones de nuestro carácter humano que «las leyes de la fisiología, la psicología y la sociología no pueden explicar» (102:2.3) pronto se van a manifestar en nosotros en los frutos del espíritu, que son: «el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza». Estos frutos son lo máximo que podemos alcanzar en este vida, «el verdadero dominio de nosotros mismos» (143:2.8). De ahí que Jesús no se cansara de proclamar: «Buscad primero el reino…» (140:1.5). Y cuando lo encontramos, los problemas no desaparecen, pero se «disuelven» (196:3.1). Empezamos a sentir lo que es la verdadera libertad, «el fruto del autocontrol» (54:1.6).

Unificando nuestro sistema físico, mental y espiritual es como nuestra personalidad consigue niveles elevados de vida, bienestar, felicidad verdadera y salud (100:4.3).

Esta es también la finalidad de la evolución cósmica, la unificación de la personalidad mediante el dominio creciente del espíritu, pues esta personalidad (humana o superhumana) se caracteriza por una cualidad cósmica inherente que es la evolución del dominio, «la expansión del control tanto de sí misma como de su entorno» (112:2.15) para conseguir esa unidad que es Dios.

Y en todos los seres vivos existe un «ansia insaciable de lograr una perfección cada vez mayor en el ajuste al entorno, en la adaptación del organismo y en una realización más amplia de la vida» (65:6.2) de responder al mandato de nuestro Padre de ser «perfectos como yo soy perfecto» (1:0.3). Y este objetivo es «perfectamente compatible con la alegría de vivir y con el éxito de una carrera honorable en la tierra» (110:3.4) porque «este nuevo evangelio del reino presta un gran servicio al arte de vivir porque proporciona un nuevo incentivo más rico para una forma de vida más alta» (160:3.5).

Marlon Schmeiski
¡Podemos cambiar! Aunque tengamos que intentarlo muchas veces. Y ciertas serafines algún día nos preguntarán: «si falláis, ¿os levantaréis indomablemente para volver a intentarlo?». De ellas aprenderemos «a aceptar los desafíos sin quejas y hacer frente sin miedo a las dificultades y las incertidumbres» (48:6.35). «Solo el hombre puede alcanzar el arte de vivir» (160:1.5, negrita añadida). Y quién sabe si este arte podría producir cambios evolutivos y de adaptación en nuestro genes que nos lleven a las ansiadas eras de luz y vida.

Convirtamos a Jesús en el «Daniel Goleman» del futuro. En su mensaje está la verdadera semilla de la inteligencia emocional. Su religión, en esta «nueva edad de mentes científicas y tendencias materialistas, en este gigantesco conflicto entre lo secular y lo espiritual acabará triunfando» (195:4.5).

BIBLIOGRAFÍA

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La lucha ideológica

Zshonette Reed (EE. UU.)

Primera parte | Tomar partido

En el Mandato de Publicación de El libro de Urantia nos dicen que debemos tener un ejército de maestros y líderes que estén preparados para llevar a cabo una gran obra educativa cuando concluya la actual lucha ideológica. Creemos que esta lucha es la misma que planteó la rebelión de Lucifer: es decir, la verdadera libertad frente a la falsa libertad, o la libertad frente al libertinaje

Si bien la rebelión fue aplastada por Miguel al completar con éxito su misión de otorgamiento, los efectos de la rebelión permanecen. Este efecto residual es la razón por la que sigue habiendo una lucha ideológica en nuestro mundo. Si estamos en lo cierto de que esta lucha es entre la libertad y el libertinaje tal y como lo presentó la rebelión de Lucifer, es imperativo que nos posicionemos en el lado correcto de la lucha.

¿Es necesario que tomemos partido?

Puesto que la lucha es de origen celestial, tal vez corresponda a los celestiales resolverla. Quizá todo lo que tenemos que hacer es ser buenas personas y trabajar en nuestra propia relación personal con el Padre. Como explica El libro de Urantia, Miguel eligió mantenerse al margen de la rebelión hasta que completó su misión de otorgamiento. De hecho, ese fue el consejo que le dieron los representantes del Paraíso. Sin embargo, esto no implica que otros que apoyan a Miguel deban permanecer indiferentes. Veamos los antecedentes.

Gabriel no se mantuvo al margen. Aunque no le correspondía aplastar la rebelión o juzgar a los rebeldes, sí que estaba dentro de sus funciones como jefe ejecutivo del universo tomar partido por la justicia, y eso es lo que hizo. Una vez que Lucifer estableció su contrarrevolución, Gabriel tomó su posición en el Mundo del Padre y contrarrestó implacablemente la propaganda rebelde. Mostró por qué la llamada Declaración de Libertad de Lucifer era defectuosa, blasfema y destructiva.

Los Padres de la Constelación también hicieron su parte. Aunque no tenían autoridad para aplastar la rebelión o juzgar a los rebeldes, estaba en su mano cortar los circuitos desde Satania para confinar a los rebeldes en el sistema local y evitar que infectaran los sistemas vecinos.

Luego estaba Manotia, la segunda al mando de las serafines de Satania, que se negó a participar en lo que llamó «el insulto a Miguel». Mientras su superior caía víctima del sofisma, Manotia asumió el control de su grupo seráfico con la ayuda de los Melquisedec, la mayoría de los Hijos Materiales y los mortales ascendentes de Jerusem. Gracias a sus esfuerzos combinados se salvaron muchas personalidades.

Tenemos el relato de Elanora, una joven del planeta vecino de Panoptia que asumió el liderazgo de las razas humanas e impidió que su mundo fuera víctima de su príncipe planetario rebelde.

Y por supuesto, tenemos el relato del poderoso Van y su asociado mortal Amadon, que mantuvieron la lealtad al gobierno del universo y preservaron los restos de la civilización hasta la llegada de Adán y Eva.

¿Y nosotros? ¿Debemos mantenernos al margen de la rebelión de Lucifer? ¿Debemos quedarnos de brazos cruzados mientras la lucha ideológica hace estragos? ¿O hay algo que podamos hacer, algo que esté en nuestra mano y que nos incumba como hijos mortales del Padre celestial?

Parece que hay algo que podemos hacer. Como Gabriel, podemos adoptar una postura para contrarrestar los sofismas rebeldes. El método de Gabriel se expone en el documento 53. Dice:

En los primeros días de la lucha Lucifer arengaba continuamente en el anfiteatro planetario. Gabriel denunciaba incesantemente las sofisterías rebeldes desde su sede establecida en las cercanías. Las diversas personalidades presentes en la esfera que no tenían clara su postura iban y venían de un discurso a otro hasta que llegaban a una decisión final. (53:5.6, 606.2)

El método de Gabriel era la educación. Proporcionó un espacio y lugar para la conversación. Muchos seres fueron engañados porque no podían comprender que era posible que una personalidad tan deslumbrante como Lucifer se descarriara. Fueron engañados porque eran personalidades adoradoras. La solución, tal como la presentó Gabriel, era examinar las ideas, no las personalidades. Al igual que Gabriel, podemos ofrecer un lugar donde la gente pueda escuchar el punto de vista de Miguel. TheChristExperiment.org es un lugar donde se puede escuchar el lado de Miguel de la lucha ideológica.

