El cuentagotas, la cuchara y la pala

(Nota de la redacción: Este artículo se publicó por primera vez en el Journal de noviembre de 2018. Fue adaptado de un discurso plenario pronunciado en la conferencia de los Países Bajos de 2018. Lo volvemos a publicar en memoria del difunto David Linthicum, que falleció el 1 de junio de 2022.)

El tema de la X Conferencia de la Asociación Urantia Internacional, en los Países Bajos, era «Jesús como instructor». Cuando me pidieron que fuera uno de los presentadores pensé que sería una gran oportunidad, aunque nunca había dado una charla plenaria.

En la conferencia 2016 de San Antonio (Texas) presenté mi primer taller, así que decidí ampliar el tema de ese taller para mi charla plenaria de Holanda. El taller se titulaba «El cuentagotas, la cuchara y la pala».

Se me ocurrió la idea basándome principalmente en mi experiencia intentando conseguir que mi familia y mis amigos leyeran El libro de Urantia.

Encontré El libro de Urantia y terminé de leerlo de principio a fin en 1996. Como muchos de nosotros, estaba impaciente por compartir este maravilloso libro con las personas más cercanas a mí, mi familia y amigos. ¡Estaba deseando contarle a mi mejor amigo las buenas noticias! Había descubierto un verdadero tesoro, algo que estaba más allá de mi imaginación.

Un día le compré un libro a mi amigo y se lo entregué diciendo: «Tío, ¡TIENES que leer esto!». ¡Estaba enardecido! Esperaba que mi mejor amigo estuviera tan emocionado como yo. Quería que lo leyera y así podríamos compartir nuestros pensamientos, como cuando leíamos a Carlos Castaneda y los libros de J.R.R. Tolkien en años pasados.

Digamos que las cosas no fueron como había esperado. Mi amigo nunca leyó el libro. Mi esfuerzo fue un fracaso total. Más tarde supe que se lo enseñó a su esposa, que lo hojeó y declaró que era obra del diablo. Me sentí desconsolado y decepcionado.

En mi defensa, debo decir que por entonces no sabía nada de la Fundación Urantia, de la historia del libro o de los grupos de estudio, y que no conocía a nadie más que hubiera leído el libro.

A lo largo de los años intenté varios enfoques y traté de convencer a la gente para que leyera el libro, y ninguno tuvo éxito. Un sabio dijo una vez que hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente es la definición de la locura. Era hora de replantear mi enfoque.

El momento que me abrió los ojos llegó cuando estaba de voluntario de un stand en el Parlamento de las Religiones del Mundo 2015 de Salt Lake City (Utah). No estaba seguro de cuál sería la mejor manera de hablar con la gente sobre el libro, así que me senté detrás y observé a otros que tenían más práctica, muchos con más de 40 años de experiencia.

También contemplaba a los visitantes mientras se relacionaban con los voluntarios del stand y tomaba notas mentales de sus reacciones. Cuando me llegó el momento de ocupar mi lugar en el stand intenté algunos de los enfoques que observé que usaban otros. No tuve mucho éxito, no estaba cómodo con la manera en que estaban sucediendo las cosas.

El momento mágico llegó cuando un visitante me preguntó lo que yo pensaba del libro. Ahí fue cuando me sentí en mi zona de comodidad. El libro de Urantia tuvo un profundo impacto en mi vida y estaba ansioso por compartir lo que había aprendido y cómo había cambiado mi vida. Acabamos hablando casi una hora. Después de esa conversación me sentí lleno de energía y confiado.

Ahora, cuando la gente me pregunta de qué trata el libro les cuento simplemente mi experiencia y lo que aprendí leyendo el libro. Me esfuerzo por evitar terminología de la revelación y digo simplemente:

«Para mí, El libro de Urantia ha respondido las preguntas más acuciantes que tenía sobre religión, Dios, los ángeles, el diablo y lo más importante: la vida después de la muerte

«Siempre había pensado que no había más cielo que sentarse y tocar el arpa durante toda la eternidad. No importa lo perfecto que se suponga que es el cielo, suena un poco aburrido al cabo de digamos cien, mil o un millón de años.»

«Tiene que haber mucho más que hacer, ¡la eternidad es mucho, muchísimo tiempo!»

«Seguramente Dios tiene un plan para que nos mantengamos ocupados, para crecer en espíritu y buscar nuevas oportunidades que hoy día no podemos ni imaginar.»

«En este libro aprendí que Dios tiene todo un plan para nosotros, que él es nuestro Padre y que ha dispuesto que tengamos crecimiento continuo y aventuras en Su extensa creación.»

Y lo dejo ahí.

Si me piden más información, les sugiero que si tienen preguntas similares pueden encontrar las respuestas que están buscando en El libro de Urantia. Si insisten con las preguntas hago todo lo posible por abordarlas evitando la introducción de términos que son exclusivos del libro. También he aprendido que no hay que empezar diciéndole a la gente que los seres humanos no se convierten en ángeles y que los perros no van al cielo.

Como he mencionado antes, hace un par de años me pidieron dar un taller en la conferencia de San Antonio (Texas). El tema de la conferencia era «Jesús, el Maestro de Maestros».

Después de darle vueltas a sobre lo que iba a hablar, decidí mirar más atentamente las enseñanzas de Jesús. Fue entonces cuando se me ocurrió el tema «El cuentagotas, la cuchara y la pala».

El concepto me llegó cuando consideraba la manera en que Jesús enseñaba a la gente corriente y a sus apóstoles. Lo que realmente destacó en mi mente fue no tanto lo que Jesús enseñaba sino cómo enseñaba y, lo que era igual de importante, lo que no enseñaba.

