El grupo de estudio

En este artículo me gustaría compartir algunas reflexiones que llevo madurando desde hace tiempo y que han dado como resultado experiencias en el seno de diferentes grupos de estudio, entre ellos el que comencé hace 16 años.

En enero de 2001, debido a varias pruebas personales, sentía una gran confusión. Me dirigí a Dios y oré para que me ayudara a descubrir un sentido más profundo de la noción de amor y que me mostrara un camino más claro en la vida para los años venideros. La respuesta no tardó en llegar. En septiembre del mismo año estaba en un grupo de lectores veteranos de El libro de Urantia, en presencia de un educador que de manera muy sencilla hablaba de los seres humanos como criaturas de Dios que llevan a cabo un proyecto eterno de progresión y crecimiento, al que podemos unirnos sin demora y de manera activa.

Este instructor hizo que surgiera en mí un deseo profundo de hacer lo que él hizo: consagrar mi vida a desarrollar y afirmar mi relación con Dios, darlo a conocer a mi alrededor y comenzar a estudiar seriamente la quinta revelación.

Continué mi educación espiritual con este hombre y viajé a Dakar una o dos veces al año. Allí participé en un grupo de estudio que él tuvo a su cuidado durante varios años, una fraternidad que iba más allá de religiones institucionalizadas, culturas y razas para saborear la unidad del espíritu. A día de hoy nuestra fraternidad se ha expandido, profundizado e intensificado. He participado en grupos de lengua francesa e inglesa y he aprendido de todos ellos.

En paralelo, y debido a mi entusiasmo cada vez mayor ante estas verdades y el deseo de compartirlas, se formó un grupo a mi alrededor como algo natural. Como soy profesora y he trabajado durante muchos años con adultos, recayó en mí animar esa pequeña asamblea de siete personas. Como me enfrento de manera constante con el lado humano, he sentido la necesidad de capacitarme durante los últimos cinco años en relaciones y comunicación con el fin de adquirir y desarrollar herramientas prácticas para que los demás y yo nos hagamos responsables de nuestra vida. Sin esta aceptación, nada nuevo o significativo puede surgir en nuestra vida, ni siquiera entre personas deseosas de hacer la voluntad del Padre.

Llevo tres años acompañando a personas que buscan sentido y paz en su vida sin buscar necesariamente a Dios. Una frase del último libro de Laurent Gounelle, «y encontrarás el tesoro que duerme dentro de ti», atrajo profundamente mi atención: «La espiritualidad sin trabajar en uno mismo no vale nada; trabajar en uno mismo sin espiritualidad es lo mismo.»

Esta noción me ha permitido comprender más profundamente lo que es un grupo de estudio, que yo percibo como la matriz del crecimiento experiencial.

El primer punto que deseo abordar y que surgió de las observaciones realizadas durante mis prácticas es que los seres humanos buscan cada vez más el bienestar como sinónimo de paz, tranquilidad y felicidad inmediatas, sin comprender que la verdadera felicidad es un asunto interno. Además, cuando las personas se interesan en un grupo de estudio, tienden a pensar que este abrirá la puerta inmediatamente a ese estado de quietud tan esperado. El Libro de Urantia es claro sobre este tema y nos invita a estar tanto en él como con personas que buscan un grupo: hay una zona de conflicto que cruzar, ¡y no dice durante cuánto tiempo!

El segundo punto que quiero abordar es el grupo como marco ideal para crecer y verificar nuestra evolución. Es en verdad el barómetro del progreso individual, la medida de la proximidad a nuestro Ajustador, así como nuestro nivel de transformación. Aquí haré una analogía con un músico. Para dominar un instrumento se necesitan muchas horas de trabajo individual. Todo músico que quiere formar parte de una orquesta está obligado a tener una disciplina personal para que la orquesta funcione bien. Cuando todos los músicos se reúnen armonizan entre sí y la precisión de la sinfonía dependerá del trabajo personal de cada uno y de su habilidad para trabajar juntos. Este esfuerzo complementario es esencial.

El grupo ofrece un espacio potencial para trabajar en uno mismo, para reducir la exaltación del ego que vive dentro de nosotros y sus alardes. Los participantes se enfrentan continuamente a las diferentes facetas del yo, originadas a partir de tensiones internas, así como a las múltiples relaciones externas en conflicto. A partir de ahí, el grupo ya no es simplemente un lugar para estudiar las enseñanzas del libro ni se dedica únicamente a intercambiar experiencias o interpretaciones de los conceptos de la quinta revelación, sino ciertamente un lugar de experimentación y transformación. Por consiguiente, un grupo de estudio es también un grupo de trabajo.