Puede que algunos consideren que adoptar una postura así es demasiado controvertido o incluso sentencioso, pero lo que estaríamos juzgando son teorías e ideas, no personas. Juzgar ideas y teorías forma parte de cualquier lucha ideológica. Realmente no se puede evitar. La verdadera libertad y la falsa libertad no pueden coexistir pacíficamente. Una prevalecerá y la otra deberá ser derrotada. En los cielos, esto se llama «guerra». Y habrá bajas.

Demora innecesaria

Luego está la cuestión de la justicia. Cuando pensamos en el enorme daño que ha causado la rebelión y en las muchas formas en que seguimos sufriendo, es comprensible que anhelemos la aniquilación de los archienemigos. Pero, ¿podría ser que estemos participando en la demora? ¿Podrían nuestras acciones o nuestra inacción estar contribuyendo a la demora?

Esta cuestión surge debido a lo que se indica en el documento 54:

. . . los Ancianos de los Días se oponen a aniquilar a ningún ser hasta que todos los valores morales y todas las realidades espirituales se hayan extinguido, tanto en el malhechor como en todos sus partidarios y posibles simpatizantes.  (54:3.3, 615.5, negrita añadida)

Consideremos también lo que se indica sobre Satanás en el documento 43:

Desde el triunfo de Cristo todo Norlatiadek se está limpiando de pecado y de rebeldes. Poco antes de la muerte de Miguel en la carne, Satanás, el adjunto del caído Lucifer, intentó asistir a uno de estos cónclaves de Edentia, pero la opinión de los asistentes se había solidificado hasta tal punto contra los archirrebeldes que los sublevados de Satania encontraron prácticamente cerradas todas las puertas de la comprensión y no hubo lugar para ellos. Cuando no hay puerta abierta para recibir el mal no hay oportunidad para albergar el pecado. Las puertas de los corazones de todo Edentia se cerraron ante Satanás. Fue rechazado unánimemente por los Soberanos de los Sistemas allí reunidos, y fue en ese momento cuando el Hijo del Hombre «vio a Satanás caer del cielo como un rayo». (43:4.9, 490.4, negrita añadida)

De esto podemos deducir que hasta que los conceptos luciferinos sean totalmente rechazados en nuestro mundo, los Ancianos de los Días pueden abstenerse de aniquilar a los rebeldes. Así, la demora en exponer las proclamaciones venenosas de Lucifer puede prolongar nuestra agonía planetaria.

Es obvio que una gran parte de nuestra sociedad adopta, simpatiza o tolera, consciente o inconscientemente, las ideas luciferinas. Y parece que mucha gente no es consciente de lo que está en juego en nuestro mundo. Las ideas luciferinas están cosidas en nuestro gobierno, nuestro entretenimiento, nuestra cultura. Incluso nuestras ideologías religiosas y supuestamente espirituales están cayendo inconscientemente bajo la influencia de las ideas luciferinas, al igual que millones de ángeles y seres celestiales.

Pero, ¿dónde está el contrapeso a todo esto? ¿Quién está del lado del Padre mostrando el error de estas ideas? Prácticamente todos los lectores de la comunidad de El libro de Urantia llevan el estandarte de Miguel: los tres círculos azul celeste sobre fondo blanco. Lo publicamos en casi todos nuestros sitios web y redes sociales. Lo llevamos en la ropa y en las joyas. Pero ¿comprendemos sus implicaciones?

Llevar ese estandarte significa que estamos del lado de Michael en la controversia. No somos meros espectadores, somos los que tenemos el conocimiento y la comprensión de la profundidad y la amplitud de la rebelión. Conocemos su origen y conocemos su destino.

Por tanto, corresponde a todos los que llevan el estandarte dar a conocer la verdad con respecto a la lucha ideológica. No debemos limitar nuestros debates a la cosmología. No podemos coexistir pasivamente con las ideas luciferinas. Debemos adoptar una posición real del lado de Miguel en la controversia hasta que la lucha se gane y las ideas rebeldes sean rechazadas total y completamente.

¿Qué podemos hacer para posicionarnos del lado de Miguel en la lucha ideológica? ¿Cómo podemos acelerar el rechazo de las ideas luciferinas?

Segunda parte | Los peligros del Manifiesto de Lucifer

Al adoptar una postura en la lucha ideológica, que es la libertad frente al libertinaje instigado por la rebelión de Lucifer, es imperativo que entendamos a qué nos enfrentamos.

Lucifer comenzó su rebelión publicando su manifiesto, la llamada Declaración de Libertad. En él, hace tres acusaciones básicas:

  1. El Padre Universal no es real.
  2. La administración del universo local es injusta.
  3. El plan de ascensión de los mortales es una farsa.

Los cargos segundo y tercero son accesorios. Dependen de la veracidad de la primera acusación, de modo que si la primera no es cierta, las otras acusaciones fallan. En otras palabras, si el Padre Universal es real, entonces la administración del universo local es justa y el plan de ascensión es real. Así que centraré nuestra atención en la primera acusación de Lucifer.

Lucifer afirmó que el Padre Universal no existía realmente y que la gravedad física y la energía espacial eran inherentes al universo; en esencia, que no había necesidad de un Creador. Alegó que el Padre era un mito inventado por los Hijos del Paraíso para permitirles mantener el dominio de los universos en nombre de un Padre ficticio.

Esta acusación es muy esclarecedora. Lucifer afirmó que el Padre Universal no existe. Podríamos preguntarnos: ¿cómo puede un ser celestial que vive en los cielos no creer en Dios? Podemos aceptar que una mente retorcida no quiera adorar a Dios o no quiera obedecer a Dios, ¿pero que un ser celestial no crea que Dios existe? ¿Cómo es posible?

Bien, debemos recordar que Lucifer fue una creación del universo local. Puede que en alguna ocasión se haya aventurado fuera del universo local, y ciertamente conoce a los Ancianos de los Días, pero nunca ha estado fuera del superuniverso. Nunca ha visitado Havona y ciertamente nunca ha llegado al Paraíso. Por lo tanto, no tiene conocimiento personal de la existencia del Padre Universal. Él, junto con todas las demás creaciones del universo local, tiene que tener fe en que el Padre Universal existe. Y Lucifer, y todos los que le siguieron en la rebelión, perdieron la suya. Sí, la fe en la existencia de Dios no se limita a la experiencia mortal. Incluso después de nuestra resurrección, necesitaremos fe en la existencia del Padre del Paraíso hasta que nos encontremos con él «cara a cara».