Por ejemplo, Jesús comentó en varias ocasiones que «En la casa de mi Padre hay muchas moradas». En otras ocasiones dijo: «Tengo ovejas que no son de este rebaño».

Estas declaraciones no nos llaman la atención, sabemos a lo que Jesús se estaba refiriendo.

Pero ¿pueden imaginarse la confusión en la cara de los apóstoles? ¿Qué era lo que estaba diciendo?

Imagínenselo: Jesús y los apóstoles están en el monte de los Olivos y Felipe le pregunta a Jesús lo que significa eso de la casa de su Padre y de que hay otras ovejas que no son de este rebaño.

Jesús toma su vara y comienza a dibujar en la arena y dice mientras mira el rostro de sus entusiastas pero confundidos apóstoles:

  • Mi Padre reside en el Paraíso, que está rodeado de mil millones de mundos perfectos, habitados por un número incontable de seres perfectos que componen el universo central, que se llama Havona.
  • En la casa de mi Padre hay siete superuniversos. También está el primer nivel del espacio exterior, el segundo nivel del espacio exterior, el tercer nivel del espacio exterior y el cuarto y más exterior nivel del espacio.
  • Y esas ovejas de las que os hablé… Bueno, este mundo en el que vivimos está en Orvontón, el séptimo superuniverso, en el hay un universo local más pequeño conocido como Nebadón. Vuestro mundo está situado en un sistema local de Nebadón llamado Satania, que consiste en más de 600 mundos habitados. Mis ovejas son personas que tienen uno, dos e incluso tres cerebros.
  • Y yo soy el creador y administrador de este universo local y de todos sus habitantes.

¿En qué punto Tomás saltaría y exclamaría «¿Satania, como Satanás?»

Tanta información, por muy verdadera que fuera, habría hecho explotar la cabeza de los apóstoles. Seguramente habrían pensado que Jesús «estaba fuera de sí» y deberíamos preguntarnos si los apóstoles lo hubieran seguido después de aquello.

En lugar de eso, Jesús atemperaba lo que decía a los demás. Utilizaba un «cuentagotas» de la verdad aquí y allá para ilustrar sus enseñanzas.

Jesús les daba verdades reveladas con la cuchara cuando estaban preparados para recibir más. Y cuando divulgaba información adicional, como hizo con Natanael, le ordenaba que «no se lo dijera a nadie».

No intentaba echar paladas con demasiadas verdades, los habría abrumado con toda certeza.

Podemos aprender mucho del método de enseñanza de Jesús usando el enfoque del cuentagotas, la cuchara y la pala cuando deseemos revelar las verdades contenidas en El libro de Urantia.

Hay mucho que podemos aprender de Jesús que nos ayudará a ser mejores instructores y líderes en nuestra vida diaria. Tendemos a intentarlo demasiado y demasiado pronto, y eso puede abrumar a la gente. He descubierto que compartir mi historia personal sobre cómo la revelación ha cambiado mi vida es mucho más poderoso que decir que «el libro dice esto o aquello». La gente puede identificarse con una historia personal.

Tengamos en cuenta el método que Jesús utilizaba cuando compartía una nueva revelación de la verdad con los apóstoles, los discípulos y las masas. Deberíamos centrarnos en las cosas que Jesús enseñó y también tener en cuenta las cosas que Jesús no enseñó y dejar que eso nos sirva de guía también.

La vida de Jesús cambió el mundo. Sus enseñanzas llevaron finalmente a la creación de la Iglesia cristiana, que siguió divulgando sus enseñanzas por todo el mundo. Fue capaz de cambiar la percepción del Dios de Moisés, que describía a un Dios iracundo y vengativo, a un Dios de amor, un Padre amoroso que adora a sus hijos terrenales. Jesús nos enseñó sobre el reino de los cielos y la hermandad de los hombres, nos enseñó que hombres y mujeres están «salvados» solo por su fe.

Cuando todo ha sido dicho y hecho, la idea de Padre continúa siendo el concepto humano más elevado de Dios. [Documento 196:3.35, página 2097.3]

Estos sencillos mensajes de amor, fe y familia sirvieron para cambiar la percepción de la gente sobre Dios y su relación con él. Dios se volvió más personalizable, más comprensivo y compasivo con nuestras luchas terrenales.

El mensaje de Jesús no era complicado, se ajustaba de manera ideal a los tiempos en los que vivió. Jesús fue capaz de tejer hábilmente sus ideas espirituales más elevadas en el tejido de creencias sostenidas en aquellos días, hace más de 2.000 años. Fue hábil en determinar qué decir y qué no decir.

Pero ¿y los tiempos en los que vivimos hoy? ¿Qué podemos aprender de las enseñanzas de Jesús que nos pueda servir para llegar a familiares y amigos con nuestro recién descubierto entendimiento de las verdaderas enseñanzas del Maestro?

Cuando examinamos las enseñanzas de Jesús surge esta pregunta: ¿cómo incorporamos todo lo que hemos aprendido leyendo o estudiando esta maravillosa revelación a nuestros esfuerzos por compartir estas cosas con los que amamos, nuestra familia y nuestros amigos?

Cuando salgan de viaje recuerden llevar el cuentagotas y la cuchara, y dejen la pala en casa. Si encuentran a alguien que quiere un libro pueden dárselo, pero permitan que consiga su propia pala y escarbe en las verdades que el libro contiene.

Y de ese amigo que mencioné anteriormente, lo que no conseguí entender entonces es que él ya estaba seguro en el reino de Dios. Es un miembro activo de su iglesia y tiene una fe sólida en la gracia salvadora de Dios y en la salvación eterna.

El que tenga oídos para oír, que oiga…