Jesús y la política:

¿Cómo conciliamos vivir en el reino y vivir en el mundo?

(Nota de la redacción: Este artículo se basa en una presentación dada en la Conferencia de la Asociación Urantia Internacional 2018 en los Países Bajos)

La política es una parte intensa e inevitable del ser humano. La política se mete cada día en nuestras fuentes de noticias y en nuestra vida diaria. La conciencia política y la opinión pública son tan diversas y apasionadas entre lectores de El libro de Urantia como en el resto del mundo. Basta con mirar los comentarios de lectores de El libro de Urantia en las redes sociales para hacerse una idea. 

Como lectores, ¿cómo dan forma las enseñanzas de El libro de Urantia a nuestra política? ¿Cómo deberían dar forma a nuestra política? 

Jesús era plenamente consciente de los problemas políticos y económicos de su mundo. Un día, en una conferencia sobre el mar de Galilea con Pedro, Santiago y Juan, mantuvo una conversación franca sobre cómo sus apóstoles debían tratar con la política, la economía y los problemas sociales. «Reconocía la necesidad de la justicia social y de la equidad industrial, pero no ofreció ninguna regla para conseguirlas» [140:8.15]. Los autores de esta sección dicen que Jesús no era un reformador político, y que «no cometáis nunca el error de identificar las enseñanzas de Jesús con alguna teoría política o económica, con algún sistema social o industrial» [140:8.10]. En lugar de eso, Jesús buscó «hacer a todos los hombres semejantes a Dios, y luego permanecer cerca con simpatía mientras estos hijos de Dios resuelven sus propios problemas políticos, sociales y económicos» [140:8.18]. El gran objetivo de Jesús fue enseñarnos sin restricciones que Dios es nuestro padre amoroso y que todos somos hermanos y hermanas. Independientemente de quiénes seamos y de lo que creamos, el universo es una gran familia. 

Jesús no ofreció reglas ni métodos para la justicia social y la equidad industrial, porque cualquier cosa que hubiera ofrecido como solución solo funcionaría para ese tiempo y esas circunstancias, aunque eso no significa que ignoremos estas cuestiones. Después de todo, el texto dice «llamó frecuentemente la atención sobre la injusticia de la distribución desigual de la riqueza» [140:8.15].

Si bien el primer objetivo de las enseñanzas de Jesús y las de El libro de Urantia es nuestra transformación espiritual personal, se deduce que necesitamos ser buenos ciudadanos en nuestras comunidades, provincias, regiones, tierras y Estados, nuestras naciones y nuestro mundo. 

Justicia social y equidad industrial: ¿cómo se ven según las enseñanzas de Jesús? 

Para empezar, podemos ver una declaración de Jesús que aparece en la sección de las conferencias de Urmia. Los Altísimos gobiernan en los reinos de los hombres, y su objetivo es «fomentar, entre todos los hombres, el mayor bien para el mayor número de ellos» (y sí, ¡esto incluye a mujeres y niños!) «y durante el mayor tiempo posible»[134:5.4]. 

El mayor bien para el mayor número de personas durante el mayor tiempo posible. 

Es una declaración poderosa por dos razones: incluye a todas las personas durante el mayor tiempo posible. No solo dividimos todo el dinero y hacemos feliz a todos por unos días, se trata de buscar soluciones sostenibles, soluciones duraderas, soluciones sistémicas que beneficien a la humanidad durante grandes períodos de tiempo. Esto implica acción política y establecimiento de gobiernos que faciliten este trabajo de forma organizada, sistemática y predecible, de manera que ayudemos de forma efectiva a lograr el mayor bien posible para el mayor número de personas durante el mayor tiempo posible. 

En el documento 71, El libro de Urantia enmarca claramente las características de la civilización progresiva y el Estado ideal, y formula declaraciones específicas sobre la necesidad de garantizar tanto las libertades personales como el bien común, sobre la construcción de una sociedad eficaz que facilite la autorrealización del ser humano y aumente la visión interior cósmica. El documento hace afirmaciones claras acerca del ideal del gobierno del pueblo, controlado por el pueblo que beneficia al pueblo. Mide con claridad el progreso en términos de abolición de la esclavitud, promulgación de educación pública, pleno empleo, libertad de expresión, promoción de la ciencia, cuidado de los desafortunados y muchos otros atributos que la mayoría disfrutamos en mayor o menor grado en cada uno de nuestros países nativos. 