Lucifer estaba dispuesto a reconocer a Miguel como su Padre Creador, pero no como su Dios y legítimo gobernante. Encontramos un paralelismo en el ateísmo. Los ateos reconocen que son la creación de su madre y padre mortales. No niegan que proceden de una larga línea de mortales, pero rechazan la idea de un Primer Padre, una personalidad increada. Al igual que Lucifer, creen que la vida es inherente al universo y no requiere las acciones o la intervención de un Dios personal.

Quieren las ventajas de haber sido creados, la alegría de estar vivos y vivir, pero no quieren la responsabilidad de reconocer a un Creador. Este concepto se ha infiltrado en la ciencia, las filosofías sociales, incluso en las filosofías espirituales presentando lo que llamamos «medias verdades», que pueden ser tan mortales como las mentiras descaradas. He aquí un ejemplo de cómo las medias verdades se han infiltrado en las filosofías espirituales.

Sin duda han oído hablar de la enseñanza de que «todos somos dioses, todos formamos parte de la unidad que constituye el universo. Nosotros y el resto del mundo somos lo que es Dios. Dios es consciencia que se expande, fuente de energía». Todo eso suena muy bien, pero solo es cierto en parte. SOMOS parte de la unidad del universo y tenemos un fragmento de Dios dentro de nosotros, pero la mitad que falta es la realidad del gran Dios personal. Muchas de estas filosofías excluyen u omiten la idea de un Dios personal al que debemos rendir cuentas. Para ellas, la historia termina con la «deificación» del yo. Algunas de estas teorías llegan incluso a rechazar la creencia en Dios y a ridiculizar la fe como tonta y delirante.

Esto no difiere de lo que afirma Lucifer en su manifiesto. Lucifer no niega la gran fuente de energía: niega al gran Dios personal, igual que muchos ateos y pseudocientíficos tienden a glorificar la naturaleza, pero niegan al que creó la «naturaleza». Estas filosofías son verdades a medias, nos llevan a medio camino de la verdad y se detienen ahí. Omiten la mitad más importante: la existencia y realidad de un gran Dios personal, la Primera Fuente y Centro de todas las cosas, que incluye la fuente tanto de la energía como de la naturaleza. Si podemos ser engañados para adoptar estas medias verdades, Lucifer ha ganado un converso en la lucha ideológica.

Este tipo de filosofías ateas son seductoras y engaños sutiles. ¿Quién no quiere verse a sí mismo como un ser poderoso que ha vencido sus miedos y circunstancias? ¿Quién no quiere sentir el poder de la deidad? Ahora bien, si has rezado a Dios y has sentido una oleada de poder y confianza, es posible que tú mismo hayas sentido ese poder. Lo hemos sentido y es muy real, pero lo que sentimos no es la divinidad. El poder que sentimos es la filiación.

Hay una divinidad en la filiación con Dios, hay un poder de unidad con el universo, hay una relativa cocreatividad con él. Es dinámica y, en cierto modo, embriagadora. Sin embargo, el poder de la filiación solo existe gracias a la realidad del Padre. El poder que experimentamos como hijos de Dios es un don divino por el que podemos estar agradecidos, pero no olvidemos reconocer al Padre sabio y amoroso que nos lo dio. Debemos tener cuidado.

El documento 111 se refiere al peligro de ceder a la tentación de endiosarse, que es lo que les ocurre a quienes se adscriben a esta verdad a medias del endiosamiento. He aquí el extracto:

El valor necesario para llevar a cabo la conquista de la naturaleza y trascenderse a uno mismo es un valor que puede sucumbir a las tentaciones del orgullo. El mortal capaz de trascender el yo podría ceder a la tentación de deificar su propia autoconsciencia. El dilema del mortal consiste en el doble hecho de que el hombre es esclavo de la naturaleza y posee al mismo tiempo una libertad única, la libertad de elección y acción espiritual. En los niveles materiales el hombre se encuentra supeditado a la naturaleza mientras que en los niveles espirituales triunfa sobre la naturaleza y sobre todas las cosas temporales y finitas. Esta paradoja está inseparablemente unida a la tentación, al mal potencial, a los errores de decisión. Y cuando el yo se vuelve orgulloso y arrogante puede aparecer el pecado. (111:6.2, 1222.1)

Esta cita nos dice que trascender las fragilidades mortales y los retos temporales requiere verdadero valor, pero quienes son capaces de trascenderlos se enfrentan a un nuevo problema: la tentación de volverse orgullosos y arrogantes, lo que puede conducir al pecado. No dice que esa persona SE HARÁ orgullosa y arrogante: dice que a esa persona se le presentará inevitablemente la oportunidad de demostrar quién es en realidad. ¿Es un valiente hijo espiritual de Dios, o se ha engañado a sí mismo creyendo que ES Dios? Ese es el peligro de las verdades a medias.

Hay otra razón por la que esta verdad a medias es tan peligrosa: nos quita nuestros derechos espirituales. Fíjense en lo que dice el documento 54:

. . . El crimen de Lucifer fue intentar privar de sus derechos creativos a todas las personalidades de Satania, abreviar de forma no reconocida la participación personal de la criatura —la participación de libre albedrío— en la larga lucha evolutiva por lograr el estatus de luz y vida tanto individual como colectivamente.

. . . La rebelión de Lucifer amenazó así con vulnerar al máximo el libre albedrío de los ascendentes y servidores del sistema de Satania: la amenaza de privar para siempre a cada uno de estos seres de la experiencia apasionante de contribuir con algo personal y único al monumento a la sabiduría experiencial que se erige lentamente y que existirá algún día como el sistema perfeccionado de Satania.

Así, el manifiesto de Lucifer, disfrazado bajo los ropajes de la libertad, se presenta a la luz clara de la razón como una monumental amenaza de consumar el robo de la libertad personal, y de hacerlo a una escala que solo se ha planteado dos veces en toda la historia de Nebadon.

En resumen, lo que Dios había dado a hombres y ángeles, Lucifer se lo hubiera quitado: el privilegio divino de participar en la creación de sus propios destinos y del destino de este sistema local de mundos habitados.

Ningún ser en todo el universo tiene la libertad legítima de privar a otro ser de la verdadera libertad, del derecho a amar y ser amado, del privilegio de adorar a Dios y de servir a sus semejantes. (54:2.3-5, 614.8-615.2, negrita añadida)

Estos pasajes revelan el peligro de las filosofías que excluyen a Dios de la ecuación. De modo que no es solo una cuestión de si Dios existe o no existe: es una cuestión de si NOSOTROS existimos como criaturas con libre albedrío y si permitiremos que otra criatura cierre la puerta a oportunidades y posibilidades. Esas medias verdades no solo son ateas: son luciferinas.

