
La curiosidad, los rumores, los recuerdos de segunda mano y la especulación imaginativa siguen alimentando el interés por un tema de interés general: cómo surgió El libro de Urantia. Aunque la verdadera historia probablemente nunca será conocida por los humanos, simplemente porque implica cosas que están más allá de nuestra comprensión, es posible divertirnos creando una historia plausible a partir de estas suposiciones, combinándolas con información tomada de El libro de Urantia y de la historia del cristianismo. Así pues, consideren lo siguiente como mera especulación.
Emma Christensen, la última de la Comisión de Contacto, me dijo que el trabajo sobre la revelación comenzó en la Edad Media. Otras fuentes apócrifas especifican el 1200. Por los comentarios de El libro de Urantia, podemos suponer razonablemente que Maquiventa estuvo presente en el planeta en calidad de gobernador general residente en algún momento de la Alta Edad Media. Este período, particularmente en el siglo XII, fue testigo de un despertar espiritual generalizado en toda Europa. Era la cúspide de la civilización cristiana. Había un deseo de saber más sobre Jesús y cómo vivir una vida semejante a la de Cristo (véanse las referencias más adelante).
El problema era que, según el escueto relato bíblico, una vida como la de Cristo significaba pobreza, sufrimiento, atención a los oprimidos, rechazo de la realidad material y predicación itinerante. Las sectas disidentes que buscaban una comprensión elevada de Jesús y su encarnación lo hicieron explotando el misticismo más antiguo y las revelaciones personales de diversos líderes. El resultado de esta búsqueda sincera fue una confusión cada vez mayor. Los dirigentes de la Iglesia católica se enfurecieron. Una secta disidente, los cátaros, que buscaban vivir de acuerdo con su interpretación de la vida y las enseñanzas de Jesús, vio cómo entre 200 000 y 1 000 000 de sus seguidores eran asesinados por la Iglesia en el siglo XII. Dada esta situación, podemos entender que los intermedios pidieran permiso para producir una revisión exhaustiva de la encarnación, una historia completa de la vida y las enseñanzas de Jesús.
Podemos imaginar que esta petición se preparó para Maquiventa, lugarteniente del Príncipe Planetario, y que se la entregaron durante su estancia como gobernador general residente. Después, esa petición no solo llegó a Uversa, sino que la respuesta vino en forma de un mandato emitido por los Ancianos de los Días para crear El libro de Urantia.
Emma Christensen también dijo que, cuando los reveladores comentaron el origen medieval de esta tarea, uno de los comisionados de contacto preguntó por qué había llevado tanto tiempo, pero la pregunta quedó sin respuesta.
Así que hagamos la pregunta de nuevo: ¿por qué llevó tanto tiempo?
El libro de Urantia proporciona un par de pistas. De entrada, los reveladores se lamentan de estar restringidos al uso de nuestro lenguaje circunscrito cuando intentan comunicar conceptos ampliados y verdades avanzadas (0:2.2). En otra sección, un Melquisedec lamenta las dificultades de perpetuar la verdad en los primeros tiempos (93:7.4). (En el siglo XII, la revolución de la imprenta de Gutenberg aún estaba dos siglos en el futuro). Y hay otros comentarios en el libro, como «no encuentro palabras adecuadas», «escasez de lenguaje» y «me esforzaré por describir». Cada uno de estos comentarios nos ayuda a apreciar los retos y limitaciones del lenguaje primitivo en un planeta primitivo.

En el siglo XII, el lenguaje habría sido un problema aún mayor que a principios del siglo XX. En aquella época se hablaban cientos de dialectos en toda Europa. Las principales lenguas vernáculas de Europa que conocemos hoy no se unieron hasta después de Gutenberg. La propia lengua inglesa seguía evolucionando a partir de dialectos anglosajones, germánicos y nórdicos antiguos.
Para que la revelación fuera viable, debía basarse en conceptos formulados por mentes humanas. Así pues, se plantea el problema de buscar en todas las culturas, dialectos y lenguas vernáculas de la Alta Edad Media conceptos que puedan servir para cumplir las directrices del mandato de Uversa.
Aquí es donde nuestro esqueleto de especulación empieza a adquirir un manto de realidad. Tomás de Aquino era un fraile dominico que enseñaba teología y filosofía en la Universidad de París. El que quizá fuera el mayor genio religioso de la época cristiana escribió la Summa Theologica (el compendio del saber teológico) entre 1266 y 1273.
En ella, Aquino plantea 512 cuestiones sobre la naturaleza de la realidad y abarca toda la gama de categorías de interés de la época. He aquí un esquema básico de su obra:
- Existencia y naturaleza de Dios
- Trinidad
- Ángeles
- Ética y filosofía moral
- Ley y gracia
- Valores espirituales
- Encarnación, vida y enseñanzas de Jesús
- Sacramentos e Iglesia
- Escatología (El destino final de los individuos, la humanidad y el mundo)

Esta es la cuestión: La Suma Teológica de Tomás de Aquino fue la primera cosmología significativa que apareció en la cristiandad desde la Ciudad de Dios de Agustín, escrita un milenio antes. La Suma no solo ofrecía un resumen de conceptos cosmológicos muy dispersos del siglo XIII sino que, por su propia naturaleza, también ofrecía un resumen de las enseñanzas residuales de Melquisedec, al menos tal y como se conocían en Occidente y Oriente Próximo. Además, toda la obra, incluidas las copias y los resúmenes de los artículos, estaban en la misma lengua: el latín.
Ahí lo tienen: Una base conceptual sobre la que podemos conjeturar razonablemente que se construyó El libro de Urantia. Pero hay algo más en nuestra pregunta sobre por qué se tardó tanto.
Hubo un gran número de variables sociales, políticas, lingüísticas, tecnológicas y religiosas en evolución que tuvieron que entrar en las proyecciones seráficas en el momento óptimo para hacer un aterrizaje suave de la revelación en el medio mortal. Además de las preocupaciones lingüísticas, había cuestiones tecnológicas. Las imprentas funcionaban 200 años antes de Gutenberg, pero utilizaban caracteres tallados en madera o fabricados con materiales cerámicos. Gutenberg, un metalúrgico especializado en la fabricación de espejos utilizados para reflejar la luz sagrada de los iconos, desarrolló una aleación para fabricar moldes que no se derritieran al verter en ellos metal fundido para su fundición. Fueron sus tipos móviles de metal los que transformaron la imprenta. Los tipos reutilizables se generalizaron rápidamente y el coste de la impresión se redujo en un 93%. Se celebran las primeras ferias del libro y se crean redes de libreros.