La realidad revelada por El libro de Urantia es una realidad de justicia, equidad, compasión y misericordia. Para todos. Independientemente de la religión o de su ausencia, riqueza o pobreza, fuerza o debilidad intelectual. Cada uno de nosotros tiene una personalidad «sin duplicado en la infinidad… irreemplazable en toda la eternidad» [12:7.9].

Como estudiantes fieles de este texto, esto debería tener profundas repercusiones en nuestras actitudes políticas, sociales y económicas. Debemos buscar activamente la justicia, la equidad y la ecuanimidad en todos los ámbitos de nuestra vida. Tenemos el deber de ser buenos ciudadanos de nuestro mundo. 

El miércoles antes de ser arrestado, Jesús se sentó con cincuenta de sus seguidores y habló con ellos acerca de cómo deberían interactuar con el gobierno civil. En verdad, como apóstoles y discípulos, su primera lealtad era hacia el reino de Dios pero, en lenguaje moderno, les dijo a estos hombres y mujeres: 

No hay nada que sea incompatible entre la filiación en el reino espiritual y la ciudadanía en un gobierno laico o civil. El creyente tiene el deber de dar al César las cosas que son del César, y a Dios las cosas que son de Dios. No puede haber discrepancia entre estas dos exigencias, pues una es material y la otra espiritual, a menos que un César se atreva a usurpar las prerrogativas de Dios y exija que se le rinda un homenaje espiritual y un culto supremo. [Documento 178:1.3, pág. 1929.4]

Por suerte hoy nadie sufre a los césares dictatoriales de los tiempos de Jesús, pero no estamos lejos de la época en que los dictadores gobernaron naciones en este continente. Las naciones desarrolladas en las que la mayoría vivimos hoy día son en mayor o menor medida del pueblo y por el pueblo. ¡Viva! Con eso trabajando a nuestro favor, como lectores de El libro de Urantia y seguidores de Jesús tenemos la gran oportunidad de influir en los gobiernos para alcanzar el bien común y, a tal efecto, la luz y vida. 

Jesús continuó diciendo en este pasaje que era deber de sus seguidores acercarse a los políticos y gobernadores y ser modelos de servicio social. 

Desde el punto de vista de una civilización que progresa, la filiación en el reino debería ayudaros a convertiros en los ciudadanos ideales de los reinos de este mundo, puesto que la fraternidad y el servicio son las piedras angulares del evangelio del reino. La llamada al amor del reino espiritual debería llegar a ser el destructor efectivo de la incitación al odio de los ciudadanos incrédulos y belicosos de los reinos terrestres. Pero esos hijos materialistas, que se hallan en las tinieblas, nunca sabrán nada de vuestra luz espiritual de la verdad a menos que os acerquéis mucho a ellos con ese servicio social desinteresado que es el resultado natural de producir los frutos del espíritu en la experiencia de la vida de cada creyente individual. [Documento 178:1.4, pág. 1930.1] 

Cuando nos involucramos en política, y muchos lo hacemos (yo incluido), veo tres responsabilidades como estudiantes de El libro de Urantia

  1. La responsabilidad de involucrarnos en la política con inteligencia para estar informados, saber distinguir entre noticias sólidas y propaganda y saber qué es ciencia real y qué es teoría de la conspiración o mito urbano. 
  2. La responsabilidad de hacerlo con civismo. Independientemente de nuestras posturas y de la pasión con la que sostengamos nuestras opiniones las expresamos con hechos, razón y respeto a cualquiera que tenga una opinión contraria, pues son hijos amados de Dios. 
  3. La responsabilidad de hacerlo con compasión. «La compasión de Jesús era ilimitada, su simpatía era práctica, personal y constructiva» [171:7.3]. 

El libro de Urantia está en el mundo y es accesible fácilmente y sin restricciones. Todos los que hemos sido transformados por este libro somos sus embajadores. En las enseñanzas se refleja cómo vivimos nuestra vida. Cada uno de nuestros actos de divinidad cultiva nuestras almas. Cada uno de nuestros actos de verdad, belleza y bondad nos empuja hacia la luz y la vida. 

Junto con muchos millones de personas más, representamos a Jesús en el mundo.