Pero ¿cuántas personas que adoptan estas filosofías de medias verdades son conscientes de ello? ¿Cuántas personas creen que se están autorrealizando cuando, en realidad, se están autoinhibiendo y autoaniquilando? No comprenden que están en el lado equivocado de la lucha ideológica cuando exaltan su propia espiritualidad pero excluyen al gran Padre Universal: el Dios personal y amoroso.

Pero, ¿cómo sabrán que deben progresar más allá de las medias verdades y completar el viaje hasta llegar al Dios personal? ¿Cómo lo sabrán sin maestros y líderes cualificados que puedan revelarlo? Por lo tanto, depende de cada uno los que sostenemos el estandarte de Miguel convertirnos en esos maestros y líderes cualificados que pueden estar del lado de Miguel en la lucha ideológica y proporcionar una alternativa a las ideas luciferinas.

Tercera parte | Libertad frente a libertinaje

El documento 54 dice esto sobre la libertad y el libertinaje:

De todos los problemas desconcertantes surgidos de la rebelión de Lucifer, ninguno ha ocasionado más dificultades que la incapacidad de los mortales evolutivos inmaduros de distinguir entre la verdadera y la falsa libertad. (54:1.1, 613.3)

Está claro que, si vamos a encontrarnos en el lado correcto de la lucha ideológica, debemos ser capaces de distinguir la diferencia nosotros mismos. Recordemos que muchas personalidades celestiales de larga fidelidad no supieron distinguir la diferencia y fueron arrastradas por la rebelión de Lucifer, así que puede que no sea tan fácil como se podría pensar.

Dediquemos tiempo a agudizar nuestras facultades de discernimiento para poder distinguir la diferencia entre libertad y libertinaje y encontrarnos en el lado correcto.

El error del tiempo y el mal del espacio

El Mensajero Poderoso autor del documento 54 enumeró las diferencias yuxtaponiendo la verdadera y la falsa libertad. He aquí la primera:

La verdadera libertad se alcanza a través de las edades y es la recompensa del progreso evolutivo.

La falsa libertad es el sutil engaño del error del tiempo y del mal del espacio.

La libertad duradera se basa en la realidad de la justicia: en la inteligencia, la madurez, la fraternidad y la equidad. (54:1.2, 613.4, negrita añadida)

En este documento, el Mensajero Poderoso compara el tiempo y el espacio. El tiempo, tal como se utiliza aquí, es el flujo natural de los acontecimientos, el proceso evolutivo natural. El espacio se refiere a nuestro lugar o nuestro estatus, o dónde estamos en el universo.

Escribe que la verdadera libertad se consigue ganándonos un lugar en el universo y atravesando el proceso evolutivo para alcanzarla. Y requiere inteligencia, madurez, fraternidad y equidad o justicia. Por contra, la falsa libertad propone que el tiempo es error y el espacio es maldad. En otras palabras, la falsa libertad dice: «No quiero esperar a que las cosas ocurran por el proceso evolutivo natural. Lo quiero ahora y no debería tener que hacer nada para conseguirlo. Hacerme esperar y ganar es malo e injusto». Eso es falsa libertad.

Teniendo en cuenta esta distinción, deberíamos ser capaces de identificar las ideologías que promueven el libertinaje como opuesto a la libertad. Podemos concluir que cualquier ideología que rechace esperar y ganar es producto de una falsa libertad.

Se manifiesta en:

  • Robo: tomar de otros lo que no hemos ganado
  • Asesinato: negarse a esperar justicia
  • Soborno: obtener una oportunidad que de otro modo no estaría disponible
  • Mentir: crear una realidad falsa con objetivos egoístas

Todas ellas son manifestaciones de libertinaje, y hay muchos más ejemplos.

Injusticia manifiesta

Los siguientes argumentos del Mensajero Poderoso son:

La libertad es una técnica autodestructiva de la existencia cósmica cuando su motivación es poco inteligente, incondicionada e incontrolada.

La verdadera libertad se relaciona progresivamente con la realidad y es siempre respetuosa con la equidad social, la imparcialidad cósmica, la fraternidad del universo y las obligaciones divinas.

La libertad es suicida cuando está divorciada de la justicia material, de la imparcialidad intelectual, de la paciencia social, del deber moral y de los valores espirituales. (54:1.3-4, 613.5-6)

Estas distinciones nos dicen que las libertades que se ejercen sin reflexión inteligente sobre las consecuencias que impondrían a los demás, o que se ejercen sin restricciones, son falsas libertades. Mientras que las libertades que tienen en cuenta los efectos que nuestras acciones tendrán en los demás y están atemperadas por la equidad son libertades verdaderas.

¿Ejemplo? Qué hay de estos:

  • Destruir la propiedad de personas inocentes como protesta por lo hecho por personas culpables.
  • Permitir ciertas libertades a unos, pero negar las mismas libertades a otros.
  • Realizar acciones que nos producen placer, pero perjudican a los demás.

Estos son otros ejemplos de falsa libertad o libertinaje; probablemente ustedes puedan enumerar algunos más.

Expresión personal no regulada

El Mensajero Poderoso nos dice a continuación que:

La obstinación sin freno y la expresión desordenada del yo equivalen al egoísmo absoluto, a la suma impiedad. La libertad no acompañada de una victoria creciente sobre el propio yo es una fantasía de la imaginación egoísta del mortal. (54:1.5, 613.7)

Aquí nos está diciendo que las ideas que promueven la expresión personal sin tener en cuenta los sentimientos o las consecuencias para los demás son ejemplos de egoísmo impío y autoengañoso. Un ejemplo de tal ideología es la expresión luciferina:

«Haz lo que te plazca.»

Esta frase fue popularizada por mucha gente en los géneros de música contemporánea y rock. Puede parecer una frase inofensiva, pero se originó como una objeción a las palabras de Jesús:

«Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti.»

La expresión luciferina («haz lo que te plazca») se utiliza en toda la sociedad moderna y fue promovida por un luciferino infame del siglo XX. Muchos no lo saben, pero aquellos que adoptan esta ideología pueden muy bien encontrarse en el lado equivocado de la lucha ideológica.

Los peligros del libertinaje

El Mensajero Poderoso explicó también el contraste entre libertad y libertinaje como:

  • Autoestima frente a autoadmiración
  • Autocontrol frente a autoafirmación

A veces es difícil ver el contraste en la sociedad moderna, así que podría ser útil recordar lo que ocurrió al principio de la historia del hombre en Urantia, cuando se enseñaba el libertinaje en contraposición a la libertad. En el documento 67 se dice lo siguiente:

Al poco tiempo de la rebelión, todo el equipo de la sedición se encontró defendiendo esforzadamente la ciudad contra las hordas de semisalvajes que sitiaron sus murallas como consecuencia de las doctrinas de libertad que se les había enseñado prematuramente. Y años antes de que la hermosa sede fuera sumergida por las olas del mar del sur, las tribus engañadas y mal instruidas de las tierras interiores de Dalamatia ya habían consumado su asalto semisalvaje de la espléndida ciudad y empujado hacia el norte al equipo secesionista y sus asociados.

El plan de Caligastia de reconstruir inmediatamente la sociedad humana según sus ideas de libertad individual y libertades colectivas desembocó en un rápido fracaso más o menos total. La sociedad retrocedió rápidamente a su antiguo nivel biológico y la lucha hacia adelante volvió a empezar en un punto no mucho más avanzado de donde estaba al principio del régimen de Caligastia, pues el levantamiento había sumido al mundo en la peor de las confusiones. (67:5.2-3, 758.7-8)

Jugar con la falsa libertad ha tenido, y seguirá teniendo, un efecto devastador en nuestro mundo. Así que hay razones para estar alerta y discernir con agudeza, no sea que nos encontremos en el lado equivocado de la lucha.

En resumen, la verdadera libertad es la manera del universo y ha dado lugar a un universo ordenado, justo, pacífico y amistoso. Por otro lado, la falsa libertad, o libertinaje, es lo que causó la rebelión y la lucha ideológica resultante que estamos viviendo ahora. Solo la restauración de la verdadera libertad traerá la ansiada paz en la tierra y la buena voluntad hacia todos los hombres y mujeres.

Los que están del lado de Miguel pueden hacer un gran servicio promocionando la verdadera libertad y dejando en evidencia el libertinaje a través de las palabras y las obras. Pregúntense:

  • ¿Soy justo en mis tratos con los demás?
  • ¿Vivo según las mismas normas que espero de los demás?
  • ¿Respeto el tiempo y el espacio no violando las leyes divinas para llevar a cabo mis objetivos?
  • ¿Estoy dispuesto a denunciar el libertinaje cuando lo veo?

Son cosas que considerar en lo personal.

Si bien este artículo refleja lo que entendemos por libertad frente a libertinaje, los que formamos parte de The Christ Experiment estamos abiertos a los puntos de vista de los demás. Siéntanse con libertad para enviarnos sus pensamientos, y quizá juntos podamos marcar la diferencia. También hemos creado la The Christ Experiment’s School of Ambassadors para desarrollar y realzar las habilidades de ministerio y apoyar la causa de Miguel de la lucha ideológica.

Que el Espíritu de la Verdad esté con ustedes.

Nacer del espíritu y la madurez espiritual

Mamadou Doudou Diagne (Senegal)

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Me gustaría compartir algunas ideas, como introducción a un debate, en torno a este tema que nos une: «nacer del espíritu y la madurez espiritual». Se trata de esa experiencia humana, tan personal y singular, que hay entre cada persona y Dios.

El nacimiento indica el punto de partida de la existencia. Nacer es tener un impulso, una fuerza vital, que inaugura nuestra venida al mundo y continúa y se expresa en la vida biológica y cultural a través de la sucesión de los días hasta el punto de llegada: la muerte.

En cuanto a la madurez, muestra la culminación de un proceso de crecimiento y evolución satisfactoria, ya sea físico, intelectual, moral o espiritual. Análogamente, es también el estado de los frutos cuando están maduros, después de haber alcanzado su pleno desarrollo.

Este pequeño recordatorio conceptual nos permite acercarnos mejor a nuestro tema, que relaciona dos hechos: el nacimiento y la madurez, en relación con el espíritu. Podemos decir que el espíritu es lo contrario de la materia; es decir, aquello que se sitúa en nuestro interior, más allá̀ de la realidad material o física, pero también su fuente, Dios, nuestro Creador perfecto y nuestro final.

Así, nacer en el espíritu y tener madurez significa haberse originado en Dios y buscar producir los frutos del espíritu, existir en Dios y florecer en él.

Este problema parece fundamental, incluso crucial, para todo ser humano dotado de conciencia y voluntad, que no minimice su existencia en la satisfacción de sus necesidades animales y culturales, que olvida de manera molesta el Origen de todo ello, el divino Creador.

Esta pregunta abarca tanto a los que aspiran a Dios, a conocerlo, a nacer en él y desean alcanzar un alto nivel de su expresión, como a los que han nacido del espíritu, han experimentado su presencia y se fijan como meta manifestar la madurez espiritual en la supremacía de la existencia.

Esta problemática, que pone en escena al hombre y a Dios, es mantenida, independientemente de su grado de pertinencia o eficacia, por las religiones humanas. En efecto, el hombre es un ser social y como tal encuentra en la sociedad una o varias religiones como marco de expresión del vínculo entre el hombre y Dios. Las religiones han sensibilizado durante mucho tiempo y hasta cierto punto sobre la relación, yo diría sacrosanta, entre la criatura humana y el Creador divino.

Las religiones han empujado la rueda del nacimiento y la madurez espiritual, insistiendo continuamente en dos hechos principales:

  1. La afirmación clara de Dios Creador y de su presencia efectiva en el hombre «más cerca de él que de su vena yugular», según el texto coránico. El testimonio de Jesús insiste sin reservas en que el hombre y Dios están en unidad. La presencia-proximidad de Dios se fundamenta en Moisés en la convicción de que creó al hombre «a su imagen y semejanza».

2. Un conjunto de creencias, afirmaciones y cultos que permiten, según las distintas religiones, hacer mayor esa cercanía para obtener recompensas en el más allá.

De Carlos Rubinsky
Sin embargo, la historia de las religiones y de la evolución de la humanidad prueban ampliamente que los pueblos han privilegiado cada vez más los cultos, que se convierten en culturas, por no decir culturas socializadas, en detrimento de la afirmación clara de los profetas, que plantean la realidad primordial de Dios, sin la cual, además, los cultos no sabrían prosperar a nivel superior y espiritual.

Hoy en día, es fácil ver y comprender que el aspecto material y cultural ha primado sobre el aspecto espiritual y fraternal que induce la realidad divina. Así ocurre en todas las sociedades, con la complicidad de los seres malignos y del Maligno.

Además, mi experiencia espiritual personal me hace creer sin retrospectiva que no se puede nacer del espíritu sin la voluntad firme del ser humano. Es necesario tener el deseo, sentir la carencia y alimentar la ambición de conocer a nuestro Creador como Fuente de la Realidad para emprender con él, en tanto que esta relación es primordial. Es de orden óntico.

Mientras que el nacimiento biológico humano se hace sin nuestra voluntad, el nacimiento del espíritu se hace siempre con nuestra voluntad, con nuestro consentimiento. Por eso, nacer y existir humanamente no exige ninguna condición previa, pero el nacimiento espiritual supone imperativamente la voluntad del individuo y un mínimo de condiciones relativas a ella, para que el nuevo nacimiento brote entre los dos socios: el hombre y Dios.

¡Señor mío y Dios mío!

Christopher Ross (EE. UU.)

A mediados de los años noventa asistía a una iglesia episcopaliana en el Greenwich Village de Nueva York. Ocupaba el mismo banco semana tras semana, como hace la mayoría de la gente, y a menudo me encontraba sentado cerca de una mujer mayor llamada Barbara. Cada semana, durante la oración de consagración, cuando el sacerdote decía: «Tomad y comed todos de él: este es mi cuerpo que será entregado a todos vosotros», levantaba la hostia para que todos la vieran. Los fieles se persignaban. Barbara también lo hacía, pero siempre la oía susurrar algo. Del mismo modo, cuando se levantaba el cáliz, hacíamos la señal de la cruz y Barbara susurraba algo.

Bárbara, una mujer imponente de unos setenta años, había sido muy activa e influyente en la parroquia durante muchos, muchos años. Su formalidad y su cargo en la junta parroquial la hacían completamente inaccesible, agravado por sus rasgos austeros y su pelo, que estoy convencido de que guardaba en el congelador. Y lo que es más importante, no quería parecer ignorante, estúpido o simplemente entrometido. Yo era relativamente nuevo en la iglesia (un «bebé episcopaliano», como me llamaba el párroco) y no quería que nadie se enterara de lo poco que sabía, aunque no viera ni oyera a nadie más cuchichear. Por lo tanto, en lugar de limitarme a preguntarle a Barbara qué murmuraba en voz baja, cada semana intentaba sentarme cada vez más cerca de ella y me esforzaba por oír lo que decía durante la elevación de los sacramentos. Pensándolo ahora, me pregunto qué pensaría Barbara de lo que estaba ocurriendo, ¡ya que cada semana yo parecía estar más y más interesado en ella!

Por fin, un domingo después de misa, me armé de valor y le pregunté «¿qué es lo que susurra cuando el cura eleva los sacramentos?», intentando sonar siempre despreocupado, como si preguntara «¿cree que lloverá?». Barbara me miró sin comprender por un momento y luego soltó una carcajada, probablemente de alivio al comprender de repente por qué había parecido que yo la acechaba. «¡Señor mío y Dios mío!», proclamó. Ahora me tocaba a mí quedarme con la mirada perdida. Tras un incómodo momento de silencio, Bárbara explicó: «Es lo que dijo Tomás cuando vio al Señor resucitado».

Más tarde ese mismo día, encontré el pasaje relevante en el evangelio de san Juan, como sigue (todavía no había descubierto El libro de Urantia).

Pero Tomás… no estaba con ellos cuando Jesús vino. Entonces los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor». Pero él les dijo: «Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedo en la señal de los clavos y mi mano en su costado, no creeré».

Una semana después, sus discípulos estaban de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y dijo: «La paz sea con vosotros». Entonces dijo a Tomás: «Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Extiende tu mano y métela en mi costado. No dudes, cree». Tomás le respondió: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Has creído porque me has visto? Dichosos los que no han visto y han llegado a creer» (Juan 20:24-28, NRSV. Véase también el documento 191, sección 5).

Desde entonces, igual que Barbara, mi respuesta automática ante una hostia o un cáliz levantados es: «¡Señor mío y Dios mío!». Y lo que es más importante: dos mil años después, lo he visto.

11 de junio de 1999. En la misma iglesia, la de Bárbara y mía, era monaguillo y lector en la eucaristía de las seis de la tarde. Cuando llegó el momento de recibir la comunión, me arrodillé en la barandilla del altar en mi lugar habitual, justo a la derecha de fray Mark, pudiendo ver únicamente sus vestiduras desde los muslos hacia abajo y las puntas de las faldas negras que sobresalían por debajo de su túnica. Cuando se volvió hacia mí para administrarme la comunión, por una fracción de segundo las puntas de sus faldas se convirtieron en un par de sandalias.

Después de la misa, le conté a fray Mark lo que había pasado, que había visto a Jesús, aunque de los tobillos para abajo. Había visto sus sandalias; lo sabía. No era mi imaginación, ni una alucinación ni los desvaríos de un fanático religioso. Había visto a Jesús. Fray Mark no se inmutó y descartó mi historia con un despreocupado «ya lo sé», mientras volvía a ponerse la ropa de calle. Suponiendo que no me había oído o entendido, repetí mi historia. La respuesta, de nuevo, fue un rotundo «lo sé». ¿No me estaba comunicando o no me estaba escuchando? ¿Cómo era posible que él, el sacerdote más espiritual que conocía, no lo entendiera? Lo intenté una última vez y le pedí que dejara lo que estaba haciendo y me escuchara, ¡maldita sea!

Su respuesta me dejó boquiabierto. Mirándome a los ojos, Fray Mark dijo: «Te lo dije, ya lo sé, siempre es Jesús». Me quedé de pie, atónito. Y añadió con más suavidad: «Si estás muy, muy, muy (¡muy!) callado, hay una ruptura en el continuo espacio-tiempo y vuelves a estar en la "primera comunión" con el primer (y único) celebrante».

Fray Mark se había vaciado de sí mismo para convertirse en el recipiente a través del cual Jesús mismo podía ofrecernos el pan y el vino. Por supuesto, me di cuenta en retrospectiva, dada la humildad y la comprensión de Fray Mark, de que su papel como celebrante no era ser el centro de atención, sino más bien hacerse a un lado. Por desgracia, muchos sacerdotes se vuelven arrogantes y pomposos, o aburridos y displicentes, como si estuvieran leyendo la guía telefónica (¿te acuerdas de ella?). Tal vez porque la mayoría de nosotros, creo, estamos un poco desconcertados, inseguros en el momento de la ordenación de cómo asumir la responsabilidad de celebrante.

Que se crea en la transubstanciación, como los católicos, o en la consubstanciación, como los anglicanos y episcopalianos, o (véase el documento 179, sección 5) que el pan y el vino son símbolos, es un debate para otro día. Jesús dijo que él es «el pan de vida», pero nada de que el pan se convirtiera en su cuerpo. Tampoco dijo nada sobre la sangre. En cualquier caso, estar en lugar de Cristo y ofrecer los sacramentos consagrados a una congregación es una posición impresionante en la que encontrarse. No impresionante en la forma en que la gente lanza la palabra en torno a casi todo, pero verdaderamente impresionante. Especialmente cuando uno ha sido bendecido por haberlo visto, como creo que yo lo he sido.

Pero, ¿cómo sucedió y qué vi realmente? Según se relata en El libro de Urantia, Jesús le dice a Tomás: «Benditos los que en tiempos venideros crean sin haber visto con los ojos de la carne ni oído con oído mortal» (191:5:5, énfasis añadido).

Por lo tanto, no vi a Jesús en el cuerpo físico que habitó durante su estancia en Urantia, a pesar de la creencia de la Iglesia en la resurrección del cuerpo (véase el Credo de los Apóstoles en el Libro de Oración Común). Vi lo que Jesús dijo a sus apóstoles que verían las generaciones futuras: «Me veis ahora… en la carne, pero cuando vuelva será en el espíritu». Jesús explicó: «Los ojos de la carne ven al Hijo del Hombre en la carne, pero solo los ojos del espíritu podrán ver al Hijo del Hombre… cuando aparezca en la tierra...» (176:2.4). Así, lo que vi durante un milisegundo fue el espíritu, que se me reveló bajo la apariencia de un par de sandalias.

Aún más asombroso, por si eso no fuera poco, Jesús dijo en más de una ocasión: «… el Padre y yo somos uno. El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (157:6.13 and 181:2.20). ¿En serio? ¿O sea, a Dios? ¿Moi? ¿Cómo es posible? Bueno, décadas de meditaciones dos veces al día facilitaron el camino, sospecho. Sentarse quieto con la mente lo más vacía posible abre el canal, no solo cuando estoy en mi banco de meditación sino, en teoría, también fuera de él. Y así, por un momento, el velo se descorrió y el tiempo se detuvo. Sin embargo, creo que puede ocurrirle a cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar. A ti. A mí. A todo el mundo.

¡Señor mío y Dios mío!

La otra vida

Mark Blackham (Canadá)

«En la casa de mi Padre hay muchas moradas: si no fuera verdad, no os lo habría dicho» (Jesús)

Ahora que he alcanzado la edad de 73 años, mi interés por la otra vida y los mundos de la morontia se ha agudizado. Pero de todos los 56 mundos de la morontia que rodean Jerusem (el mundo sede del sistema de Satania) mi atención se centra más en los siete satélites que rodean al mundo de transición número uno (el mundo de los finalitarios). Son los mundos mansión, donde se reanuda nuestro viaje eterno después de dejar Urantia, nuestro planeta de «vida inicial».

Los mundos mansión no son más que una pequeña parte del sistema de mundos arquitectónicos de Jerusem, como puede verse en el siguiente diagrama. El mundo de transición número uno y sus mundos mansión circundantes son solo uno de los siete mundos de transición con sus propios satélites. Jerusem en sí es un mundo gigantesco, de unas cien veces el tamaño de Urantia, casi el tamaño de nuestro sol. Los mundos de transición tienen unas diez veces el tamaño de la Tierra, cerca del tamaño de Saturno o Júpiter. Cada uno de los mundos mansión y todos los demás satélites tienen aproximadamente el tamaño de Urantia (45:0.1).

Jerusem Planet Sizes En este momento en Urantia, todos somos «mortales de los órdenes individuales de ascensión» y todos empezamos en mansonia número uno. Sin embargo, dependiendo de nuestro nivel de logro, pronto podríamos ser transferidos a mansonia dos o tres, o incluso más arriba. Este logro está, en gran medida, determinado por la consecución individual en esta tierra de los siete círculos cósmicos o psíquicos (véase 110:6). Sin embargo, aunque nos dan algunos de los atributos y cualidades que caracterizan a cada círculo, en realidad no tenemos ninguna forma concluyente de determinar qué círculo podemos haber alcanzado.

Estos círculos de progresión del mortal son niveles de valores asociados intelectuales, sociales, espirituales y de visión interior cósmica. (49:6.8, 569.3)

No obstante, nos anima el hecho de que, si alcanzamos el tercer círculo, se nos asigna una ángel guardiana individual y, tras la muerte, resucitaremos al tercer día. De lo contrario, nos convertimos en supervivientes durmientes que tendrán que esperar a la próxima dispensación. Sin embargo, no hay demasiada diferencia porque, como superviviente durmiente, no notamos el paso del tiempo. También es reconfortante saber que no hay carrera hacia el Paraíso. El tiempo que tardemos no preocupa realmente a Dios, ni debería preocuparnos a nosotros. Como dijo Jesús: «Lo importante no es la rapidez de vuestro progreso sino su certidumbre» (147:5.7).

Una vez que resucitamos en el Templo de la Vida Nueva en mansonia número uno, empezamos exactamente donde lo dejamos en la tierra. Esto significa que no solo cosechamos las recompensas de nuestros esfuerzos diligentes en Urantia, sino que también llevamos con nosotros todo bagaje restante y todas las imperfecciones. Incluso hablaremos la misma lengua hasta que aprendamos la lengua de Satania y, después, la lengua de Nebadon (48:3.13). Por suerte, mientras tanto habrá muchas Acompañantes de la Morontia que actuarán como intérpretes y traductoras.

De hecho, la mayoría de nuestras experiencias en mansonia número uno pertenecen a lo que se denomina «remediar la deficiencia», la corrección de «tantos defectos y tan variados en el carácter de criaturas y tantas deficiencias en su experiencia como mortales» (47:3.8). Esto incluye, entre otras cosas, corregir defectos «relacionados con la vida sexual, la vinculación familiar y la función parental». En otras palabras: en lugar de aprender más sobre las relaciones universales o los significados cósmicos, como hacemos en los mundos mansión sucesivos, nos encontramos participando activamente en un programa básico de superación personal.

Uno de los objetivos de la carrera en la morontia es erradicar para siempre en los supervivientes mortales vestigios de carácter animal tales como la procrastinación, el subterfugio, la insinceridad, el escapismo frente a los problemas, la inequidad y la búsqueda de lo fácil. (48:5.8, 551.3)

Sin duda, viniendo de un mundo tan atribulado y confuso como Urantia, es muy probable que, para la mayoría de nosotros, sea necesario mejorar mucho. Sin embargo, esto no es del todo culpa nuestra. Podemos atribuir parte de la responsabilidad a los efectos insidiosos y omnipresentes de la rebelión de Lucifer. Lamentablemente, como resultado de este defecto, casi todos los urantianos que resuciten en mansonia número uno se encontrarán en desventaja y con un mundo extremadamente desconocido y extraño, mientras que los que lleguen de un planeta «más normal» apenas notarán la diferencia (47:3.1).

¿Cómo de críticas son estas diferencias? Si consideramos que se supone que estamos viviendo en la «Edad posterior al Hijo de otorgamiento», es probable que sean mucho más impactantes de lo que nos imaginamos en este momento.

…la rebelión altera tanto la vida de un mundo habitado que poco o nada podéis imaginar cómo es este régimen en un planeta normal. (52:2.1, 591.1, negrita añadida)

Si pudierais ser trasplantados desde vuestro mundo atrasado y confuso a algún planeta normal que esté ahora en la edad posterior al Hijo de otorgamiento, pensaríais que habíais llegado al cielo de vuestras tradiciones. Os costaría creer que estuvierais viendo el funcionamiento evolutivo normal de una esfera de mortales habitada por humanos. (52:6.8, 598.3)

En las sesiones del grupo de estudio, algunos hemos especulado sobre el mundo mansión al que llegaremos tras resucitar en el primer mundo mansión. De hecho, a veces hemos estado tentados de creer que podríamos saltar al número dos o al tres, ¡e incluso al cuatro! Sin embargo, cualquier consideración honrada de nuestros logros espirituales individuales, así como el hecho de que venimos de un mundo tan caprichoso, debería disipar rápidamente todas las ilusiones elevadas. Es cierto que unos pocos urantianos de «brillantes logros espirituales» (por ejemplo, Enoc y Elías) se han fusionado con sus Ajustadores del Pensamiento mientras estaban en la Tierra, por lo que ciertamente es posible llegar más allá de mansonia número uno; pero sospecho que la mayoría nos contentaremos simplemente con resucitar.

Una vez renacidos en este mundo alienígena tendremos diez días para adaptarnos, quizá más. Nuestros cuerpos serán de la forma más baja de morontia, casi material. De hecho seguiremos comiendo, bebiendo y descansando a lo largo de los siete mundos mansión. Y como pronto descubriremos, ya no seremos hombres ni mujeres, ya no seremos criaturas sexuadas (150:1.3). No obstante, en mayor o menor medida, conservamos nuestras «tendencias de personalidad» masculinas y femeninas hasta llegar al Paraíso (84:6.6).

Mansion worlds En esta nueva vida podremos continuar en asociación amorosa con los compañeros de nuestros días terrestres y, sin duda, adquiriremos nuevos amigos en los mundos mansión, pero no existirá el matrimonio contractual una vez que abandonemos este planeta (38:2.2). Y a juzgar por las palabras de un Mensajero Poderoso, es probable que nos separemos de nuestros compañeros más queridos «muchas veces y durante largos períodos» en nuestro largo ascenso a Havona (22:2.6). En otras palabras: no viviremos continuamente mano a mano con ningún otro ser.

Después de librarnos de todas las tendencias y defectos animales en mansonia número uno, continuamos nuestro programa de superación personal en mansonia dos. Este mundo tiene más que ver con la mejora de las relaciones sociales y el desarrollo del intelecto. Es donde finalmente eliminamos todos los conflictos intelectuales y la desarmonía mental, lo que estoy seguro será un alivio para muchos de nosotros.

Pero solo cuando alcanzamos mansonia tercera comienza nuestro progreso positivo y espiritual. Este es el mundo de «grandes logros personales y sociales». Es donde finalmente completamos los siete «círculos cósmicos de consecución intelectual y logro espiritual». Es «la auténtica introducción a una comprensión inteligente de los significados cósmicos y las interrelaciones del universo» (47:5.3). Completar estos círculos mientras se vive en la Tierra equivaldría a alcanzar el primer círculo. Para ponerlo en perspectiva, este es el nivel que Jesús alcanzó en el monte Hermón cuando tenía 31 años de edad (134:8.4).

Por suerte, el tiempo que pasamos en los tres primeros mundos mansión puede no ser tan arduo como pensamos. No solo tendremos un nuevo cuerpo libre de todas las dolencias, sino también una naturaleza espiritual muy expandida, así como una mente muy mejorada capaz de comprender la mota (las profundas perspectivas filosóficas de la vida en la morontia). Junto con esto viene la ayuda personal y la orientación de las Acompañantes de la Morontia y las Maestras de los Mundos Mansión, así como «todos los órdenes de ángeles, desde las ayudantes planetarias hasta las serafines supremas» (48:6.1). Y teniendo en cuenta lo mucho que andamos a tientas y a trompicones por la vida terrenal sin la sabia dirección de un Príncipe Planetario o un Hijo Material, estoy seguro de que agradeceremos recibir algunos consejos prácticos.

Uno de los objetivos más importantes de nuestra capacitación en los mundos mansión es completar la unificación de nuestra «personalidad de mortales en evolución» (43:8.4). Y puesto que este es el objetivo que se nos ha fijado, es razonable suponer que será un objetivo importante mientras vivamos en Urantia. De hecho, la discusión sobre la vida en la morontia que está en los documentos 47 y 48 sirve como sólido recordatorio de lo que podemos hacer en nuestra vida mortal para progresar. Es bueno recordar que nuestra capacitación no solo incluye el desarrollo de una naturaleza espiritual, sino también la adquisición de mejores actitudes parentales, mayores habilidades sociales y un buen sentido del humor; aprendemos a ser más fieles y alegres, a perseverar pase lo que pase, y nos volvemos verdaderamente desinteresados. Y entre otras muchas cosas, disfrutamos de las búsquedas filosóficas (mota), aprendemos las lecciones de la historia y adquirimos las habilidades necesarias para planificar bien la vida.

Junto con muchos sabios consejos de seres celestiales y nuestras habilidades, que mejoran gradualmente, llega una aventura sumamente emocionante. Satania es un sistema enorme para explorar. No estaremos confinados a los mundos mansión, ni nuestra vida en la morontia está limitada a estos mundos. Tendremos mucho tiempo para descansar y disfrutar viajando de ida y vuelta entre todos los mundos Jerusem de nuestro sistema local. Estos viajes a los otros mundos de transición nos presentarán a los finalitarios, a las huestes seráficas y a las Brillantes Estrellas Vespertinas, así como a otras superángeles que actualmente no nos han sido reveladas. También conoceremos a los Hijos de Dios del universo local y a las altas personalidades del Espíritu Infinito, y tendremos el privilegio de adorar en el Mundo del Padre.

Al principio nuestros viajes serán algo limitados, pero a medida que avancemos de un mundo mansión a otro surgirán nuevas oportunidades. Cuando lleguemos al séptimo mundo mansión, casi toda Satania estará abierta para nosotros y durante todo ese tiempo siempre tendremos el placer de realizar visitas periódicas a Jerusem, además de ser estudiantes visitantes de todos los planetas habitados del sistema, excepto Urantia (39:4.15).

En general, espero con ilusión tener una vida vibrante y progresiva en la morontia, pero no tengo prisa por llegar a ella. Esta vida mortal es una vida importante con experiencias importantes que nunca podremos repetir. Como nos recuerda un Melquisedec, aquí es donde empezamos a vivir el camino de Dios:

Lo importante no es tanto lo que se aprende en esta primera vida sino la experiencia de vivirla. Incluso el trabajo en este mundo, aunque primordial, no es ni mucho menos tan importante como la manera de hacerlo. (39:4.13, 435.6)

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